sábado, 20 de abril de 2019

Norma



La verdad no tiene precio,
la mentira tiene valor.


Cuando te conocí eras Norma
y marzo temblaba solo bajo la lluvia,
pero te fuiste entre los números vacíos
de las Puertas del Campo,
cuando regresaste, era 1955
y aún no habías nacido, te llamabas Marilyn,
el levante azotaba 
el rostro taciturno de tu Pequeña Manhattan
y los árboles te miraban como si fueras una nube
que caprichosa se alejaba de mi devoción tardía,
empezó a gustarte el poema de la duda
cuando ya no podías recuperarlo 
de la fiebre de mi garganta,
de la morgue de la  indiferencia
y el testimonio volvía a naufragar en La Ribera
cuando los vientos soplaban en los días tenebrosos
de un mar desangelado que castigaba las espigas
mientras los mendigos dejaban tu plegaria 
en los claveles del Puente Cristo
y los grajos aparecían de nuevo en los postes
 y en las cancelas del Llano de las Damas.

No supe enviarte las flechas de papel con el deseo
que conservaba una conversación ambigua en tu semblante,
en los portales de las caricias atravesadas,
el remite de los primeros juegos rendidos en el carmín
que se quedaron en el aire,
 y el verso atormentado
que aún nos habla de un amor atrapado 
en la tristeza.de un tiempo añorado y desconocido.


***



Ya no puedo mirar los soles del recuerdo
sin temblar en la sombra

de tus brazos tendidos,

sin pedir la sonrisa tierna que me negaste.


Cuando te conocí eras Norma
y marzo temblaba solo bajo la lluvia
y no quise apartarme de la sonrisa de tu paraguas,
pero te fuiste bajo mi tormenta
entre los números vacíos
de las Puertas del Campo.

Cuando regresaste, era 1955
y aún no habías nacido, te llamabas Marilyn,
el levante azotaba 
el rostro taciturno de tu Pequeña Manhattan
y los árboles te miraban como si fueras una nube
que caprichosa se alejaba de mi devoción tardía,
empezó a gustarte el poema de la duda
cuando ya no podías recuperarlo 
de la fiebre de mi garganta,
de la morgue de la  indiferencia
cuando en sus bancos se repartía
lo que había quedado entre los papeles 
y el testimonio volvía a naufragar en La Ribera
cuando los vientos soplaban en los días tenebrosos
de un mar desangelado que castigaba las espigas
mientras los mendigos dejaban tu plegaria

en la memoria del Puente Cristo,
en los claveles de un médico que no tenía fronteras,

y los grajos aparecían de nuevo en los postes
y en las cancelas del Llano de las Damas.

No supe enviarte las flechas de papel con el deseo
que conservaba una conversación ambigua en tu semblante,
en los portales de las caricias atravesadas,
en el remite de los primeros juegos rendidos en el carmín
que dejaron tus besos en el aire,
 y el verso quejumbroso
que aún nos habla de un amor atrapado
en la soledad que siempre siente el poeta,
en la melancolía
de un tiempo añorado y desconocido.

***


Ya no puedo mirar los soles del recuerdo
sin temblar en la sombra

de tus brazos tendidos,

sin pedir la sonrisa tierna que me negaste.

Cuando te conocí eras Norma,
marzo temblaba solo bajo la lluvia
y ya no quise apartarme de la sonrisa de tu paraguas,
pero te fuiste 
cuando arreciaba mi tormenta
entre los números vacíos
de las Puertas del Campo.

Cuando regresaste, era 1955
y aún no habías nacido, te llamabas Marilyn,
el poniente azotaba con sus cristales derramados 
el rostro taciturno de tu Pequeña Manhattan
y los árboles te miraban como si fueras una nube
que caprichosa se alejaba de mi devoción tardía,
empezó a gustarte el poema de la duda
cuando ya no podías recuperarlo 
de la fiebre de mi garganta,
de la morgue de la  indiferencia
cuando en sus bancos la gente hablaba
de papeles y esparcía en el olvido 
las cenizas de una lágrima, 
y el testimonio volvía a naufragar en La Ribera
cuando los vientos soplaban en los días tenebrosos
de un mar desangelado que castigaba las espigas
mientras los mendigos dejaban tu plegaria
en la memoria del Puente Cristo,
en los claveles de un médico que no tenía fronteras
y amaneció en la playa entre amapolas y cadenas,
y los grajos aparecían de nuevo en los postes
y en las cancelas del Llano de las Damas.

No supe enviarte las flechas de papel con el deseo
que conservaba una conversación ambigua en tu semblante,
los portales de las caricias atravesadas,
el remite de los primeros juegos rendidos en el carmín
que dejaron tus besos en el aire,
 y el verso quejumbroso
que aún nos habla de un amor atrapado
en la soledad que siempre siente el poeta,
en la melancolía
de un tiempo añorado, confuso, desconocido...

***

No supimos desentrañar el sueño 
dentro de nuestra encrucijada; 
sigo leyendo un poema
que no recuerdo 
aunque lo hayas olvidado.
(Brel en la Escuela de Comercio)
 
Cuando te conocí eras Norma,
marzo temblaba solo bajo la lluvia
y ya no quise apartarme del candor de tu paraguas.
Pero te fuiste 
cuando arreciaba mi tormenta
entre los números vacíos
de las Puertas del Campo que aullaba.

Cuando regresaste, era 1955
y aún no habías nacido, te llamabas Marilyn,
el poniente azotaba con sus cristales derramados 
el rostro taciturno de tu Pequeña Manhattan
y los árboles te miraban como si fueras una nube
que caprichosa se alejaba de mi devoción tardía,
empezó a gustarte el poema de la duda
cuando ya no podías recuperarlo 
de la fiebre de mi garganta,
de la morgue de la  indiferencia
cuando en sus bancos la gente hablaba
de testamentos y esparcía en el olvido 
las cenizas de una lágrima.
 
El testimonio volvía a naufragar en La Ribera
cuando los vientos soplaban en los días tenebrosos
de un mar desangelado que castigaba las espigas
mientras los mendigos dejaban tu plegaria
en la memoria del Puente Cristo,
en la belleza de un médico que no tenía fronteras
y amaneció en la playa con amapolas en la boca,
y los grajos aparecían de nuevo en los postes
y en las cancelas roñosas del Llano de las Damas.

No supe enviarte las flechas de papel con el deseo
que conservaba una conversación ambigua en tu semblante,
los portales de las caricias atravesadas,
el remite de los primeros juegos rendidos en el carmín
que dejaron tus besos en el aire,
 y el verso quejumbroso
que aún nos habla de un amor atrapado
en la soledad que siempre siente el poeta
ante la modernidad,
en la melancolía
de un tiempo añorado, confuso, desconocido...


(Los puentes)