sábado, 31 de diciembre de 2016

En el amor me hieres

En el amor me hieres, sin saber el motivo
castigas lo que amas en tu ruta obstinada,
 provocas lo que sigue
sombreando la luz  en la Plaza de España,
caminas por los cuadros abiertos que engalanan
aceras que reclaman un sitio en la memoria.

Despiertas en la calle como un árbol que pasa,
como una enredadera que no alcanza el tejado,
eres alma de nube peregrina y cansada,
así los pensamientos en el verde se ocultan,
vienes desde una herida
y buscas la estación
que tomaron los pájaros que emigraban al sur,
así te desmadejas en folios arrugados
preñados de palabra que te vive y te toca,
así vuelves del sueño, así torna la vida
sobre tu clara frente de un sentimiento undoso
que lleva a la Almadraba la herida de los mares,
la luz de los recuerdos entre los pasadizos.    

(18 de octubre de 2016)

A una cantante callejera.



Ella creía que los poetas se dejaban
el alma en cada verso
cuando cantaban en la calle porque no había salida,
que la verdad vivía y brillaba entre todas las sombras
que no se dejan arrastrar por el olvido
de las horas perdidas en una agenda extraña,
que no había un solo puente que no fuera hermoso
a pesar de la muerte y el salto a los fracasos,
y tendía sus brazos de opalina
ante la soledad que se instala en el murmullo de las calles.

Ella no sabía mentir,
no podía decir no cuando le miraban las caderas
y el movimiento sin ritmo de sus pechos
en la incomunicación apasionada
de los espacios abiertos que oprimen con el aire
y no perdonan
a los corazones sensibles, a las almas generosas.


miércoles, 28 de diciembre de 2016

Palabras a Constance (4)





La muerte tiene ojos color avellana.
(Manuel Vicent)

Apenas me dejaste alimentar el vuelo
entre las golondrinas de la tarde romana
 cargada de ruinas
 y un vaso consumido
expresaba la llama  que en mi interior ardía,
y tus ojos marrones presagiaban mi suerte.

Un pintor milenario sin firma ni recuerdo
que colmar no podrían las mieles de la gloria
de haber enamorado a una mujer perdida
en las escalinatas
de la Plaza de España,
derramaba el pincel entre los adoquines,
escrutaba tu pelo, tu risa recogía.

Nunca más volverá el amor que no tuve,
era un esfuerzo inútil, una extraviada guerra  
acudía a mi frente que sin luces luchaba,
era cada palabra un manifiesto estéril
de rosas y jazmines
 blancos entre los pasos
que raudos te llevaban a un escenario enorme
que ahogaba tus sueños en su propio esplendor
e ignoraba los míos en su desasosiego.

El gesto solitario de vuelta en la almohada,
de encuentros amorosos en las puertas del campo
que no se abrieron nunca,
de miradas que nunca tuvieron alegría,
de muros separados por cancelas y garras,
para tu corazón
me arrastro en el olvido como un lobo enjaulado
que vaga en cuatro metros y no conoce a nadie,
muere en la soledad de una especie extinguida.

Cada vez que sentías a un poeta angustiado
en la herida del viento
porque no conociera el rumbo de una flecha,
caricias en el aire, ojos enamorados
escrutabas mis labios que aliento no tenían,
en la mesa desierta
me miraba la muerte a través de tu espejo,
a través del oscuro lamento de tu rostro.

(Octubre 2016)

martes, 27 de diciembre de 2016

Insistencia en la herida

¡Aquella inspiración, aquel pulso sin alma 
tocaban tus cabellos, tu despertar de dudas, 
tus piernas de quimera, tu hambre de futuro! 

Te amé con mi chaqueta, mi ausencia de ventanas, 
te amé, te amé sin freno, tamaño ni medida. 

Como una herida abierta gocé tu humor de lunes 
tu reino sin corona, tu voz de sacrilegio, 
y sufrí tus caricias. 

Paso como un olvido, 
una avecilla, un drama, 
y no quiero firmar partes con mi fracaso, 
no quiero acariciar la sombra de mi pecho 
ni amanecer herido 
con tu nombre en los labios. 

Insisto con tu queja, tus excesos, tu risa, 
el rostro que llevaste en una tela ardiente, 
la canción que tejiste del sueño de tus manos. 

Insisto en el aroma tierno de tus caderas 
que se adueñó del aire 
y vendrá adonde vaya, 
en el mirar sonoro que me llevó al abismo, 
la llama que elevaste cerca de mi locura.