But February made me shiver
With every paper I'd deliver
Bad news on the doorstep
I couldn't take one more step
I can't remember if I cried
When I read about his widowed bride
But something touched me deep inside
The day the music died
With every paper I'd deliver
Bad news on the doorstep
I couldn't take one more step
I can't remember if I cried
When I read about his widowed bride
But something touched me deep inside
The day the music died
Don McLean, el chico que aquel 3 de Febreo de 1959, repartía los periódicos con la funesta noticia del accidente en primera plana, fue sincero cuando le preguntaron por su carrera, dijo que viviría para siempre del día que la música murió. Este impresionante monumento con un título de un cripticismo extravagante cuyo autor se regocija en no ayudar a desvelar; ¿Pastel Americano?. La canción, una de esas joyas que brillan de tarde en tarde, tiene una letra a la altura de los mejores poetas y un ritmo in crescendo que se extiende, casi, por toda la canción, no tuvo continuación, que recuerde de McLean solo puedo citar otra canción de gran mérito, Vincent, un emocionado mensaje con el alma de Van Gogh.
Pero febrero me estremecía
con cada periódico que entregaba,
malas noticias en los portales,
no pude dar un solo paso.
No puedo recordar si lloré
cuando pensé en su chica viuda,
algo me caló muy adentro
el día que murió la música.
Buddy Holly tenía un talento equiparable al de Lennon o McCartney, una sonrisa eterna y la determinación de cambiar la música. Sabía lo que quería y lo demostraba en cada nueva composición que hacía. Murió, junto a Ritchie Valens, The Big Bopper, y el joven piloto que conducía la avioneta, aquel día condenadamente frío de Febrero, llevándose con él las canciones que, sin duda, hoy estaríamos tarareando sin saber por qué. Como en un guión que hubiera escrito un visionario que creyera en el destino, parecía que el único de los tres músicos que estaba predestinado a morir aquel día era Buddy Holly; The Big Bopper logró su plaza, la avioneta solo tenía cuatro contando la del piloto, a costa de uno de los acompañantes de Holly, a causa de la fiebre, el autobús disponible tenía estropeada la calefacción, y Ritchie Valens estaba resignado a largas horas de travesía temblando cuando el otro músico de Holly que le propuso jugarse la última plaza con él y la perdió.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.