sábado, 28 de diciembre de 2019

La nueva revolución



Luché en la vieja revolución
al lado de un fantasma y un rey.
(Leonard Cohen - La vieja Revolución)

El amor nunca llega cuando hierve mi cuerpo
y no veo tu rostro en la sección de cultura
de una revista apagada en el quiosco de la esquina,
y no puedo pedirte 
que actúes cuando te siento 
en la vitrina perseguida por la lluvia de agosto,
en la memoria errante de una rosa tatuada,
que traigas a mis pasos el jazmín perdido del recuerdo,
la nube ensoñadora que envolvía tus calles,
que liberes a los guionistas que yacen en el sótano 
de todas las represiones,
que muestres orgullosa la huella 
de lo que nunca he sido 
en el laberinto irresistible de tu piel,
que abras la revolución que aún espera al hombre 
por quién nadie pregunta en la oficina
y el corazón que no creía en la muerte de los ángeles
pero pensaba en ti cada vez que llegaba
la oscuridad del silencio a su latido,
la angustia de un viernes quebrantado en el tormento
de un profeta vencido y postergado
que no volvió nunca a caminar sobre las aguas.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Fotografías de Hydra (2ª versión)

I

Siempre quise saber a quién miraba
la chica de la foto,
de quién lleva en las cejas un umbral de flores amarillas
y por dónde respira el fanal de su inocencia,
su candidez exacta.
(Vicente Martín - La chica de la foto - II)

Fotografías de Hydra Cohen_10


Regresé de la muerte para hablarle a la soledad
y sentir en tu desierto
el miedo y el aullido de un profeta olvidado,
para hundirme en las islas abandonadas
que emergían
entre los edificios ruinosos y exangües
de una ciudad antigua que no podía acogerme
sin las sábanas húmedas
que acogieron nuestros cuerpos,
ni creer en la esperanza de los santos amortajados.

Escribí palabras de amor en el corazón del puente
que no quería llevar tu nombre
y no esperaba a nadie entre la gente solitaria
que pasa por la calle
y no encuentra calor ni fuerza en el camino.

Sufrí en los lugares que tuvieron nuestra risa
por el desapego que sentiste
de tu propia imagen en el cuarto de mi desvelo,
por las ideas
que ya no cultivabas en el jardín
erigido por las ramas de mi fragilidad y mis temores,
por la memoria de la niña que jugaba
entre las notas de una canción perdida en el olvido
y un corazón roto y desesperado.

II

Fotografías de Hydra Cohen_11


Ya no conoces el rumor del viento
en el alma fugaz de los jazmines,
la sangre clara y nueva que brota en los veneros,
ya no miras las nubes
mientras la tarde se pliega en tu rostro
y esa niña en grisalla con lazos en el pelo
siente con amargura nuestra derrota anunciada,
sufre la soledad del hombre ante la muerte,
solloza en los relojes
por la eterna crueldad de Saturno con el tiempo;
ya no escribe mi nombre en el camino
devastado en los bordes de tu huella
y en su candor
no vuelve a las sandalias profundas de tu canto,
a la sonrisa tierna que llora entre los sauces.

III

Fotografías de Hydra Billie10


Cuando alcances el instante de aquella fotografía
que jugaba en las arterias de las sombras
llegarás a la soledad de un pensamiento
que se aleja en el mar,
de una mirada
que se cierra entre los muros con tristeza
y encontrarás la huella del rimmel encarnado
de una cantante callejera
que derrama su melancolía en los escaños
abruptos que perdieron los laureles
y vuela con la torpeza en la sangre
de una mariposa que se embriaga en el silencio
con el último verso de un poema angustiado
que podría ser el mismo que recitaste
mientras te amaba
y que sigue cayendo
en tu alma cada vez que vuelvo a amarte
con la desesperación de una estrella que entona su amargura,
con la agonía  de las farolas que se refugian en el olvido
de los muelles torturados por las aguas y el tiempo.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Fotografías de Hydra - Foros

I

Siempre quise saber a quién miraba
la chica de la foto,
de quién lleva en las cejas un umbral de flores amarillas
y por dónde respira el fanal de su inocencia,
su candidez exacta.
(Vicente Martín - La chica de la foto - II)

Fotografías de Hydra Cohen_10


Regresé de la muerte para hablarle
a la soledad
y sentir en tu desierto
el miedo y el aullido de un profeta olvidado,
para hundirme en las islas abandonadas
que emergían
entre los edificios derruidos
de una ciudad antigua que no podía acogerme
sin las sábanas húmedas
que acogieron nuestros cuerpos
ni creer en la esperanza de los santos amortajados.

Escribí palabras de amor en el corazón del puente
que no quería llevar tu nombre
y no esperaba a nadie entre la gente solitaria
que pasa por la calle
y no encuentra calor en el camino.

Sufrí en los lugares que tuvieron nuestra risa,
por el desapego que sentiste
de tu propia imagen en el cuarto de mi desvelo,
por las ideas
que ya no cultivabas en el jardín
erigido por las ramas de mi fragilidad y mis temores,
por la memoria de la niña que jugaba
entre las notas de una canción perdida en el olvido
y un corazón roto y desesperado.

II

Fotografías de Hydra Cohen_11


Ya no conoces el rumor del viento
en el alma fugaz de los jazmines,
la sangre clara y nueva que brota en los veneros,
ya no miras las nubes
mientras la tarde se pliega en tu rostro,
y esa niña en grisalla con lazos en el pelo
siente con amargura mi derrota,
sufre la soledad del hombre ante la muerte,
solloza en los relojes la crueldad de Saturno;
ya no escribe mi nombre en el camino
devastado en los bordes de tu huella
y en su candor
no vuelve a las sandalias profundas de tu canto.

III

Fotografías de Hydra Billie10


Cuando alcances el instante de aquella fotografía
que jugaba en las arterias de las sombras
llegarás a la soledad de un pensamiento
que se aleja en el mar,
           de una mirada
que se cierra entre los muros con tristeza
y encontrarás la huella del rimmel encarnado
de una cantante que derrama su melancolía en los escaños
abruptos que perdieron los laureles
y vuelan en la sangre
de una mariposa que se embriaga en silencio
con el último verso de un poema perdido
que podría ser el mismo que recitaste
mientras te amaba
y que sigue cayendo
en tu alma cada vez que vuelvo a amarte
con la desesperación de una estrella que canta su amargura,
con la agonía  de las farolas que se refugian en el olvido de las brumas.


***   ***   ***   ***   ***

I

Siempre quise saber a quién miraba
la chica de la foto,
de quién lleva en las cejas un umbral de flores amarillas
y por dónde respira el fanal de su inocencia,
su candidez exacta.
(Vicente Martín - La chica de la foto - II)

Fotografías de Hydra Cohen_10


Regresé de la muerte para hablarle a la soledad
y sentir en tu desierto
el miedo y el aullido de un profeta olvidado,
para hundirme en las islas abandonadas
que emergían
entre los edificios ruinosos y cansados
de una ciudad antigua que no podía abrazarme
sin las sábanas húmedas
que acogieron nuestros cuerpos
ni creer en la esperanza de los santos amortajados.

Escribí palabras de amor en el corazón del puente
que no quería llevar tu nombre
y no esperaba a nadie entre la gente solitaria
que pasa por la calle
y no encuentra calor ni fuerza en el camino.

Sufrí en los lugares que tuvieron nuestra risa
por el desapego que sentiste
de tu propia imagen en el cuarto de mi desvelo,
por las ideas
que ya no cultivabas en el jardín
erigido por las ramas de mi fragilidad y mis temores,
por la memoria de la niña que jugaba
entre las notas de una canción perdida en el olvido
y un corazón roto y desesperado.

II

Fotografías de Hydra Cohen_11


Ya no conoces el rumor del viento
en el alma fugaz de los jazmines,
la sangre clara y nueva que brota en los veneros,
ya no miras las nubes
mientras la tarde se pliega en tu rostro
y esa niña en grisalla con lazos en el pelo
siente con amargura nuestra derrota anunciada,
sufre la soledad del hombre ante la muerte,
solloza en los relojes
por la eterna crueldad de Saturno con el tiempo;
ya no escribe mi nombre en el camino
devastado en los bordes de tu huella
y en su candor
no vuelve a las sandalias profundas de tu canto,
a la sonrisa tierna que llora entre los sauces.

III

Fotografías de Hydra Billie10


Cuando alcances el instante de aquella fotografía
que jugaba en las arterias de las sombras
llegarás a la soledad de un pensamiento
que se aleja en el mar,
de una mirada
que se cierra entre los muros con tristeza
y encontrarás la huella del rimmel encarnado
de una cantante callejera
que derrama su melancolía en los escaños
abruptos que perdieron los laureles
y vuela con la torpeza en la sangre
de una mariposa que se embriaga en el silencio
con el último verso de un poema angustiado
que podría ser el mismo que recitaste
mientras te amaba
y que sigue cayendo
en tu alma cada vez que vuelvo a amarte
con la desesperación de una estrella que entona su amargura,
con la agonía  de las farolas que se refugian en el olvido
de los muelles torturados por las aguas y el tiempo.

martes, 10 de diciembre de 2019

En el bosque de Brent


Sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.
(No hablaré de poesía)

Cuando llega la sombra a tu rostro de cera
tus manos se retiran torpes a los cuadernos
donde dejaste hundida 
la mesura borrosa de un poema maldito
que desconcierta el ritmo de los ramajes huecos
donde van los acordes 
y la sonrisa oscura y pensativa 
de la alcoba sin llave que yace en la floresta
donde duerme la niña que llora en tu recuerdo.

La libertad enhebra sin saber las razones
el velo luminoso de una herida 
que grita en tu mirada
 con un himno que cierra las ansias de tu vuelo,
con banderas vencidas que devoran el mástil,
los marcos, el perfil y los acantilados
del pintor miserable 
marcado por los labios que abren una gacela.

El hombre que dibuja tu olvido en una sábana
esparce los fragmentos sentidos de tu angustia
en el Bosque de Brent
con la luna y el sueño que no tuvieron rostro
y un beso desgarrado que ha perdido la firma
y penetra en la brisa amarga de los puertos
cuando vuelven las barcas que nunca llegarán, 
que plegaron los lienzos que surcan el pasado
y el lazo de tu blusa que duerme en la escollera
de los puentes perdidos
en la caricia blanca de los parques de ayer
donde sufren los lirios que llevaron tu nombre
y cubren los carteles de la esquina del Morro
las palabras que ahogan el canto de la fuente,
la inmensidad del mar que cabe en una lágrima.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Pierrot apasionado


Te escribiré  mi deseo en un pétalo marchito
 cuando se apague el resplandor 
de la antigua ventana
y vuelva la soledad de la memoria en la brisa,
cuando aparezca en tu cuaderno
la proclama que hierve en el rostro de un profeta
abandonado en una playa,
el paso de los amantes que fuimos
y envuelven en una queja el canto de las farolas
acogiendo en un discurso los nocturnos de los huecos,
 una mirada oscura que nos busca en los escombros
 de un pierrot triste y apasionado, 
de un mártir que se emociona con el recuerdo de tu voz,
con el lamento del llanto de guitarra que te busca.


domingo, 1 de diciembre de 2019

Cuando llegue el corazón II - 13 de junio de 2019 21:56 (borradores)


Te escribiré  mis deseos en pétalos vencidos
 cuando se apague el resplandor de la antigua ventana
y vuelva la soledad de los recuerdos en la brisa,
cuando aparezca en tu cuaderno
la proclama que hierve en la frente de un profeta
abandonado en una playa,
el paso de los amantes que fuimos
y envuelven en una queja la canción de las farolas
acogiendo en un discurso los nocturnos de los huecos,
 una mirada oscura que nos busca en la techumbre,
 de un Pierrot apasionado, 
de un mártir que se emociona con un llanto de guitarra.

***


Te escribiré  mis deseos en pétalos vencidos
 cuando se apague el resplandor de la antigua ventana
y vuelva la soledad de los recuerdos en la brisa,
cuando aparezca en tu cuaderno
la proclama que hierve en la frente de un profeta
abandonado en una playa,
el paso de los amantes que fuimos
y envuelven en una queja la canción de las farolas
acogiendo en un discurso los nocturnos de los huecos,
 una mirada oscura que nos busca en los escombros
 de un Pierrot apasionado, 
de un mártir que se emociona con un llanto de guitarra.

Elegía urbana (3)



Cuando alcances el instante de aquella fotografía
que jugaba en las arterias de las sombras
 llegarás a la soledad de un pensamiento 
que se aleja en el mar, 
            de una mirada
que se cierra entre los muros con tristeza
y encontrarás la huella del rimmel encarnado
de una cantante que derrama su melancolía en los escaños
abruptos que perdieron los laureles
y vuelan en la sangre 
de una mariposa que se embriaga en silencio
con el último verso de un poema perdido
que podría ser el mismo que recitaste 
mientras te amaba
y que sigue cayendo
en tu alma cada vez que vuelvo a amarte
con la desesperación de una estrella que canta su amargura,
con la agonía  de las farolas que se refugian en el olvido de las brumas. 

(23 de junio de 2019)


Vuelvo al tiempo de los besos



Vuelvo al tiempo de los besos
 acorralados, 
de los sueños erguidos en el parque de plata
que ya no nos espera,
al laurel de la India que nunca se marchita,
a los bancos de piedra que ya no son los mismos;
no recogen la firma de tu mano nerviosa
pergeñando los vuelos profundos de una rima.

Vuelvo al patio romano
como si quisiera gritarles a las rosas
que no serán nunca tempranas
cuánto te quería
en los recovecos de los jardines de las murallas, 
en el pequeño foso del suicida
que aún guarda los calvarios negros de nuestra nube
en el velo del mar que atravesaba
la pulpa del naranjo que oscurece
en el paseo crepuscular de Independencia,
y me estremezco
como si quisiera abrazarte de nuevo
en los surcos nostálgicos del agua 
que se adentra en la noche de las incomprensiones,
de las barcas perseguidas
que gimen en la canción de tus arenas
como una sirena que ha renunciado al canto
y horada con los ojos la amargura de sus piernas 
entre los espigones derruidos por el salitre y su silencio
donde la luna araña al mediodía
tu sombra sobre la tierra del olvido,
el corazón sediento que aún rememora la caricia
del clavel caprichoso que tuviste en la boca. 

(Memorias de Hydra)


En La floresta



Sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.
(No hablaré de poesía)


Cuando llega la sombra a tu rostro de cera
tus manos se retraen torpes en el cuaderno
donde dejaste hundida 
la mirada borrosa de un poema 
que desconcierta el ritmo de los ramajes huecos
donde van los acordes 
con la sonrisa oscura y pensativa 
de la alcoba sin llave que yace en la floresta
donde tiembla la niña que llora en tu recuerdo.

La libertad enhebra sin saber las razones
el velo de una herida en tu mirada
 con un himno que cierra la pluma de tu vuelo,
con banderas hundidas que devoran el mástil,
los lienzos, los perfiles y los acantilados
del pintor miserable 
marcado por los labios que abren una gacela.

El bardo que dibuja tu olvido en una sábana
esparce los fragmentos sentidos de tu angustia
en el Bosque de Brent
con la risa y el sueño que no tuvieron rastro
y un grito desgarrado que ya no tiene rima
y penetra en la brisa amarga de los puertos
cuando vuelven las barcas que nunca llegarán, 
que plegaron las lonas que surcan el pasado
y el lazo de tu blusa que duerme en la escollera
de los puentes perdidos, 
en la caricia blanca de los parques de ayer
donde yacen los lirios que llevaron tu nombre,
y cubren los carteles
las palabras que sufren el canto de las fuentes,
la inmensidad del mar que cabe en una lágrima.

***   ***   ***

Cuando llega la sombra a tu rostro de cera
tus manos se retiran torpes a los cuadernos
donde dejaste hundida 
la mesura borrosa de un poema maldito
que desconcierta el ritmo de los ramajes huecos
donde van los acordes 
y la sonrisa oscura y pensativa 
de la alcoba sin llave que yace en la floresta
donde tiembla la niña que llora en tu recuerdo.

La libertad enhebra sin saber las razones
el velo luminoso de una herida 
que grita en tu mirada
 con un himno que cierra las ansias de tu vuelo,
con banderas vencidas que devoran el mástil,
los lienzos, el perfil y los acantilados
del pintor miserable 
marcado por los labios que abren una gacela.

El bardo que dibuja tu olvido en una sábana
esparce los fragmentos sentidos de tu angustia
en el Bosque de Brent
con la luna y el sueño que no tuvieron rostro
y un beso desgarrado que ha perdido la firma
y penetra en la brisa amarga de los puertos
cuando vuelven las barcas que nunca llegarán, 
que plegaron las lonas que surcan el pasado
y el lazo de tu blusa que duerme en la escollera
de los puentes perdidos
en la caricia blanca de los parques de ayer
donde yacen los lirios que llevaron tu nombre
y cubren los carteles de la esquina
las palabras que sufre el canto de la fuente,
la inmensidad del mar que cabe en una lágrima.

***


Cuando llega la sombra a tu rostro de cera
tus manos se retiran torpes a los cuadernos
donde dejaste hundida 
la palabra borrosa de un poema 
que desconcierta el ritmo de los ramajes huecos
donde van los acordes 
y la sonrisa oscura y pensativa 
de la alcoba sin llave que yace en la floresta
donde tiembla la niña que llora en tu recuerdo.

La libertad enhebra sin saber las razones
el velo luminoso de una herida 
que grita en tu mirada
 con un himno que cierra las ansias de tu vuelo,
con banderas vencidas que devoran el mástil,
los lienzos, el perfil y los acantilados
del pintor miserable 
marcado por los labios que abren una gacela.

El amante que esboza tu olvido en una sábana
esparce los fragmentos sentidos de tu angustia
por el Bosque de Brent,
por la luna y el sueño que no tuvieron rostro
y un beso desgarrado que recuerda tu nombre
y penetra en la brisa amarga de los puertos
cuando vuelven las barcas que nunca llegarán, 
que plegaron las lonas que surcan lo perdido
y el lazo de tu blusa que duerme en la escollera
de los puentes varados
en la caricia blanca de los parques de ayer
donde yacen los lirios que llevaron tu nombre
y cubren los carteles de la esquina
las palabras que sufre el canto de la fuente,
la inmensidad del mar que cabe en una lágrima.

***


Cuando llega la sombra a tu rostro de cera
tus manos se retiran torpes a los cuadernos
donde dejaste hundida 
la palabra borrosa de un poema 
que desconcierta el ritmo de los ramajes huecos
donde van los acordes 
y la sonrisa oscura y pensativa 
de la alcoba sin llave que yace en la floresta
donde tiembla la niña que llora en tu recuerdo.

La libertad enhebra sin saber las razones
el velo luminoso de una herida 
que grita en tu mirada
 con un himno que cierra las ansias de tu vuelo,
con banderas vencidas que devoran el mástil,
los lienzos, el perfil y los acantilados
del pintor miserable 
marcado por los labios que abren una gacela.

El amante que esboza tu olvido en una sábana
esparce los fragmentos sentidos de tu angustia
por el Bosque de Brent,
por la luna y el sueño que no tuvieron vida
ni un beso desgarrado que recuerde tu nombre
y penetre en la brisa amarga de los puertos
cuando vuelvan las barcas que nunca llegarán, 
que plegaron las lonas que surcan el pasado
y el lazo de tu blusa que duerme en la escollera
de los puentes perdidos
en la caricia blanca de los parques
donde yacen los lirios que llevaron tu nombre
y cubren los carteles de la esquina,
el misterio que sufre el canto de la fuente,
la inmensidad del mar que no tiene medida
y cabe en una lágrima.

Fotografías de Hydra


I


Regresé de la muerte para hablarle
a la soledad
y sentir en tu desierto
 el miedo y el aullido de un profeta olvidado,
para hundirme en las islas abandonadas
que emergían
entre los edificios derruidos
de una ciudad antigua que no podía acogerme
sin las sábanas húmedas
que acogieron nuestros cuerpos
ni creer en la esperanza de los santos amortajados.

Escribí palabras de amor en el corazón del puente
que no quería llevar tu nombre
y no esperaba a nadie entre la gente solitaria
que pasa por la calle
y no encuentra calor en el camino.

Sufrí en los lugares que tuvieron nuestra risa,
en el desapego que sentiste
por tu propia imagen en el cuarto de mi desvelo,
por las ideas
que ya no cultivabas en el jardín
erigido por las ramas de mi fragilidad y mis temores,
por la memoria de la niña que jugaba
entre las notas de una canción perdida en el olvido
y un corazón roto y desesperado.

II


Ya no conoces el rumor del viento
en el alma fugaz de los jazmines,
la sangre clara y nueva que brota en los veneros,
ya no miras las nubes
mientras la tarde se pliega en tu rostro,
y esa niña en grisalla con lazos en el pelo
siente con amargura mi derrota,
sufre la soledad del hombre ante la muerte,
solloza en los relojes la crueldad de Saturno;
ya no escribe mi nombre en el camino
devastado en los bordes de tu huella
y en su candor
no vuelve a las sandalias profundas de tu canto.