Paco Ibáñez no solo sabe poner música a los poetas españoles también lo hace con singular acierto con nuestros hermanos de América. Aquí pongo dos ejemplos. En el primer caso es un americano muy español y, en el segundo no tanto, pero muy profundo e inquietante de quien llora el destino tortuoso y teñido de sangre inocente de la patria espiritual a la que nunca perdió de vista cuando escribía.
Lo Fatal
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...
No voy a poner como ejemplo al "Rey Óscar" para presentar de nuevo y, tantas veces como haga falta, a Darío, el Poeta que pulsaba la lira y acariciaba con prodigiosa armonía el cuello del cisne, ni pedir que a España que aparte el cáliz del corazón desgarrador y desgarrado de Vallejo. Pero son dos canciones para enmarcar, interpretadas con su sensibilidad de oveja en otros prados y a golpes de guitarra por el gran Paco Ibáñez, eso es decir mucho, en su mejor momento, ese que se olvida de la poesía social y hurga en los sentimientos de cada hombre en su soledad de muelle en el crepúsculo que corroe el tiempo. A Darío lo musicó como si hubiera nacido en La Mancha y se llamara Alonso y viniera de vuelta de todas las locuras , a César le rinde los honores de mecerlo solemnemente con los aires de su tierra andina.
Piedra negra sobre piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París - y no me corro -
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a las malas y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París - y no me corro -
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a las malas y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
Éstos son los poemas que más me gustan de ellos. Si estáis sensibles y queréis leerlos, no olvidéis el pañuelo, no el que cubre el cabello, la frente y las ideas, sino el de las lágrimas con regusto a verdad eterna. La eternidad dura el tiempo que tenemos para verla.
14 de Diciembre de 2012
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.