Así voy yo, borracho melancólico, / guitarrista lunático, poeta,/
y pobre hombre en sueños,/
siempre buscando a Dios entre la niebla.
(Antonio Machado)
Cada
expresión artística ha tenido épocas de esplendor favorecidas por unas
circunstancias concretas y por la aparición de genios irrepetibles que intuían las posibilidades que se les ofrecía para pintar lo antiguo con aires de modernidad. Siempre se
ha hecho buena música pero hay que tener en cuenta al receptor para valorarlo, en
esto radicaría mi desencanto con estos años, no queremos distinguir entre lo
valioso y lo superfluo, asumir una responsabilidad con el criterio.
La gente no
quiere darse cuenta de que, en cierta forma, no ha terminado la Guerra del
Vietnam, de que no ha caído el Muro, de que sigue habiendo niños que mueren en
la playa, de que Tom Simpson vuelve a su última caída cada 13 de julio por intentar conseguir lo
que está fuera de sus posibilidades reales, mientras el hombre aún lucha por
alcanzar la Luna. No estamos en los peores años de esta era, pero sí son los
que más duelen a los humanistas ya que no se ha resuelto casi nada cuando se
tienen más instrumentos que nunca para hacerlo. Estamos dejando escapar un caballo
con unas posibilidades inmensas que cada vez está más lejos de lo logrado por
la Radio y la Televisión, a pesar de las críticas acerbas que le han llegado a esta
última por su proceso de vulgarización. En Cádiz todos nos morimos siendo unos chiquillos.
"Hemos nacido en este tiempo y debemos recorrer el camino hasta el final. No hay otro. Es nuestro deber permanecer sin esperanza de salvación en el puesto ya perdido. Permanecer como aquel soldado romano cuyo esqueleto se ha encontrado delante de una puerta en Pompeya que murió porque al estallar la erupción del Vesubio nadie se acordó de licenciarlo. Eso es grandeza. Eso es tener raza. Ese honroso final es lo único que no se le puede quitar al hombre."
Osvald Spengler, 'El hombre y la técnica'.
Como un hoplita desarmado en el sendero
que no sabe detener la avalancha
y la afronta sabiendo su destino.
(Los persas)
Brel es una
de las grandes paradojas de mi vida, quizás ningún cantante me guste más que
él, represente mejor lo que yo hubiera querido ser, lograra lo que nunca podré tener, pero no me atreví a escribir nada sobre su gloria y su tormento hasta hace poco más de un año,
eso creo. Pienso que esta dejación imperdonable era porque me imponía, porque pasé madrugadas traduciendo
sus versos con lo poco que tenía y era feliz en mi melancolía. Es fastidioso y sientes pena al pensar que
nada volverá a ser como antes, que ese niño con canas que siempre llega tarde a la escuela ha perdido la paciencia y lee sin saber lo que está escrito, pero te fortalece
su mensaje en el recuerdo. Creo entenderlo bien, a pesar de las brumas y el lenguaje, aunque por ello no esté de
acuerdo con algunas de sus actitudes y posicionamientos, siempre es interesante
querer atravesar las circunstancias en que una persona con un irrenunciable
espíritu revolucionario fuera tildado de reaccionario. En estos días sentimos miedo de decir lo que pensamos amenazados por la guadaña intransigente de la corrección, ante ciertas cuestiones dar una opinión se convierte con facilidad, si no se dice lo esperado, en una acusación de mentalidad regresiva, como si no fuera posible seguir adelante con unos determinados sentimientos, como si amar se hubiera convertido en algo distinto, como si tuviéramos que procesar la pertinencia de una sonrisa y reírnos de una ocurrencia unos segundos más tardes de que nos la hayan contado.
Creo que
nunca se ha utilizado con más propiedad y sentido aquello de que Brel solo se parecía a
Brel; él que amaba la paz, no era ese soldado, era todo un ejército cuando se trataba de cumplir lo que había dicho por más de que no hubiera público que le escuchara, un hoplita desarmado que se crece en la derrota y no huye ante la llegada de los persas porque no entiende la vida sin la polis. Pienso que en su origen hay una diversidad que me recuerda a mi ciudad, en
su caso afecta seriamente a dos factores, entre otros muchos que le iría
añadiendo la vida, era un flamenco que se expresaba en francés, eso hizo que se sintiera más cerca de sus hermanos de lengua, manteniendo unas distancias pronunciadas por motivos políticos, y que conocía bien las costumbres que no quería aceptar, con los de sangre, y un católico
que nunca renunció del todo a esta confesión a pesar de su descreimiento.
Supongo que por su posicionamiento siempre militante en sus canciones de amor hoy día no le dejarían actuar en "El
Olympia" y el poco agraciado auditorio parisino perdería el hito más perdurable que sustenta su leyenda; desde la adolescencia y los primeros amoríos interpretaba la relación
amorosa como una tierna guerra, prevaleciendo esto último, y en ella solía estar al
lado del hombre, él lo era, en lo bueno y lo malo hablaba siempre de la derrota.
Alguien
me dijo alguna vez que era más fácil estar toda una vida con una
mujer a la que no amas que con una a la que amas verdaderamente. En unos
segundos se me vino a la mente la canción que más me gusta de Joan Báez y que los amores mueren de amor. Esta cantante no ha contado nunca con mis bendiciones, estando ideológicamente cerca
de ella tampoco me convence su forma de representarlo; por la falta de realismo y una ingenuidad, con más peligro del que parece, para dividir el mundo en dos direcciones, así se mostraban los artistas izquierdistas de su generación embriagados por el himno de las flores y cierta simpatía hacia regímenes que ya habían demostrado su desprecio por la libertad y métodos expeditivos para convencer a la disidencia. Escuché
"Diamantes y herrumbre" después de haber
visto un documental que intentaba explicar su relación amorosa con Dylan
y
nunca me he sentido tan cerca de ella, de repente me pareció tan humana, tan entregada al talento del cantante más grande que había conocido. Al escuchar la canción pensaba
que la
había compuesto en 1965 y que una herida de tal extensión solo se podía
sentir
cuando acaban de clavarte el puñal. Joan, al contrario de lo que hizo con otras canciones dedicadas a Dylan, algunas ya eran delatadas por el título o por la claridad de las metáforas todas relativas a los verdes años del mito, mantuvo cierto secreto sobre esta e incluso Bob llegó a pensar que se la había dedicado a su ex-marido, debía tener los ojos azules como él, pero ella lo acabó sacando del error.
A pesar de mi inglés entendí que dos lustros pueden ser tan largos como dos
años sin luz. Al terminar con Sarah, tras unos meses de tortura que recogió el arte, hubo una reconciliación artística de Dylan
con Joan, volvieron a subirse juntos a un escenario, para sus seguidores quedó
para siempre la sensación de que volvieron a pasar algunas noches componiendo en la misma habitación, aún estaban a tiempo de cambiar el mundo y
Dylan acababa de escribir la que sería su obra maestra más querida entre sus amantes más depresivos; "Sangre en el camino".
La separación de Dylan fue dolorosa y parece más que probable que fuera él quien propiciara el acercamiento sabiendo que ella, su valedora desde el principio de su carrera y su más ferviente admiradora, no le fallaría nunca, que no volverían aquellos años convulsos pero excitantes, y que ella aún aireaba aquel perfume penetrante que le permitiera vivirlos aunque fuera un poco. No sabemos si Bob volvió a enamorarse de Joan, pero si prestamos oído a
la canción solo podemos pensar que ella nunca había dejado de estar enamorada de él;
amor es solo una canción que tiene cuatro letras.
Con respecto a la valoración artística de Joan, se me hace difícil
reconocerlo pero no me llega y es algo que he aprendido a no forzar, me ocurre
también con Janis Joplin que tiene todos los atributos para gustarme. Joan
tiene virtudes celebradas por muchos y reconozco sin esfuerzo que son muy
buenas, empezando por su voz de soprano tan alabada por los entendidos, y ese idilio especial con la tristeza que llenaba de autenticidad y
lirismo sus canciones más convincentes. Pero me gustan muy pocas canciones de
Joan Báez, eso sí, mucho. "Diamantes y herrumbres" es la que prefiero, en ella narra su reencuentro sentimental con
Dylan, es magistral y uno se da cuenta de ello con una sola audición, es uno de
los cantos más hermosos de amor no correspondido en la música popular, en la
línea del llanto solitario de una muchacha sefardí que se hunde en la noche. Pero no le va a la zaga, “En
las mañanas tranquilas”, un canto elegíaco dedicado a Janis Joplin, una
rememoración sincera de una época en la que aún había flores entre los jóvenes
americanos que no querían ser como sus padres y se oponían a todas las guerras y,
sobre todo, su sobrecogedora versión, en la que vuelve a insistir como mujer
abandonada, ese papel que tanto le iba e interpretó tan poco cuando tenía en la
mano todas las cartas para construir un mito irrepetible, de la canción de
Stevie Wonder "Nunca pensé que te marcharías en verano".
Se
me olvidaban las versiones de Dylan, en conjunto lo mejor de su obra,
la
presencia de Dylan sería un acicate para ella, el amor y la admiración
rivalizaban sin que hubiera un vencido, abundando los himnos de los años
vertiginosos de la gran explosión
creativa del genio que moriría en 1966. Desde mi punto de vista, el
virtuosismo
vocal de Joan no pudo evitar que las canciones palidecieran por cierta falta de
fuerza; parecía
más pendiente de la belleza de la ejecución y el lucimiento de su voz que alargaba las canciones en detrimento del tono agresivo,
contundente y
abrasador en su significado y su mensaje reivindicativo, y eso que creía en Dylan más que nadie, sobre
todo en el bardo combativo de esos años en los que, para añadir más desventajas en las
comparaciones, el
genio de Duluth cantó mejor que nunca. Ni siquiera Joan estuvo cerca de
los
Byrds, y bien que habrá tenido que lamentarlo, hay que decir a favor suya que las versiones de los californianos eran imponentes, habrían hecho temblar al propio autor de las canciones, de no haber este pensado, con toda la razón, que Dios estaba de su lado.
El legado de Joan interpretando a Dylan es, de todas formas, de los más importantes y el más amplio, destacan como documentos históricos innegables las actuaciones que ambos realizaron juntos, por desgracia la calidad de las grabaciones es deficiente, y, sobre todo, con un valor sentimental de gran calado por lo que significaron en esos tiempos que los jóvenes querían un mundo distinto e igualitario. Como curiosidad debemos decir que hay dos canciones, "Acabó todo chica triste" y "Vas a ninguna parte", que cobran un gran significado porque las fechas en que Dylan las compuso coincidieron con el alejamiento de la pareja. Lo más extraño es que ambas canciones son de un desdén considerable hacia ella misma, lo que no impidió que las incluyese en su repertorio.
(Gracias a Juan Carlos y Elisabeth - 18 de noviembre de 2018)
"El
arte como suele decirse, es una cosa seria. Es por lo menos tan seria como la
moral o la política. Pero si tenemos el deber de aproximarnos a estas últimas
con esa modestia que es búsqueda de claridad, claridad con los demás y dureza
con nosotros mismos-, no sé con qué derecho ante una página escrita olvidamos
que somos hombres y que un hombre nos habla.
(Cesare
Pavese)
Creo que
aquí podría residir mucho de lo que buscamos en nosotros mismos, aquello que
nos mantiene en la lucha contra un mundo hostil al que no podemos vencer porque
al hacerlo nos inmolaríamos nosotros mismos, de tal forma pertenecemos a él,
aunque haya sacralizado el perfil más intrascendente del hombre. Aunque seamos
conscientes de este destino, vivimos con el convencimiento de que escribir es
un compromiso y que nuestra derrota puede ser algún día el triunfo de otros porque siendo realistas nos sustentamos en la idea,
antigua pero siempre renovadora en sus fundamentos, que podamos transmitir a
los demás.
No hay una línea definida entre
el éxito y el fracaso; Pavese no sintió que su vida estuviera realizada con la
consecución del premio más prestigioso de la narrativa en italiano, en cambio
hubiera dado un mundo por una historia de amor.
*********
Pienso que
eres un humanista, Juan Carlos, no importa lo que hayas estudiado en las aulas,
siendo esto muy importante lo es más lo que estás buscando por ti mismo. Tú has
comprendido que hay un tiempo de formación y otro de expansión permanente, no
ha habido una época como ésta para facilitarla, pero, como decía Ortega, esa
red se escapa como el agua por una canastilla hasta el punto de que pienso,
haciendo campaña como siempre, que hay demasiados universitarios que pareciera
que se han encontrado el título en una esquina.
Entiendo,
más de lo que me gustaría, la personalidad de Pavese. Era un hombre
interminablemente triste, todas sus historias de amor, desde la leyenda de la
bailarina que no apareció mientras la esperaba bajo la lluvia hasta su última
relación, la tierna Pierina con quien compartió por carta algunas confidencias
y a la que incluso llegó a decirle que la amaba, fueron un sueño abortado,
habría que hablar como si lo hiciéramos de Annie Hall, pero sin compartir una
sola noche junto a alguna de ellas y, casi con toda seguridad, sin ningún
contacto carnal. Algunos afirman que hubo un tiempo en que le pedía matrimonio
a cualquier mujer con la que llegara a tomar un café. Pavese era taciturno,
sombrío, hasta el punto de que resulta extraño verle sonreír en una fotografía
junto a Constance Dowling, la muchacha americana de quien se piensa que fue la
receptora de sus últimos y aclamados poemas.
y una leve sonrisa aparece en mi rostro
para recomponer este gesto severo
que no sabe mentir y me acompaña siempre.
Es posible que la escritora
Natalia Ginzburg hubiera estado enamorada de él, sin duda se sentía abrumada
por su talento y su calidad humana, pero el marido era compañero de ambos en la
editorial Einaudi. Si fuera así es más que probable que ella nunca le dijera
nada, además Pavese no era ese tipo de hombres que engaña a un amigo. Pero no
hubo ninguna, o así es cómo queremos verlo los seguidores del poeta piamontés,
como la mujer de la voz dulce y ronca, al final lo que queda es la leyenda,
aunque también entre de lleno en ella el rostro de primavera.
*********
“Ninguna
mujer contrae matrimonio por conveniencia: todas tienen la sagacidad, antes de
casarse con un millonario, de enamorarse de él.”
(Cesare
Pavese - El oficio de vivir).
Hoy casi tenemos la obligación de considerar
esta cita fuera de lugar, ejemplo de mal gusto por su misoginia militante y
asumida. Pero la dijo un hombre que sufrió por las mujeres y, sin embargo,
mostró delicadeza y comprensión hacia ellas en sus novelas. Pavese se muestra,
eso sí apoyándonos con cierta malicia en la supuesta privacidad de su diario,
transparente incluso en sus contradicciones. De haber firmado esta cita Groucho
Marx la tendríamos como una de las cumbres de la miseria de su ingenio, nadie
acabaría tomándosela ni en broma ni en serio ahuyentado por la inteligencia
nada orientadora de su iconoclastia.
Hace poco me sorprendía a mí
mismo cuando afirmaba, como si fuera una persona que hubiera reflexionado
largamente sobre el asunto, que Pavese no tenía sentido del humor, ¿Podía
carecer una de las personas más deslumbrantes que haya dado Europa del rasgo
distintivo más común entre las personas inteligentes? Es una cita que hay que
evitar o una conclusión amarga sobre la trivialidad interesada de mujeres y
hombres, debemos convenir que encaja perfectamente cuando cambiamos el sexo del
interés.
Creo que la obra de Pavese más querida hoy por los estudiosos puede llevarnos a
confusión, estamos de acuerdo en que “El oficio de vivir” es un diario y que
Pavese era un hombre solemne y grave hasta el punto de que se hace difícil
imaginarlo haciendo comentarios pícaros que busquen la sonrisa, pero no cuadra
del todo que no se llevará con él ese diálogo intenso consigo mismo si no
esperara que fuera algún día divulgado, ni tampoco podemos afirmar que sea más
fidedigno con el pensamiento del autor que una novela que busca con respeto y
complicidad el alma de la mujer, un poema que se cita con el olvido o una carta
de amor cuya respuesta nunca llega.
*********
Supongo que
en una apreciación cuestionable he llegado a considerar a Pavese un misógino
sentimental incapaz de hacerle daño a nadie excepto a él mismo. No llegó a relacionarse con facilidad ni con hombres ni con
mujeres. Pero en materia amorosa eran estas últimas las que le interesaban, el
desengaño eterno que vivió hizo que mostrara, en los duros momentos, un desdén
hacia ellas que solo reflejaba la frustración por sentir siempre lejos lo que
más anhelaba.
las cartas sin remite que nunca me enviaste, y caricias que tendrían otro destino
A veces es
preciso juzgar a un poeta sabiendo lo que pretendía. Hay poetas que tienen una
pretensión distinta en cada poema o carecen volitivamente de ella, y otros que
escriben a lo que surja. Todo ello es respetable y hay poemas antológicos en
cada uno de los casos. Pavese se tomaba la poesía demasiado en serio y se
permitió una licencia, impropia de él, cuando decía que su "Trabajar
cansa" tenía alguno de los mejores poemas que se estaban escribiendo en
Italia en aquellos días, tenía que defender su propuesta contra el hermetismo,
hermoso a veces pero poco apegado a la realidad, que practicaban algunos
colegas y el triunfalismo grandilocuente en honor del Duce que ejercían otros.
Un hombre con un léxico inabarcable elige hablar en una lengua casi de todos
los días y, como si estuviera falto de recursos, repite con frecuencia las
palabras y expresiones que sostienen el argumento principal de cada poema e,
incluso, las utiliza en distintos poemas.
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"Aún no
sé si soy un poeta o un sentimental, pero lo cierto es que estos meses atroces
constituyen una prueba decisiva. Si, como lo espero, hasta los más grandes
descubridores han tenido meses semejantes, digamos que la alegría de componer
se hace pagar cara.
La vida se
venga – y está bien - si uno le roba el oficio. No es nada la preocupación de
componer el famoso tormento frente a la de
haber creado algo y no saber luego qué hacer."
(15 de
septiembre de 1936)
(Cesare Pavese – El oficio de vivir – Traducción: José Agustín Goytisolo)
Sobre la
Guerra y el impacto que tuvo sobre Pavese ya he hablado anteriormente. La
superación de la peor contienda de la Historia supuso un reto para el
Pensamiento en todos los niveles y, en cierta forma, y con razón, hizo pensar
en el fin de una era, siendo el comienzo de otra un canto amargo al pesimismo y
a la desconfianza en el hombre. Lo que sigue es muy complejo; las guerras nunca
acabaron y las hemos tenido cruentas incluso en el corazón de Europa.
El término
amigo se suele utilizar con demasiada ligereza y cobra una importancia
fundamental cuando hablamos de Pavese. Natalia Ginzburg dijo de él que
detestaba al sabio solitario en el que se había convertido, puede que a su
pesar, pero por otra parte alimentaba rehuyendo las conversaciones en la
Editorial Einaudi con algunas de las personas que le eran más queridas, ante
las que ponía el gesto contrariado de una persona que ya sabía de lo que se le
iba a hablar y no quería malgastar las palabras.
*********
Hace tanto
te siento y no llevo tu nombre
como si fuera mío y pudiera abrigarlo,
tu buzón está lleno
de caricias que mueren
y no saben llegar a la orilla del rostro
que apenas puedo ver y sabe que lo vivo,
el mío está vacío y triste hasta la muerte.
(Queja)
Alguna vez he pensado que Pavese
podría haber sido un personaje mayor que sacara adelante con sus pensamientos y
sus sentimientos una novela de Camus; comprometido, aunque sin aspavientos,
hasta el punto de ser encarcelado y confinado a un lugar donde el aire forjaba
los barrotes e insistir en un mutismo inquebrantable no solo para proteger a la
mujer que amaba siempre sino también a otros compañeros que para él eran unos desconocidos. En realidad, toda su
vida hasta la caída de Musolini estuvo en el alambre sin que cambiara su gesto,
sin insinuar, ni siquiera en voz baja, que fuera un hermoso mártir ni un héroe
revolucionario; sentía pavor ante la violencia física. Cuando acabó la Guerra
se afilió al Partido Comunista y argumentó como motivo principal que para estar ideológicamente al lado de sus amigos, supongo que quería decir sentimental,
solía repetir a lo largo de los años que la política le importaba un bledo.
Es muy
probable que nunca saliera de Italia y en ésta apenas estuvo en unos pocos
lugares, alguna vez forzado a un exilio interior y otra como refugiado que huía
de los horrores de la guerra, entre sus remordimientos más dolorosos estaba el
reconocimiento de su cobardía.
Su desgana
vital no fue como consecuencia de haber vivido intensamente y se llegara a un
punto en el que ya nada puede sorprender, así sería el “Spleen”, más inducido por una
moda que real, de algunos modernistas, sino de no haber sabido vivir nunca.
Ateo convencido, muy a su pesar, tuvo una gran crisis en Serralunga, en donde
se había refugiado durante la guerra, y durante un tiempo leyó los Evangelios y
asistió a los oficios, quizás pensara en la soledad de Cristo cuando predicaba
entre las multitudes o cuando acometía su noche más larga.
mensajero perdido en un intento vano
de retener los ojos
de aquella que me mira
como a un muro indolente que muere sin testigos.
Es preciso estar solo para hablar con la muerte.
Amó, por
encima de todo, a la mujer, y hay quien piensa que nunca olvidó a aquella que
tenía la voz ronca y dulce. Los más tiernos, los que sueñan con el amor eterno,
insisten en ver su huella incluso en sus últimos poemas, escritos al final de
su corta relación con la actriz Constance Dowling. Pienso que no hay razón para
dudar, esos once últimos poemas están consagrados al amor que iba perdiendo,
como siempre, de la actriz estadounidense, lo confirman, no solo las fechas,
sino también las cartas de despedida en las que la llama poéticamente “rostro
de primavera” al igual que en el poema deslumbrante de tristeza en la inquietud
desconcertante de la espera “Los gatos lo sabrán.”
Sorprende
que no hiciera demasiadas menciones a su madre, Consolina, de quien nos ha
quedado la imagen de un muro inabordable y cuya falta de cariño, al menos
aparente, ha sido, con frecuencia, señalado como la causa primera de su
inseguridad y de la angustia de las que no supo librarse a lo largo de su
existencia, y a su hermana, María, con quien compartió los últimos años de su
vida, ella lo cuidaba y vigilaba su frágil estado emocional. De todas formas,
parece ser que hubo una estrecha relación entre los dos hermanos, más allá de
una rutinaria escena familiar entre dos seres que pertenecen a mundos
distintos, queda constancia de cartas en las que le habla de confidencias y
pesares.
*********
Pavese lo
dijo y pienso que estaba en lo cierto; un hombre crea una obra de arte y es
otro hombre quien la juzga. No entenderé nunca que un artista, por muy bueno
que sea, se crea superior a cualquier otro hombre que cumpla con su obligación
por muy humilde que esté considerada socialmente.
*********
Nunca
debemos exigirle al poeta que encuentre la verdad pero sí que la busque. No
debemos lamentarnos más allá de lo aconsejable cada vez que nos equivoquemos,
lo más probable es que nunca dejemos de hacerlo, es la burla que el destino nos
reserva a quienes pensamos. Pero debemos recordar que hay auténticas obras
maestras que se sustentan en un error grave o en un carrusel de equivocaciones de consideración.
Me acerco a Cesare
Pavese en estos terrenos destinados a no hacer concesiones, que quizás haya
hollado anteriormente aunque no tenga el recuerdo, con la intención de
rendir un homenaje íntimo a un poeta crucial en mi vida[2].
Para moverme en la
senda de Pavese tuve que reflejar mi repulsa hacia el perfil más perverso y
brutal que, demasiadas veces, exhibe el hombre medio[3] que, amparado en el
anonimato de la mediocridad, deja naufragar en su isla a aquellos que no
comprende por más que los reconozca bellos y cargados de sinceridad, y no tiene
el menor sentimiento de culpa ante una tragedia que ha estado presintiendo
durante mucho tiempo. Es la norma lo que le mueve, el poeta, en cambio, es un
extraño que no sabe adaptarse al mundo de todos los días.
El hombre de la
calle, para quien reclamaba un destino
que no podía medir[4],
carecía de la sensibilidad que le acercara a un drama que había que vivir con
uno mismo, nadie puede comprender la soledad en el amor cuando se convierte en
una necesidad obsesiva que no se alcanza[5]. Aquí podríamos añadir que
tampoco tuvo mucha ayuda en el ambiente literario.
El amor siempre lejos, esquivo y angustiado.
aunque fuera en la distancia
de los libros que nunca había querido leer.
(F.E. León)
Pavese sentiría un
amargo desasosiego y la repulsa hacia sí mismo cuando veía a las parejas que
regresaban de un paseo por el campo en el que, quizás, hubiera habido un
encuentro amoroso que delataban los cabellos desordenados, las briznas de
hierba sobre una humilde blusa con un botón desabrochado y un rostro que sentía
una satisfacción que no podía ocultar aunque bajara los ojos en un intento de
no querer transmitir lo que acababa de vivir y se añadía a las hojas de un
cuaderno apenas escrito que vibraba con caricias ante el vacío plagado de
palabras de su diario que cada vez estaba más lejos de la calle y de la vida.[6]
Nada sabe del viento la mujer que duerme
y respira; la tibieza de su cuerpo
es la misma de la sangre que murmura en nosotros[7].
Pero la realidad
vino a decirnos que ninguna de las mujeres con las que intentó mantener una
relación era una de aquellas muchachas de su pueblo; empieza la leyenda de sus
fracasos, en Turín, con una compañera de instituto que no le hizo caso y sigue con
dos modestas bailarinas. A partir de ahí las mujeres que aparecieron en su vida
solían ser cultas y, en algunos casos con delirios de grandeza, a veces
justificados; Fernanda Pivano y Bianca Garuffi resisten por sí solas dignamente
en las enciclopedias, que no propiciaron un acercamiento humano a un genio cuya
característica más acusada y en la que tenía un talento tan inmenso que
emulaba con el literario, era la tristeza.
Sin que haya un
acuerdo en los detalles se cuenta que fue marcado para siempre por el tragicómico
desdén de la segunda bailarina, a la que fue desviado por una compañera que no
soportaba la pesadez del poeta; la cita y el plantón bajo la lluvia es todo un
hito para los intelectuales italianos; se cuenta que, sin resguardarse, con qué
sentido, estuvo allí desde las seis de la tarde en que habían quedado hasta más
de la medianoche, cuando ya había dejado pasar el último tranvía. Las consecuencias
tampoco encuentran una medida; hay quien dice que le provocó una bronquitis
crónica, la misma que le eximió de ir a la guerra años después, para defender
el honor del Duce, hay quien habla de un mes de reposo y quien reduce los
daños, que no fueron pocos, al impacto que esta historia tuvo en su autoestima.
Sea como fuere, Pavese siempre estará a las puertas de un café que,
ocasionalmente servía como teatro, sin techo bajo la lluvia, reservándose un
castigo que pudiera aligerar su herida, esperando que cumpliera su
promesa una bailarina.
Como curiosidad
podemos decir que el último intento de encontrar el amor de Pavese no fue una
bailarina. Sin embargo, la Pierina poética, de nombre Romilda Bolleti, es muy
probable que estuviera bailando cuando se conocieron, como una chica de la alta
sociedad que era, liberada y adelantada a su tiempo. Mantuvo con ella una
correspondencia intensa y de gran valor literario en la que Pavese volvió a
evidenciar, dramatizando en exceso sus miserias emocionales y comunicativas, su
torpeza en el trato con las mujeres. Es posible, hay quien afirma que quedó
registrada en la recepción del hotel, que la última llamada que realizó
antes de su suicidio fuera la destinataria y que fue bastante desconsiderada al
rechazarla. Maruja Torres llegó a decir en un artículo que Pavese era un
plasta, cada uno tiene su forma de interpretar el desparpajo, yo prefiero decir
que era demasiado profundo, como Nietzsche, y que pocas personas quisieron
asomarse a sus abismos.
A la incomprensión
en la poesía en una Italia lacerada por la grandilocuencia
de una gloria anhelada o la persecución estética de un futuro que ya había
pasado[8], Pavese
opone, cercano a los existencialistas, un pensamiento que habla de la angustia
de vivir. Plaga su diario de citas breves, que miran a la cara la realidad
tortuosa y mística del amor; las palabras solo aroman unos segundos y después
se convierten en el humo que nunca dejaron de ser cuando hablamos de un
sentimiento que no ha llegado a nacer, esta contradicción sentida con
sinceridad sigue siendo un muro para acercarnos a un poeta como Pavese que no acabó nunca de
mostrar en su verso los rasgos de modernidad superficiales[9], su experimentación estaría en el fondo,
son relatos que no están exentos de lirismo su propuesta en el único poemario
que publicaría en vida. En estos poemas sorprendentes realistas y tiernos
radica una de las razones que lo mantienen vigente para el público, cada vez
menos numeroso, que ama la poesía y el hecho de que hoy día se le dé más valor
a una obra poética que tuvo una repercusión modesta que a su narrativa que
triunfó plenamente.
Es difícil saber si
hemos interpretado bien a nuestros poetas, aunque creo que lo importante es
abordar con pasión lo que se nos ha quedado en la memoria y sigue vivo en
nuestro deambular por los recuerdos inextinguibles de las calles vacías de una
infancia cualquiera, ese lugar donde transitarían en su caso las frustraciones
que determinaron su carácter reservado y taciturno; su madre era severa hasta
la inflexibilidad, llevada por la amargura de tener que arrastrar sus celos ya
que su marido la engañaba frecuentemente. Nada hace a un hombre más vulnerable
con las mujeres que haber tenido a un padre mujeriego y una madre que,
amargada, no supo mostrarle su cariño[10].
En Cesare
Pavese observo la soledad de un hombre bueno e íntegro que no podía comprender
los intereses mundanos porque nunca tuvo lo que cualquier persona tiene[11], nunca pudo cotejar su sombra hacia otro olvido
que no fuera el de su sangre[v], la dificultad extrema en entablar una
relación amorosa del solitario que amaba a las mujeres con una devoción
enfermiza; su misoginia[12], reflejada en “El oficio
de vivir” no sería sino una reacción de su fracaso con las mujeres, lastrado
como estaba por la timidez y el miedo que le provocaba su impotencia[13], sus remordimientos por
no haberse echado a los montes donde algunos amigos murieron y otros no
regresaron nunca aunque conservaran la dirección y el nombre.
Vale la pena estar solo
para estar siempre más solo aún.
La poesía que
buscaba como un sueño indefinido que solo le visitaría de tarde en tarde a raíz
del desengaño, la desaprobación y la indiferencia que le supuso su único
poemario publicado en vida, Lavorare stanca[vi], uno de los más destacados
que se recuerden.
Supongo que él no
hubiera podido imaginar que se le recordaría por sus últimos versos, esos que
surgieron de un deseo no realizado, esos que no nos advertían que trabajar
cansa pero nos decían que la muerte tiene los ojos color avellana y que ningún
hombre se quita la vida por el amor de una mujer mientras los gatos saben que
nunca acaba la espera de aquel que se consume por un sentimiento que no podrá
morir en un último encuentro que ya pasó[vii].
Es preciso
encontrar, en la maraña de lo que nunca escribiste, las palabras que mejor te
representen para encontrar una salida a tus equivocaciones, para decirle a los
vientos cuando recorran tu calle que pasabas por allí, que, aunque nadie lo
recuerde, alguna vez viviste, que tuviste una amante aunque nunca yacieras con
ella, y un amigo aunque hayas olvidado su rostro y su nombre pero recuerdes su
sonrisa en los días grises y un pueblo que recitará tus versos de mala gana
porque te has convertido en la única posibilidad de que algunos se ganen la
vida ayudando a estudiosos y periodistas a recorrer la pequeña senda de un
poeta que, casi siempre, vivió en la ciudad, pero no dejó nunca de soñar en las
colinas, la vieja torre, la calle silenciosa en la tarde del verano…
III
Tendido en mi sudario
se apagará conmigo
el muchacho que tiembla en la colina
con el polvo cegándole los ojos.
(Segunda Guerra- F.E. León)
El delicado estado de salud[viii]
que padecía hizo que Cesare Pavese no estuviera en el frente durante la Segunda
Guerra Mundial, hubiera sido terrible combatir al lado de los fascistas. Pero eso
no fue suficiente para evitar que la viviera con una angustia intensa y que
floreciera en su alma un sentimiento de culpa que le corroía y en el que
invocaba a compañeros perdidos que se echaron a los montes. A pesar de los años
y las dificultades implícitas a un tiempo de guerra seguía pensando en
Battistina Pizzardo[15].
Intento reconstruir mi relación con Pavese, lo
considero un poeta imprescindible, sus poemas me han acompañado desde 1981 y he
tenido la suerte de que José Agustín Goytisolo estuviera entre sus traductores.
De vez en cuando
hablo de su soledad con Laura, y cotejo sus errores con los míos y no hay manera
de que pueda acercarme a su drama cotidiano. Era taciturno, silencioso, grave,
sus flores no nacían en un recuerdo claro que atrajera a los ojos alegres que
pasaban por su vida y temían enamorarse de él por su tristeza. No fue un niño
feliz y lo mostraba en cada gesto, en las calles desiertas caldeadas por los
soles del estío.
Pienso que Pavese y yo jugamos con un margen de error
pequeño por diferentes motivos, por circunstancias dispares; él era sincero
cuando decía que el triunfo de una persona era medido por las cosas más
elementales de la vida; satisfacer a una mujer, conservar a un amigo, mezclarse
con la gente de su ciudad y tener las
mismas aspiraciones que las personas que luchan por mantener un trabajo o una
relación gastada que, aun así, a él le colmaría. Yo ni siquiera he podido
malvivir de lo que escribo y ha sido una de las reglas con las que he medido la
soledad del mar cuando lo inundan de banderas que no nos representan en el
viento. Pero he tenido el amor, aunque, casi nunca, he sabido verlo.
Tanto tú como yo, Elda, tenemos la suerte de no haber vivido una guerra,
eso no quita que no podamos tener una percepción de ella a través de lo que
hemos visto o leído. Estos versos tienen mucho que ver con la lectura de los
que Cesare Pavese escribió en 1945, me impresionaron en su día y no han dejado
de hacerlo, coincidían la guerra y la falta de amor.
El silencio y la noche mordían
con su abrazo
mi alma en la litera
y ardía el mundo de los tiernos y de los tristes
devastado por los celos de la espera que no muere.
(F.E. León)
Quise acercarme todo lo que pude a un poeta honesto que llevaba con
amargura no haber participado en la contienda al lado de los partisanos por
problemas de salud.
V
El 11 de Abril de
1950 se produjo la última ruptura amorosa del poeta. Constance Dowling, así se
llamaba la actriz norteamericana de la que se enamoró quizás no haría olvidar a
Pavese del que fue el gran amor y la gran decepción de su vida; Battistina Pizzardo,“la
mujer de la voz ronca y dulce que no vuelve del silencio frío", pero pudo
haber sido una tabla a la que asirse para vencer esa manía de soledad que le
corroía.
Se conocieron
durante el rodaje de una película y ella se marchó en busca de un sueño que
nunca consiguió; triunfar en el cine en su país de origen. Los poemas escritos por Pavese aquella
primavera son los más recordados y los ojos color avellana de Constance
quedarían asociado a los de su muerte.
Tu alma aún desvela tu cita con
los ángeles
del pórtico que sueña con el amor
eterno;
no vuelve del silenciolo
que nunca dijiste
y ardía en tu mirada,
Cesare nunca tuvo lo que siempre
he tenido;
cuando llega al albergue
siempre escucha la ausencia de la
voz que le hiere.
(F. E. León)
[iii][iv] La modernidad en la poesía de
Pavese está en el fondo. Ahí radica la aceptación natural que tiene Pavese en
el, cada vez más escaso, público que ama la poesía.
[v] Natalia Ginzburg, quizás un amor
correspondido que Cesare no supo o no quiso ver, afirmaba siete años después de
su muerte al visitar la habitación del hotel en la que se había suicidado, que
nunca tuvo casa propia, que nunca compartió con mujer alguna un despertar
mientras sus ojos enamorados lo miraban.
[vi] Trabajar cansa. Hay quien
considera “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1950)” un poemario,
particularmente pienso que son poemas sueltos.
[vii] Se piensa que las últimas
llamadas que realizó y quedaron registradas en la recepción del hotel, al menos
un par de ellas fueron dirigidas a Constance Dowling.
[1]Manía de soledad. Todos los
versos de Pavese que se citan en estas cartas fueron traducidos por José
Agustín Goytisolo.
[2]Somos
conscientes de cuando un artista nos llega de una manera especial, nos resulta
difícil explicarlo, pero sentimos una satisfacción profunda de que así sea,
sobre todo cuando observamos en él unos valores consolidados y firmes..
[3] Ese hombre
que pasa de hacer el saludo romano al Duce a levantar el puño para los
partisanos.
[4]aunque fuera en la
distancia de los libros que nunca había querido leer
[5]Pavese no era
un idealista, no tenía una gran exigencia sobre lo que hubiera llamado amor,
compartir un hogar, una cama, un destino hubiera sido suficiente, sin tener que
arrojarse a los brazos del enamoramiento.
[6]Hay que volver del silencio para
que hable la soledad, eres sólo un vehículo que temes tanto a la muerte que no
podrás permitir que ella se acerque a ti.
[8]Ejercida
con maestría por unos pocos que, además, le quitaban los ropajes de la
intrascendencia, demostrando que la poesía le debe más al estado emocional de
lo que se escribe que a la forma´.
[9]Ejercida
con maestría por unos pocos que, además, le quitaban los ropajes de la
intrascendencia, demostrando que la poesía le debe más al estado emocional de
lo que se escribe que a la forma.
[10] Pavese se
movió sin solución de continuidad entre la misoginia y el amor a las mujeres.
Podemos pensar que la primera era guiada por sus fracasos continuos, por el
recuerdo de una madre que nunca lo quiso (al menos es lo que él creía y, por lo
tanto, lo que sentía fuera o no fuera cierto), era un desahogo en el que
derrochaba ingenio en chistes de mal gusto al alcance, en cuanto a significado,
de cualquier parroquiano insensible, parece más creíble su penetración sincera
en el alma femenina que se desarrolla en sus novelas, especialmente en “La luna
y la hoguera”.
[11]Constance
y Cesare se conocieron durante el rodaje de una película en Roma.
[12]Entre la
ironía y un sarcasmo cercano al de un parroquiano ignorante y convencido se
explaya con algunos comentarios de indudable mérito literario.
[13]En el Diario
de vivir escribe acerca de sus problemas de impotencia, eyaculación precoz en
suma; su incapacidad para satisfacer sexualmente a una mujer.