jueves, 1 de junio de 2023

Brel En la Escuela de Comercio (2023)

I

Brel en la Escuela de Comercio

Ella no ha vuelto más y su sombra se alarga
sobre la cruz del Puerto cansado que aún respira,
el otoño que viene a romper mis caricias
se cubre con su voz,
ya no respira su boca con mi aire maltratado
como una canción tierna en los labios de Brel
o unas medias de seda desgarradas

por el silencio.

Me perderé en una noche sin salida

si no puedo destilar su poesía; 

ella era de los mares lejanos,

de la sombra del eterno verano.


(Mares lejanos (El sueño de Gaugin) - 1996)

 


 

1
Me hiciste pensar
que ni siquiera tu amor era eterno.
Ahora sufres y te preguntas
qué fue de aquella mirada,
en qué instante murió tu postrera sonrisa,
qué viento se llevó las hojas del diario
donde decías que me amabas.


2
No supimos desentrañar el sueño
de nuestra encrucijada;
sigo leyendo un poema de amor
que no recuerdo,
aunque tú lo hayas olvidado.

3
La sombra de mi llanto se perdió
aquella noche
en el aire callado de tu vuelo francés
mientras cantaba Brel
la soledad del hombre
en el amor y en la muerte,

el filo de la noche en su larga mirada,
y el mundo le aplaudía
con tristeza y con fervor.

Triste, en una romanza amortajada,
llegaba a mi memoria
con un rumor inmenso, que arañaba
los escombros del puerto
la caricia perpetua de los diques
de Ámsterdam en la escena
oscura, decadente y encendida

donde Jacky lloraba..

Tu sonrisa de piedra devastó
el rincón más sensible de los huecos
que acercaban tu corazón al mío
en tu rostro sediento de levante,
en la mirada herida
que llevaba la cruz angosta de mi alma.

 

4

Parque de los Jardines de la Argentina

 

Ahora siento el frío,
correr sobre mi rostro,
frío sobre los tejados
en donde anida un loco.
(1981)

 

I
Ahora vuelvo al parque descuidado
de la Argentina
con sus puertas abiertas y veladas,
te recuerdo y no estás en sus bancos ausentes,
busco la remembranza de tu aroma
mientras hierve en mis ojos el hombre fracasado
que venera los tuyos y se enamora
de tu misterio
y se enreda en las hojas del laurel
reseco y carcomido
que arrastra su tiniebla en el vapor lejano
que se hunde en el mar de tus secretos.

 

II
Se derrama en la noche el lirio de tu ausencia
como una carta amarga que no puede escribirse
y sigue en la mesita
donde teje la angustia de un amor disidente
que lucha con los monstruos sombríos del rencor.

Muere el parque de siempre con el alma
de un banco que no espera
al viajero cansado que escruta el horizonte
de los viejos amantes que perdieron la rima.

Rompen los coches roncos la frontera y los muros
murmuran en la savia de las flores
que murieron en el rostro del último verano,
y no vuelve tu aliento sobre mi nombre errante,
no tengo tu caricia como si fuera mía,
como si me abrigara
el viento del pasado que recorre tu pelo,
y volviera el estigma de tu piel al jazmín.

Yace abierta una llaga que brilla en el futuro
que nunca llegará a los labios de Abyla
cuando mueran los faros que abrazan otros mares
para seguir desiertos en las noches de luna,
cuando ya no se vea tu lengua en el teatro
de la acera que escucha del naranjo la rabia,
el grito del poeta
que guarda en cada encuentro con la sombra
un papel apagado que hierve en el olvido.

He sentido en mi pecho el pulso de los astros,
las palabras del loco que escribe en las paredes
de una noche romana que agita la memoria
de un libro amortajado
que arrastra la amargura de un verso interrumpido,
y no puedo tener la luz de tus columnas,
el sueño de vivir
la magia de tu piel tersa entre mis manos,
el ansia de sentir tu túnica caída
que llora en la deriva espesa de los puertos,
que ve partir los barcos que no regresarán
y no quiere perder la huella de tus alas.

 

5
Ya no eres la mujer que sonríe a la tarde
que, con su extraño rostro,

acaricia y envuelve
la luz de los espejos, la voz de la neblina
y declina en las aulas de los vientos la rosa,
no vives la canción de la esperanza
mientras muere un poeta en las Puertas del Campo
del ansia de vivir su verbo en el pasado.

Ya no viertes tu aliento en mis mejillas,
no rompes la muralla del rencor afligido
ni abres el encaje a mi lujuria
atormentada y triste que arrastra su agonía
en los ojos de un bar que derrama el licor
y se adueña del humo. La barra de equilibrio
de todos los milagros, de todas las palabras,
estrecha e implacable espera la caída
del verso y las quimeras en los escaparates.

No apartas mi camisa del silencio,
no abres tu soledad a mi ardiente mirada,
ni guardas mis requiebros en la caja de música
cuando Chopin detiene el llanto de la brisa.

 

6
Cuando vuelva la noche
profunda de las calas entre los matorrales
y camine en tu huella como un lobo angustiado
que no encuentra un camino en el camino,
velaré por tus velas abiertas, encendidas.

La luz de las campanas
que doblan en el barrio adormecido
llevará tu silencio en la mirada
que acoges con un gesto enamorado
y muestras el deseo
de alentar las caricias en el puerto tendido,
de vivir en la tierra tibia de tus mayores
y arrasa los cristales del silencio en los muelles
rotos que tú cantabas
para volver a amarte como si hubieras muerto.

Te abrazaré en la rosa
afligida y errante que perdió la fragancia
y anidara en tu paso fugitivo
mientras te perseguían los vientos desahuciados,
te entregaré los aires llorosos de las rimas
que siguen en tu alma y en la noche apagada.

 

7
Je est un autre


(Yo es otro)

(Arthur Rimbaud)
Un hombre encadenado a tu figura
se encamina a mi rostro en la escollera
con un rumbo abortado
que invade los caprichos de la muerte
en los días sin nombre que fluyen en el agua.

Este hombre se arrastra por las nubes
rojizas del crepúsculo que hiere
y arrasa los cristales del silencio en las ramas,
permanece en los bancos vacíos de los parques
y se ahoga en tus ojos
que abren otras cortinas, buscan otro calor
y no sienten la luz lenta de mi esperanza.

Ya no me amas, es cierto, miras el horizonte
de los painicos tristes que lloran en la luna,
de palabras sin velo que cubren la sonrisa,
de ilusiones que pasan y se pierden
en cada esquina fría

que detiene mi olvido, mi angustia y tu mirada.

 

8
He querido arrancar de la calle vacía
el dolor de tus ojos, la llaga de tu voz
de un pañuelo perdido y solitario
que agita para siempre los recuerdos
mientras vuelvo a la duda
que estremece una imagen
terrible y asfixiante que penetra en mi alcoba.

Me arrastro en las estrellas
que lloran a lo lejos
para hablar con la muerte que respira en mi sangre
para volver sin pausa y sin memoria
a tus labios soñados que vibran en los puertos
tiernos de las caricia arrebatada
que espera su legado entre las azucenas
que llevaste en un cesto desgajado
al rumor de los barcos ignotos de los muelles,
a la cumbre del aire que supura.

En los vanos callados de la iglesia ruinosa,
escucho tu lamento extenso y calcinado
para resucitar en mi pecho anhelante,
en mi mirada ardiente
la gracia de tus manos, la luz de tu sonrisa
y el lento suspirar que anidaba en tu boca
y brilla para siempre entre los muertos

porque no quieres ver que te sigo queriendo.

 

9

Archivo atravesado

No te envié ningún archivo
atravesado por un sueño.

(2019)


He llegado al silencio oscuro de tu rostro
para desenterrarlo
de las simas profundas de los bosques perdidos
que guardan tu fulgor en un sudario,
en una despedida cenicienta
que rompió mis entrañas en el viento de marzo,
para poder abrir el camino sin huellas
que amabas en los mares azules y lejanos,
para recuperar el requiebro de amor
que no escuchaste nunca y yacía en mis brazos
cuando en tu amarga ausencia te llamaba,
en los labios la luz, la sombra en el costado.

La fiebre turbulenta de mi sangre
inunda tus mejillas y hierve en el armario
de tu ropa tortuosa de los viernes
que recoge los aires dolientes del pasado
y sufre en los balcones la amargura,
el nerviosismo ansioso de tus manos,
la inmensa soledad de un verso ante la muerte
que vaga en mi recuerdo y se borra en tu diario.


10
Llevas en la mirada el soplo del Poniente,
en los labios la herida
tierna y ronca del pájaro que tiembla
en la acera caído
entre los transeúntes silenciosos
que asaltan el vacío y rutinario
cristal de la memoria en los escaparates,
el halo transparente de los cines,
el humo de las fábricas,
el rayo que ilumina la caricia distante
en la huerta que muere
y se cubre con lirios de pureza
para hablar de los bancos con un nombre grabado,
con un libro perdido con la letra borrosa
y una firma sentida y olvidada
que no advirtiera nadie en un cuerpo que espera
la llama de tu amor, la magia de tus manos.

Llevas en la mirada el mito del exilio
de las nubes canoras que nunca se han movido
de tu eterna esperanza en el misterio,
del viento de tu imagen venerada
y ardiente
que llena las paredes con un nombre,
que rompe los adagios con un verso medido,
solo y atormentado
que hierve en las esquinas teñidas de silencio,
sonríe a la muerte y llora en el Calvario.

 

11
Mariposa

I
Ahora que estamos solos, cerca de la ventana,
y nos rodea lo que ansiamos
y nos busca lo perdido,
elevarte quisiera y entregarte
las flores que aromaste en mi jardín.

Entregarte el paisaje y las casas vacías,
los árboles y el aire que tuvimos.
Entregarte la rosa sin espinas
que alumbrara el sueño del Poeta,

ese poeta era Don Antonio,
y el dolor de morir de la tierra de tus padres
que agoniza siempre cuando te miro a los ojos.

Ahora que estamos quietos y el pasado
ha querido mirarnos para decirnos adiós.

II
¿En qué recuerdo he muerto
y en dónde me he perdido?
¿Hacia dónde camina tu perfume y tu amor?

Ahora que en las manos tenemos la palabra
y el viento del oeste deja oír su clamor
y se lleva las nubes de tormenta

que enreda ese recuerdo que no ha sido
y significa algo hermoso para ti[1].

¿Por qué nos alejamos del jardín, de la tarde?
¿Así muere el deseo, así muere la flor?
¿Así revoloteas cuando sientes la herida?

Adiós mariposa, adiós mariposa de mi vida,
queda un suspiro y el viento del oeste
para cantar la gracia de tus alas
y caminar sonriendo hacia la muerte.

 

III
Cuando ya no me veas y me olvides,
llevaré en la frente esa tristeza tuya
que el sol acariciará.

Tú volverás a ser la mariposa
que revolotea y cae con el día,
que no encuentra esperanza
y que vuelve a volar.

(Julio 1977)


12
Un día de mayo de 2009

 

I
Tú nunca volverás,
lo sé y es por eso que no comprendo
la inquietud abierta de la herida,
el desencanto de la espera.
2
Pero hunde, amor mío, oscura tu mirada
en esta incomprensión sin luz que me atormenta,
para poder buscar en tu mar mis naufragios
y encender las orillas donde tus pies jugaban.


Ya no te puedo amar,

y no puedo besarte, ni soñarte.

Ya sabes que no puedo encerrarme en tu pecho,
que busco sin consuelo tu herida que sangraba,
pero no puedo verla, tu cuerpo es un castigo
que se acerca en la noche. 

Tu cuerpo es un castigo.
Y tengo que tocarte solo con la mirada.
3
Me dirás que con los locos
sólo quiere vivirse una aventura
que se guarda el equipaje de promesas
para abrirlo después del naufragio.

Y yo sabré que desnuda eras un sueño
que me llevó hacia ti la ola de tu playa
que descifré en tus labios la metáfora oculta,
que nunca floreció el alma de la aurora.

 

13
La muñeca que amaste
se pierde en otros brazos que apenas te sonríen,
en la muerte sentida
en un bosque de piedra que muestra su aspereza
y se arrastra en tu rostro y tu recuerdo,
en el dolor del muelle que se aleja en las brumas
y te lleva a otras nubes en un Madrid ansiado.

 

14
Los poemas escriben una nota en tu piel,
un destello en el agua,
un vuelo interrumpido
donde yace tu imagen en las largas cadenas
y vive la esperanza destrozada
que se mantiene firme en tus anhelos
como un héroe antiguo y derrotado
que no baja la guardia y ante la muerte
siente la soledad de los perdidos,

la levedad del humo que rompe los recuerdos.

 

15
La palabra celosa te llama en los jardines
que abrieron nuestras lenguas
en un día remoto
que borraste en tu agenda polvorienta,
que vive en la muerte marchita de los labios
y guía al corazón en los faros de la sombra
que arrebataste al sol en tu locura.

16
Regresé de las sombras para volver a amarte
con tiernos besos sin luz

y sin destino
en ese puerto donde me dejaste,
en esos labios tuyos que suspiraban a lo lejos
y tenían un acuse de recibo
con una dirección que alentaba la fuerza

perdidas en el verde,
forzaba tu sonrisa y te mordía el alma.

 

17

Dime que ya eres libre como es el vient,

dime que no me amas, que ya me olvida,

dime que ya no tienes ni un pensamiento,

ni una sola palabra que me dé vida

(Pablo Milanés – Reclamo místico))


Lloré por tu deriva
y tu determinación de romper nuestros lazos
al descubrir que yo no era tu destino,
respiraba en tu rostro el recuerdo
que humedecía tu boca
que me alcanzaba como si fuera otro,
fui tu amante una noche
que no recuerdas
y no me amabas,
y sufrí por los besos ardientes
que prendieron mis labios y murieron al alba.

18
Ya no puedo tener la luz de tus columnas,
las ansias de vivir
en la huerta tapiada que mueve los recuerdos
de una niña asustada que persigue tus pasos,
la magia de mi orgullo en tus caderas,
el dulzor de sentir tu túnica caída
velando en el prodigio fervoroso del Puente
donde padecen mustios
los clavos de mis noches que tu espejo refleja,
la herida de los salmos
que ven correr la nube que no vuelve a tu cielo.

 

19
Regresa a tu retrato la caverna del tiempo,
la sangre del poeta que recogió tu abrigo
en las Puertas del Campo,
en el levante denso que azota las murallas
y muestra los destrozos de mis viejos naufragios,
en la tierra del mar y de los espigones
que aprisionan la huella de tu aliento
que no puedo arrancar de mi alma perdida.

Resiste en mi dolor
el ramo de la aurora esparcido en tu rostro,
el bosque de silencio de un perdedor oscuro
que te sigue alumbrando
desde la lejanía escabrosa del miedo
donde llora el ciprés negro de mi esperanza.

 

20
Los labios de un destino que nos tiende emboscadas
no saben desterrar
la llama del olvido que atraviesa la plaza
que nunca desvelamos en su antiguo esplendor
y fluye entre las fuentes,
escondida en las horas permanece desierta
helando mi memoria entre los crisantemos
que esparciste en la acera y en los cables.

Se adentran en la isla los ecos de los pasos,
los folios afligidos que imprimen nuestros besos,
cubren las azucenas la mueca apasionada
de un instante de luz que se quedó en el aire
y llega a tus rodillas postradas en la arena.

Hiere la soledad la barca del silencio
en el foso angustiado que perdió tu sonrisa
y empuja hacia tu muro
el llanto de la noche que hierve en las tinieblas.

 

21
Tus anhelos que sueñan en un árbol vencido,
en la hiedra que cubre la Escuela de Comercio
van subiendo la cuesta de las hojas perdidas
y no quiero enterrar
un beso amortajado que desgarra
las venas de la calle, el mar en mi tristeza
y muestra en las paredes de un antro tu sonrisa,
las palabras de antaño que mueren en a la playa
escribiendo un poema de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en un cuaderno
frágil y humedecido
que se queda en tus ojos y pierde tu mirada.

 

22
Tu mirada que sueña con el árbol cansado
de la esquina de Comercio,
con la hiedra que inunda la sombra de los muros,
va subiendo la rampa de las notas caídas,
profanando la huella de los niños felices,
y no quiere enterrar la queja miserable
de un hombre enamorado
que no encuentra un lugar para esconderse,
camina en su dolor por puertos expugnables
y desgarra sonriendo la voz de los mendigos,
las venas de las calles que nos vieron morir

de amor,
el aroma del mar, la luz de tu tristeza.

 

22
En el Puerto de Ámsterdam

La verdad en la sangre de un trovador ardiente
invoca los milagros más profundos,
se retuerce en la escena que turba la esperanza
y muestra en las paredes de un vuelo tu vestido
de flores esparcidas y un deseo ahogado.

Las farolas que tiemblan con un himno disperso
acogen un poema disoluto
en cada resplandor que se funde en las rocas,
las palabras heridas que vuelven a la playa
buscando unos vestigios de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en una nube
frágil y humedecida
que oscurece mi alma y apaga tu memoria
en la cubierta cruel donde los marineros
se burlan del destino mientras vibra la muerte
y un albatros no encuentra el manto de los mares.



23
La mort

Es tan corto el amor y tan largo el olvido.
(Pablo Neruda)

 

            Leonard Cohen decía en uno de sus poemas más enigmáticos que hablaba de silencio porque sabía mucho de silencios y le entregaba como regalo a su amante de turno un poema que había surgido de las entrañas de una época determinada de su vida, del misterio silente que habita en la brevedad sin límites de la vida de una rosa.


            Cohen, todos los hombres no somos iguales, con un pesimismo que nada tiene que ver con el corrosivo y fatalista de Philip Larkin ni con el irónico y tierno de José Emilio Pacheco muestra, en su derrota ante el mundo, las ansias de vivir aunque no crea en el heroísmo permanente de los vencidos en las Termópilas, de abrir los ojos y respirar la melancolía decadente de quien piensa que no le quedan flores con las que oponerse a la intransigencia del olvido, al hecho largamente comprobado de que, con el paso del tiempo, una amante puede cambiar de nombre y un amigo convertirse en un desconocido.

 

            Me parezco tanto, Laura, a tantos hombres y mujeres al creerme diferente. Estás triste porque no me entrego a tu amor, pero ya sabes; no puedo darte lo que no es mío, aunque me pertenezca. No es culpa mía que me hicieran así.


*** *** ***

            Nunca sabré por qué surgieron aquellas palabras que dejé entre tu pecho y tu mirada y sé que no habrás olvidado, Laura; no eran hermosas, no eran hondas; ya sabes que, en estos días, me desenvuelvo en la magnitud perversa y extrema de los pequeños detalles que me hacen distinguir el valor de las personas que nos rodean y envejecen con nosotros y a las que apreciamos con sinceridad pues van clavados en nuestra misma cruz, en las pequeñas cosas que nos hacen reír y llorar como si fuéramos el sueño interrumpido de una película que nunca se rodó, de un niño que no nació y aún llora en nuestras entrañas, de una muñeca de cera que se aproxima al Infierno porque se equivocó de camino. Esas palabras huyeron de mi alma antes de llegar a ti, simplemente pretendían conjurar la tristeza de la muerte a través de la profundidad y la belleza que caben en un río otoñal seco y tortuoso que inunda la alegría de vivir cuando solo nos queda la sonrisa para seguir adelante.

 

            Ya sabes Laura, que cualquiera hubiera podido afirmar con amargura y resignación que la muerte está al final de todo, pero lo dijo Jacques Brel que, a pesar de bajar los brazos ante lo inevitable y arrojar la toalla adonde nadie pudiera recogerla mecida por los vientos adulterados de los Mares del Sur, pertenecía a la raza de los irreductibles y es posible que recibiera a la Parca sin aceptar el destino de todos los hombres, el sueño infinito de la nada.

 

            Nadie supo llevar al público a su terreno como el Grand Jacques, nadie logró el perdón cristiano después de que sus muecas y su grito criticaran abiertamente la ridícula autosatisfacción de aquellos que habían corrido a comprar las entradas para gozar de su histrionismo, su sinceridad y entrega desde la primera fila. No hace falta más que mirarse hacia dentro para advertir las limitaciones de los otros, empezar a conocer al hombre que va muriendo con nosotros. ¿Por qué tan poca gente lo hace? ¿Por qué hablamos de eternidad cuando nos aferramos a los bienes efímeros de este mundo y engañamos a nuestros hermanos para recibir en herencia lo que no puede aprehenderse?

 

24
Rosa

Y lloramos por dentro
en borrascas decembrinas en plena primavera,
en el rostro de un dios que no perdona,
que aprendió a disfrazarse un Martes de Carnaval
del que aún no ha regresado,
y el amor se convirtió en cenizas aquel día,

en llama viva el resentimiento.

(Lluvia de primavera)

 


Sé que puedo abrazarte esta noche que muere
en el gris tembloroso y mustio de los faros,
en un rincón perdido del muelle de las brumas
que escucha los lamentos de un hombre atormentado.

Llegas desde la orilla y me das el instante
que habla de una sonrisa que se adentra en los labios
que tuvieron la garra de un guiño irreverente,
y penetra en las venas con un verso incendiario.

Sientes cada mirada en un dique perdido
y desangrado,
cada recuerdo hiere la estalactita hundida,
cada sonrisa loca es el grito de un bardo
que despierta el amor, ilumina el ensueño
y se deja arrastrar por la lengua y los brazos.

Te hablaré del venero lejano que te guía,
que te sigue llamando,
de las olas que bañan los pies de la escollera
y llenan de memoria la esperanza de antaño,
tocas cada palabra que hiere dulcemente,
cada deseo triste que persiste llorando
y sostiene los pulsos sensitivos del vuelo,
una estrofa cautiva, un verbo desplegado
en las alas del viento, en la declinación
de un verso enajenado,
eres cada secuencia que extiende la fragancia
de una rosa en la frente de un soplo venerado
que se abre en el silencio, exhala los latidos,
vive para soñar y muere en el milagro.

25

 mientras que yo, atormentado y en mi desgracia
me ofrezco y me entrego
a las sombras de tu noche.
(Francisco Lobo)

 

Siempre arrastré las llagas de tu culpa
y sufrí por las cartas perdidas que no llegué a leer,
por las llamadas
que no pude escuchar mientras te maldecía,
mientras me acorralaban la ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y amarga me miraba
como si fuera un hijo de las sombras
atrapado en el fulgor hiriente de un recuerdo
que nunca permitiste
que descansara en el temblor de mi almohada.

Lloré por el rechazo que cubría mi rostro
y ahondaba en los rincones
del velo de la luna
que ardía en los espejos de una alcoba sin puerta,
en la espina de miel ensangrentada
de tus gélidas manos
en los días más grises que morían
y desfilaban huecos por las enredaderas
que nunca atravesaste con soltura,
por los escaparates
rotos que me mostraste en un rincón perdido,
en la noche del dolor que mordía las sábanas,
desgarraba mi orgullo y se hundía en mi mirada.



 

 

 

 

 



[1] Si desde lejos aunque separados - Oda Alcaica (Friedrich Hölderlin).

 

martes, 30 de mayo de 2023

Quiero dedicar este poema
a toda mujer que se ama
durante un instante secreto.
(Antoine Pol)



Reconozco que cuando vi esta película atravesaba el apogeo de una deriva sentimental, ello propició que lo magnificara todo, que hasta canciones que hoy no escucharía ni por casualidad me llegaban muy adentro.

Bigas Luna gusta o no gusta, así suele ser con los grandes, hay gente tan estúpida que no soporta a Bergman, y él no lo es; siempre con sus traumas que transpiran a sexo con una carga profunda de fetichismo trasnochado en los que muestra el desvarío de su fragilidad y de sus heridas de adolescente traumatizado por sus primeros pasos que no debieron ser muy afortunados, y se nota demasiado. .

Disfrutemos y que no sea a través del dolor. Esta película me gusta porque el director aparta sus obsesiones, hay dolor de acuerdo, pero es un dolor romántico, sensitivo y, a veces, distante, como si nos avergonzara haber querido o mostrar nuestra indefensión ante los sentimientos. La película está rodada en la lengua del amor y el olvido. No conozco mucho a Olivier Martínez, pero apostaría fuerte para afirmar que hizo el papel de su vida y se enamora de un sueño naufragado, su mujer es vulgar y le pone los cuernos y, como prosaica que es, quiere recoger los beneficios de la aventura que casi no fue de su marido, a nadie le importa que no sea una mujer hermosa, ya que lo es mientras el soñador cuenta su aventura. La leyenda se va ensanchando y hasta los parroquianos, y el propio protagonista de la nada, va creyendo que fue lo que nunca pasó.

No me hablen de realidad cuando hablen de cine y menos con una película tan especial (nunca hubiera adivinado que estaba Bigas Luna detrás de ella) que crea una parábola de la propia vida perdurable; abundan los pringaos, Olivier es uno de sus campeones, putas que apenas insinúan unas ligas de madera y mujeres honradas que se acuestan con alguien y fingen que pueden nadar entre las olas de aquella que se refugia en el misterio y el amor fugaz que nunca queda, al menos en este caso, Brassens no estaba allí y nos quedamos con el deseo de que compartieran cama y un poco de amor.

Nunca vi tan hermosa a Aitana. Habría sido hermoso que hubiera viajado a Los Ángeles o a Nueva York y tuviera que enfrentarse al Tom Cruise de "Eyes Wide Shut".y al demonio de los celos del bajito más guapo del mundo.

La pobreza es contagiosa y cruel, Bigas Lunas no es Buñuel, pero en este fracaso de crítica y público, encontró su momento, como un sucedáneo aceptable que se burla  de la tristeza, porque según el de Calanda quien está triste es porque se lo ha merecido; es cierto, él era muy triste.

Es una historia de amor dramática de un don nadie que soñó que rozaba la mano de una diosa inaccesible, después tuvo que poner los pies en el suelo e ir de feria en feria contando sus hazañas mientras su mujer hacía caja. Si pensamos en el mundo de todos los días nos encontramos con una historia infumable, hasta cursi y trivial, si pensamos en un sueño diríamos que es casi eterno.  Y, en el centro de todo,la piel de Aitana que envidian las vírgenes de Giovanni Bellini.

Aitana es una ladrona que roba el corazón de quien perdió y no vuelve a encontrarlo.

Guion
    Cuca Canals, Bigas Luna. Novela: Didier Decoin

Un hombre del Renacimiento (no como fue sino como debería haber sido) perdido en la regresión de una modernidad sin alma


Hace unos días leí un artículo que una joven redactora.En la reseña decía que Saint-Exupéry había maltratado a su mujer, Consuelo Suncín, no dándole el mínimo beneficio de la duda; los muertos no suelen quejarse.




        Acercarse a Saint-Exupéry y además hacerlo en tres de sus facetas más desconocidas; un ejemplar ensayo epistolar, unos estupendos artículos periodísticos y un relato costumbrista y exótico basado en la realidad dramática del colonialismo franco-español en Marruecos, no es fácil y menos aún si se pretende acompañarlo con un intento sincero de comprometer un poco su imagen de santo laico o místico sin Dios[i] e indagar en aquellos puntos menos comprendidos y amables de su comportamiento en el período de tiempo que comprende desde los primeros días de octubre de 1938 a mediados de junio de 1943[ii], que serían los años más amargos de su vida y luminosos en su obra, a los que debe, en gran parte, la fuente inagotable en la que fluye su inmortalidad.

Estas fechas son  las  que  van  desde  algunos  de  sus últimos  artículos periodísticos, propiamente dichos, y la publicación de “Carta a un rehén”, cuando ya estaba luchando junto a los aliados, con la oposición radical de Charles de Gaulle que la justificaba sibilinamente por sus problemas de salud, por la libertad de su patria y hacía unos tres meses que había dado fin a su complicado y tortuoso exilio americano.

       No es fácil indagar en esta experiencia sin que exista el temor a la equivocación, ya que estamos ante un autor totalmente implicado con su tiempo[iii], uno de los más exaltados y turbulentos que se conozcan, en el que se cometieron los crímenes más espantosos contra la humanidad, en el que la mayoría de los hombres no entendían ni respetaban las posiciones que no fueran las suyas propias o las de sus correligionarios.


El último gran amor que perdería el nombre en 1944.


Saint-Exupéry no quiso entretenerse en los entresijos enrevesados de la política, desilusionado y aburrido como estaba con ella y con el tipo de hombre que la representaba, pero, parece ser, que hubo un momento en el que pudo jugar un papel importante en ella[iv].

Su proyección como escritor le exigía dar una vuelta de tuerca más a los recursos comunicativos, llevado por el convencimiento de que el lenguaje, por solo, no podía transmitir un mensaje sin que se perdiera sustancia por el camino. Por eso intensificó el uso de la poesía, el dominio de la metáfora que arrasaba lo real hasta convertirlo en un sueño perdurable en el que nadie sabría la procedencia de las palabras sino su verdadero significado en un contexto irremplazable y de la música, ya que agita corazón y hace llegar en su tono oportuno lo inexplicable. Un último paso lo daría en “El pequeño príncipe” añadiendo la imagen gráfica de sus acuarelas.

       Él solía decir que no forzaba la imaginación cuando traducía, con brillantez y sentimiento, un mundo plagado de imágenes5, que, simplemente, se limitaba a reproducir fielmente lo que veía cuando volaba creando alegorías con los elementos humanos y naturales6 que destacaban por su carácter simbólico y que parecían cobrar vida al asociarse con fluidez con lo que querían representar cuando se contemplaban desde las alturas.
La aviación aparece poco en las obras que comentamos, pero cuando lo hace está revestida de tragedia y eternidad efímera. Destacaría cuatro pasajes por la significación que tienen; la muerte de Henri Guillaumetii, la masacre que sufre su escuadrilla cuando pierde tres cuartas partes de sus efectivos durante una sola incursión alemana en la Batalla de Francia en junio de 1940, la pasión por cumplir su obligación de Jean Mermoziii, cuando ya había muerto y se sirve de ello para enaltecer su memoria en los Andes, escenario de sus grandes hazañas, jugándose la vida sin importarle si llevaba en la saca azul solo una carta de amor pasajero dirigida a un tendero rutinario. Para terminar dejamos el desasosiego desolador de los bombardeos sobre la población civil de Madrid y Barcelona con el objetivo de quebrarle la moral y hacerla partícipe de la propagación de la sombra de unos aviones que no llevaban palabras sino sangre en las alas, lejos de aquel cielo que había soñado en el que habrían de ser los mensajeros para crear lazos entre los hombres.

Para no caer en las rutinarias y predecibles hagiografías que abundan en la Red he tenido que reprimir mi admiración por Saint-Exupéry y exigirme un grado alto de objetividad que me guiara a la verdad que él mismo abrazaba por más que le gustara alimentar su leyenda para impresionar a sus invitados y avivar el interés de las muchachas implicadas en sus amoríos. Puedo decir sin ningún tipo de reparos, que me parece un hombre excepcional que, incluso, se han reforzado mi admiración y mi respeto a fuerza de haber arañado en su perfil humano y frecuentado los callejones sin salida que le tendían los que no soportaban su moderación conciliadora y le reprochaban su ambigüedad ante los temas calientes, interpretadas muchas veces como cobardía y falta de implicación, ni su criterio personal valiente en una sociedad que tendía a alinearse con tal o cual idea, sin comprender que había que lograr una síntesis de todas ellas, que todos teníamos razón y todos estábamos equivocados[v].
Desarrollaré, cuando esté mejor informado, los temas más controvertidos que haya podido encontrar. De momento, en ninguno de ellos carece de justificaciones razonables, aunque no se compartan y, algunas veces, se piense que estaba muy equivocado; Vichy, De Gaulle, la Unión Soviética de Stalin, la Guerra Civil española, Los acuerdos de Múnich y su posicionamiento frente al fascismo, su relación con el avispero francés de la Quinta Avenida, su aceptación natural del etnocentrismo romántico de Occidente en la cuestión colonial[vi] y las mujeres9... planean entre los asuntos más comprometidos a los que tuvo que enfrentarse y a los que, alguna vez, desanimado y triste, contestó con el silencio de una decepción inexplicable.


Consuelo Suncín

El asunto de su matrimonio con Consuelo Suncín, es volcánico como se decía que era el carácter de esta mujer menuda, atractiva, sensual, seductora y con una innegable inclinación artística. No puede calificarse sino de milagro que este matrimonio tan peculiar se prolongara hasta su muerte, trece años con innumerables peleas e infidelidades, separaciones y reconciliaciones. Era un “modus vivendi” aceptado o tolerado por los dos; cada uno iba por su lado, tenían amistades distintas con las que ocupaban su tiempo y, algunas de ellas, se convertían en amantes. Sorprendentemente había una dependencia real dentro de aquella locura, que afectó Antoine, significativamente en el suplicio de su periplo neoyorquino que se acentuaría en sus últimos días en África del norte y Córcegaiv. No dieron el paso hacia una separación definitiva que hubiera satisfecho a familiares y amigos.

Consuelo fue responsable de la única tensión seria que tuvo Saint-Exupéry con su madre, Marie, con la que tenía una relación exquisita, y le confesó apenada que Consuelo lo estaba alejando de ella.

               Sin que se llegue a comprender las razones, dados los muchos motivos que hubo en aquella relación procelosa[vii], solo nos ha llegado un intento serio de divorcio. Fue a cargo de Consuelo que desistió de llevarlo adelante por indicación de su abogado. Sabemos que contaba con la negación rotunda de Antoine. Mientras él, por su parte, escuchaba impertérrito los consejos de su madre, de sus hermanas y la más influyente de sus amantes, Nelly de Vogüé, de que se divorciara.



          Una triunfadora que no quería tener la sangre roja.



Saint-Exupéry, en unas declaraciones que le honran, reconoció, al final de su vida que había sido un pésimo marido, que había dejado demasiadas veces a la rosa desprotegida y sola.  En su cabeza habría de estar la sucesión continua de amantes y de no haber hecho algo más para disfrutar de su sensibilidad y su cultura[viii], hubiera sido aceptada en los círculos literarios más rigurosos  donde nunca dejó de ser la mujer de Saint-Exupéry, y, a veces ni siquiera eso, ya que su persistencia en asistir solo a los eventos y reuniones hizo pensar a más de uno que no era un hombre casado. Los que lo sabían obviaban su valía como mujer refinada, independiente y con  gusto  por  la  literatura.  No  olvidaban  su  pasado  licencioso  y  su  origen centroamericano, comentaban despectivamente el acento español[ix]l  que tenía cuando hablaba en francés, un acento que a él le encantaba porque le parecía sensual y excitante cuando se enfadaba.



         Quizás la canción[x] que mejor defina a esta pareja que mantenía una relación que no estaba acorde con las convenciones ni con los tiempos y nos recuerde el sentimiento de culpa que se apoderó de Antoine cuando sintió cercana la presencia de la muerte[xi] sea “La chanson des vieux amants” de Jacques Brel. Antoine no llegó a conocer la franqueza con la que el genial y apasionado cantante hurgaba en las llagas de un prolongado amor con infidelidades intempestivas porque desapareció cerca de las costas de Marsella mientras pilotaba un avión de reconocimiento sin más armas que su cámara fotográfica[xii] el 31 de julio de 1944v. Un suceso que no ha podido aclararse del todo[xiii] o, más bien, no se ha querido aclarar, ya que hay una explicación que tiene todos los indicios de ser cierta. La legión de seguidores de Saint-Exupéry, la mayoría más bien de "El pequeño príncipe", no ha sido proclive a aceptar que su desaparición perdiera el halo romántico de la insistencia agónica en el esfuerzo por buscar la libertad, ni la rebeldía contra una condena interminable de este Judío errante que nunca ofendió a Cristo aunque en la adolescencia lo perdiera y no volviera a encontrarlo[xiv].

Un colofón a su aventura humana triste pero elevado, a la altura de su aventura humana, de sus sueños y de su leyenda. Acabó como algunos de sus compañeros más queridos y la muerte le sorprendió en las alturas mientras se enfrentaba a sus ansias de superación y a la contradicción eterna de los hombres.



[i] Sus últimos años fueron una búsqueda de Dios que no llegó a buen puerto. Podríamos situar su desasosiego entre la agonía inagotable de Unamuno y la honda melancolía sentimental de Machado en este cometido.

[ii] Pero se hace necesario ir para atrás en el tiempo, para encontrar las causas de los acontecimientos y, aunque no tanto, ir hacia adelante para ver las consecuencias en lo que iba viviendo.

[iii] Es desgarrador aquel escrito en el que confiesa que odia su tiempo, que el hombre muere de sed.
[iv] Unos archivos han desvelado que hubo un momento en que el gobierno de los Estados Unidos barajó la posibilidad de que sustituyera a De Gaulle como máximo representante de la Resistencia francesa.
[v] Una máxima de Saint-Exupéry, muy poco utilizada, para aceptar y rechazar todo tipo de ideas.
[vi] Saint-Exupéry estaba más cerca de Lawrence de Arabia que de Léon Werth y no digamos del Camus que denunciaría con pasión el trato discriminatorio de los franceses hacia los argelinos en la década de los 50, también lo sufrieron los que nacieron en el arroyo. Oficialmente Argelia era un departamento más de Francia. Se echa de menos su posicionamiento sobre el colonialismo europeo. Las conclusiones que he podido sacar me llegan de sus escritos, ya que es una cuestión que ha pasado un tanto desapercibida para sus biógrafos.

[vii] Con los datos de que disponemos podemos afirmar sin miedo a la equivocación, que Saint- Exupéry desencadenó la tormenta coincidiendo con el éxito de “Vuelo nocturno” en 1931 y ya no pararía hasta el final. Sentía preferencia por las mujeres altas y rubias, pero la que más le gustó de todas, Consuelo, era bajita y morena, con un enorme atractivo exótico y ensoñador que ni siquiera sus enemigos negaban. Era la Sherezade tropical de Vasconcelos.

[viii]Con el paso del tiempo llegaría a ser escritora y escultora dejando un poco de lado su intensa vida social, su coquetería provocativa y sus romances. Por otra parte, Consuelo tuvo una vida intensa con la alta sociedad, era tan derrochadora como su marido y siempre había en las fiestas aristócratas arruinados.

[ix] La insistencia en ello de Nelly de Vogüé no es significativa dados los celos patológicos e injustificados (ella era casada y no quería dejar de serlo) que sentía por ella.

[x] Saint-Exupéry era un melómano empedernido, se cuenta que una tarde mientras escribía no dejó de escuchar ni un solo momento “El bolero de Ravel”.

[xi] Algunos de sus últimos escritos, sobre todo los que anotó en sus “Carnets” (Cuadernos de notas), nos muestran su aceptación estoica de la posibilidad de la muerte, esto ha alimentado que, entre las hipótesis que se barajan de su muerte, no falte la del suicidio. Pienso que era un sentimiento que ya había experimentado antes cada vez que se subía, desarmado, en el avión, durante la guerra.

[xii]Hay quien llega a afirmar que Saint-Exupéry no realizó, tanto en su primera etapa en la guerra como en la segunda más que vuelos de reconocimientos sin estar equipado con armas con las que defenderse. La mejor cámara fotográfica que tenía se la regaló a Sylvia Hamilton junto al manuscrito de “El Pequeño príncipe” y las acuarelas. Ella le invitaba a los restaurantes caros que a él le gustaban y le preparaba huevos y patatas fritos a las tres de la mañana.

[xiii] Algunos de sus últimos escritos, sobre todo los que anotó en sus “Carnets” (Cuadernos de notas) , nos muestran su aceptación estoica de la muerte, esto ha alimentado que, entre las hipótesis que se barajan de su óbito nocturno al mediodía, no falte la del suicidio. Pienso que era un sentimiento que ya había experimentado antes cada vez que se subía, desarmado, en el avión, durante la guerra.

[xiv] El admirable Tomás Ramírez Ortiz afirma en su libro sobre la labor periodística de Saint-Exupéry en Rusia y España que su familia era, probablemente, de origen judío, pero no aporta los datos con los que apoyar esa extraña conclusión. Parece más probable, aunque un poco novelesca, la tesis más aceptada, aquella que remonta el origen de la familia a los tiempos de las Cruzadas.

Sus metáforas son un caso aparte y he optado por dejarlas tal como él las concibe a menos que la traducción literal en español resulte chocante, no asocie con lo que se quiere representar y, en vez de ayudar a disfrutar de la lectura, empañe su belleza y su comprensión. Siempre con paradojas conceptuales de una gran imaginación; el buzo se sumergía en las nubes para encontrar la gloria y el piloto se hundía en el mar en su cita con la muerte, la montaña se elevaba hasta tocar el cielo y la estrella iluminaba el corazón desde los campos.
 

[1] Sus últimos años fueron una búsqueda de Dios que no llegó a buen puerto. Podríamos situar su desasosiego entre la agonía inagotable de Unamuno y la honda melancolía sentimental de Machado en este cometido.

[1] Pero se hace necesario ir para atrás en el tiempo, para encontrar las causas de los acontecimientos y, aunque no tanto, ir hacia adelante para ver las consecuencias en lo que iba viviendo.

[1] Es desgarrador aquel escrito en el que confiesa que odia su tiempo, que el hombre muere de sed.
[1] Unos archivos han desvelado que hubo un momento en que el gobierno de los Estados Unidos barajó la posibilidad de que sustituyera a De Gaulle como máximo representante de la Resistencia francesa.
[1] Una máxima de Saint-Exupéry, muy poco utilizada, para aceptar y rechazar todo tipo de ideas.
[1] Saint-Exupéry estaba más cerca de Lawrence de Arabia que de Léon Werth y no digamos del Camus que denunciaría con pasión el trato discriminatorio de los franceses hacia los argelinos en la década de los 50, también lo sufrieron los que nacieron en el arroyo. Oficialmente Argelia era un departamento más de Francia. Se echa de menos su posicionamiento sobre el colonialismo europeo. Las conclusiones que he podido sacar me llegan de sus escritos, ya que es una cuestión que ha pasado un tanto desapercibida para sus biógrafos.

[1] Con los datos de que disponemos podemos afirmar sin miedo a la equivocación, que Saint- Exupéry desencadenó la tormenta coincidiendo con el éxito de “Vuelo nocturno” en 1931 y ya no pararía hasta el final. Sentía preferencia por las mujeres altas y rubias, pero la que más le gustó de todas, Consuelo, era bajita y morena, con un enorme atractivo exótico y ensoñador que ni siquiera sus enemigos negaban. Era la Sherezade tropical de Vasconcelos.

[1] Con el paso del tiempo llegaría a ser escritora y escultora dejando un poco de lado su intensa vida social, su coquetería provocativa y sus romances. Por otra parte, Consuelo tuvo una vida intensa con la alta sociedad, era tan derrochadora como su marido y siempre había en las fiestas aristócratas arruinados.

[1] La insistencia en ello de Nelly de Vogüé no es significativa dados los celos patológicos e injustificados (ella era casada y no quería dejar de serlo) que sentía por ella.

[1] Saint-Exupéry era un melómano empedernido, se cuenta que una tarde mientras escribía no dejó de escuchar ni un solo momento “El bolero de Ravel”.

[1] Algunos de sus últimos escritos, sobre todo los que anotó en sus “Carnets” (Cuadernos de notas), nos muestran su aceptación estoica de la posibilidad de la muerte, esto ha alimentado que, entre las hipótesis que se barajan de su muerte, no falte la del suicidio. Pienso que era un sentimiento que ya había experimentado antes cada vez que se subía, desarmado, en el avión, durante la guerra.

[1]Hay quien llega a afirmar que Saint-Exupéry no realizó, tanto en su primera etapa en la guerra como en la segunda más que vuelos de reconocimientos sin estar equipado con armas con las que defenderse. La mejor cámara fotográfica que tenía se la regaló a Sylvia Hamilton junto al manuscrito de “El Pequeño príncipe” y las acuarelas. Ella le invitaba a los restaurantes caros que a él le gustaban y le preparaba huevos y patatas fritas a las tres de la mañana.

[1] Algunos de sus últimos escritos, sobre todo los que anotó en sus “Carnets” (Cuadernos de notas) , nos muestran su aceptación estoica de la muerte, esto ha alimentado que, entre las hipótesis que se barajan de su óbito nocturno al mediodía, no falte la del suicidio. Pienso que era un sentimiento que ya había experimentado antes cada vez que se subía, desarmado, en el avión, durante la guerra.

[1] El admirable Tomás Ramírez Ortiz afirma en su libro sobre la labor periodística de Saint-Exupéry en Rusia y España que su familia era, probablemente, de origen judío, pero no aporta los datos con los que apoyar esa extraña conclusión. Parece más probable, aunque un poco novelesca, la tesis más aceptada, aquella que remonta el origen de la familia a los tiempos de las Cruzadas.

Sus metáforas son un caso aparte y he optado por dejarlas tal como él las concibe a menos que la traducción literal en español resulte chocante, no asocie con lo que se quiere representar y, en vez de ayudar a disfrutar de la lectura, empañe su belleza y su comprensión. Siempre con paradojas conceptuales de una gran imaginación, no tienen la profundidad amarga de Quevedo pero rivalizan en belleza; el buzo se sumergía en las nubes para encontrar la gloria y el piloto se hundía en el mar en su cita con la muerte, la montaña se elevaba hasta tocar el cielo y la estrellas iluminaba el corazón desde los campos.