jueves, 11 de diciembre de 2014

Pablo Iglesias - Podemos (Por riguroso orden de aparición en escena).

       No sé lo que dice, no lo hace en la única lengua que existía antes del Desastre de Babel, pero me convence su alegria.


        

       Me siento un poco triste por la actitud abiertamente hostil y siempre evocando al desastre sin orden, al mal latente en las buenas intenciones y a los jinetes del Apocalipsis que el periódico que leo casi desde su fundación ha tomado contra Podemos, en general y, especialmente contra su cabeza visible, Pablo Iglesias.

       Voté a Podemos en las pasadas elecciones europeas, me alegré mucho de su clamoroso éxito y permanezco inmerso en el idilio porque a día de hoy mi intención es seguir votándoles. 

       Por la personalidad de su líder entiendo las alusiones a una vuelta al mesianismo hispánico, de tan funestas consecuencias bajo los Austrias menores que precipitaron al país por debajo del umbral de la ruina,  y que nos adviertan de la facilidad que tenemos los españoles para llegar más abajo del fondo en cuanto se nos da una oportunidad para hacerlo. 

       Por ello, ni yo mismo descarto que podamos ir de lo malo a lo peor. Pero no lo creo, no creo que un partido consciente de que la causa principal de su éxito habría sido la corrupción de los otros partidos cometiera el error de permitir muchas licencias en ese aspecto a sus miembros, ya sé que el PP de Aznar vivió una situación parecida para asaltar el poder e intentó parecer honrado todo el tiempo que pudo con resultados desastrosos, pero entre la derecha española tomar lo público como privado y viceversa según la conveniencia es un hábito muy extendido y lo han exportado, con no poco éxito, a los demás. Sé que Podemos ahora tiene la exigencia de tener que concretar un programa, los conservadores temen una concatenación de locuras extremistas, no lo veo así, pienso que hay propuestas que causan pavor en el electorado que deben ser mantenidas firmemente porque, desde mi punto de vista,  se está en lo cierto. Además van a bajar un poco las aspiraciones de sus ideales e intentarán mostrar unos proyectos con mucha más concreciones y menos ideas de las que tienen hoy en día para ponerse en consonancia con la gente de nuestro tiempo, ésa a la que pretende gobernar. Los progresistas se verán abandonados por parte de su electorado y denunciarán la usurpación insidiosa del nombre de Pablo Iglesias por parte del líder de Podemos y harán uso de todas las triquiñuelas afectas al conceptismo barroquista con las que ni afirman ni niegan y tópicos manidos pero eficaces aún; ¡ay, el dichoso mal conocido que nos corroe! Utilizarán con tanta retórica como les dejó Zapatero una dialéctica tan enrevesada que parecerá que hablan desde el pálpito y no desde el púlpito, pero no es cierto. Su experiencia en el ruedo político la exprimirán para avisarnos de los peligros que corremos en manos de estos jovencitos irreverentes, tan bien formados pero llenos de desviaciones y con la cabeza en las nubes. Si los políticos que tenemos ahora tienen los pies en el suelo deben pisar sobre arenas movedizas y los que caen no son ellos.

       Existe la posibilidad, por desgracia la más probable, de que Podemos lo haga mal, pero creo que sería en los términos que conocemos, la fascinación irresistible del poder y de la buena vida, que no cambiaran de ropa pero sí de marca, que encontraran con facilidad trabajo familiares y amigos, que tuviéramos a una inútil al frente de la ciudad más bonita del mundo, que empezaran a aflorar casos de corrupción... Pero no es una elección vitalicia, podemos quitarlos de donde los pusimos a la primera oportunidad. 

       A pesar de mis temores reafirmo que mi voto será para ellos, sin ninguna duda, porque en el origen de su triunfo estaría la reforma profunda y democrática de los partidos tradicionales. En su lenguaje osado vería implícito la posibilidad de aprobar otra constitución. Una constitución debe ser algo sagrado mientras sirve y se adecúa a los tiempos y a las circunstancias, cuando no es así, hay que cambiarla. Es necesario solucionar de una vez por todas las relaciones con los territorios secesionistas, cuyos partidos tradicionales, al menos en Cataluña, han demostrado las pocas virtudes y los muchos defectos de los de ámbito nacional.

       Ceuta y Melilla cambian de rostro, ¿a alguien le importa? A los políticos ceutíes, por lo menos, en absoluto.  

     Si Brassens volviera, yo sería su escudero y Podemos se quedaría sin mi voto.

2 comentarios:

  1. Comparto tu ilusión y tus temores sobre Podemos, pero la verdad es que su aparición ha revitalizado el interés por la política y la participación activa para que se produzca un cambio en la anquilosada y corrupta política española.
    Es evidente que los ataques que desde los medios se lanzan contra este nuevo partido, expresan el temor a perder los privilegios de "la casta política". Se ha criticado esta denominación, pero me parece ajustada porque los partidos gobernantes han actuado como tal ante la corrupción, tapándose unos a otros.

    Veo también el peligro de "mesianismo" en Iglesias; su liderazgo es indiscutible, tiene respuesta a los ataques que se le lanzan y lo hace sin perder la calma y con argumentos.Pero ya veremos si no muere de éxito.

    De momento Podemos es el único partido que crea expectativas y levanta el ánimo de los ciudadanos.

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  2. Hola Fanny, permíteme que te conteste con el poema de Carmen López;

    Yo puedo
    Tú puedes
    Él puede
    Nosotros Podemos
    Vosotros podéis
    Ellos ya no pueden.

    No hay más que añadir. Un abrazo.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.