lunes, 8 de diciembre de 2014

Wish You Were Here

  14 de abril de 2014


      Esta canción de Pink Floyd era la que más nos unía, quizás Star Man o Five Years de Bowie estuvieran ahí, entre las nuestras. Pero era el talento como compositor de Roger Waters, la voz de terciopelo de David Gilmour y el recuerdo del genial y malogrado Syd Barrett los que hicieron posible esta canción que pasa por ser una de las maravillas imperecederas del pop-rock.



¿Puede ser tu amigo alguien con quien solo una vez te tomaste una copa y que, en buena lógica, pertenecería al ámbito de los compañeros de trabajo o de los conocidos que te caen bien? Hace una semana hubiera dicho que no, ahora pensando en lo que una persona deja en ti, aunque ni siquiera lo hubiera pretendido, cambiaría la respuesta. No puede ser sino un amigo alguien que te enseña a amar a Bach y a Schubert en sus gigantescas dimensiones, que te deja algo de su erudición y de su bagaje cultural,  de su independencia, a pesar de sus equivocaciones, que, aunque entre líneas y de una forma difusa, te habla del sufrimiento y de que ha llegado a odiar Pequeña serenata diurna, probablemente la canción que más amaba.


       Roberto y yo teníamos muchos puntos en común, empezamos muy pronto a trabajar en la misma empresa, aunque en distintas ciudades, ambos estábamos ya casados y teníamos un niño, casi de la misma edad, más o menos como nosotros mismos, ambos pasamos en circunstancias desfavorables por la casa de putas de nuestros patronos, que, al fin y al cabo, eran empleados públicos como nosotros, aunque no lo tenían muy claro. Las encuestas indagaron en nuestras almas y nos enseñaron lo dura que es la vida de aquél que trabaja por objetivos y depende del público, una pesadilla en sí misma que se retuerce sin rumbo si le añadimos la estupidez de un jefe que se cree demócrata porque deja de votar a sus empleados y moderno porque le gusta Ricky Martin.

       Los dos adorábamos la música, él situaba la clásica varios peldaños por encima de la popular. Intenté explicarle, en vano, que si Mozart hubiera nacido en nuestros días se llamaría Paul McCartney y Bob Dylan sería Beethoven. Salvaba muy poco de estos tiempos modernos, lo bueno fue que coincidíamos en nuestros gustos sobre la música del momento. Pink Floyd y dos de sus cinco obras maestras los tenía en cuenta como si se trataran de auténticas sinfonías; The Dark Side of the Moon (La cara oculta de la Luna) y Wish you were here (Ojalá estuvieses aquí) eran situadas en su mente dentro del terreno de lo imprescindible, el viaje al sonido que nos recomendó cuando éramos muy jóvenes uno de los críticos del rock más importantes que ha habido en España.

       Vamos a imaginar que somos músicos y que somos muy buenos, tocamos y componemos en esta banda. Él no podría haber sido otro que Syd Barrett, yo tendría en Roger Waters el yugo que somete a mi propia creatividad. Él ha decidido dar un carpetazo involuntario con todas sus fuerzas y me deja un poco solo en la tarea de sacar la empresa adelante. Tres años duros, muy duros con discos experimentales y confusos, y otros, además, mediocres. El asunto empieza a aclararse con la ensoñadora y fascinante Echoes, hay que dar el paso definitivo, dejamos de tocar en público para concentrarnos en cuerpo y alma a ese proyecto. De repente, vuelve a aparecer Roberto, en esa nostalgia, en esos sueños perdidos. Waters se saca de la manga Brain Damage (Cerebro dañado) y lo fusiona magistralmente con Eclipse.

       El grupo tarda dos años y medio en publicar un nuevo álbum, en éste, el guiño antológico que hemos comentado es la espina dorsal desde la que dimanan todas las pretensiones de ofrecer un homenaje sincero y angustiado. La sinfonía de nuestros días es Shine on you crazy diamond ( me atreveré a traducirlo así;  Brilla sobre ti un diamante loco). Esta canción, la más trabajada y de más nítido sonido, iba a dar el título al álbum, afortunadamente lo cambiaron por Wish you were here, Les adieux de todas las horas para los amantes del genio malogrado del rock.

21-11-2014

       Quizás, P., la muerte sea no sea una paradoja sino una metáfora de la vida, el espejo en el que todos acabamos reflejándonos, solamente he escuchado dos o tres veces la canción que más nos gustaba en común en los últimos días, pero he repetido muchas veces en mi mente "Wish you were here. "

23-11-2012

          La música fue el hilo conductor de casi toda nuestra relación. No fue un capricho que intentara articular todo el poema sobre ella. No aparecen compositores españoles de música clásica porque, erróneamente, no le gustaban. De la otra música, como decía él, hice referencias a Pink Floyd y a Georges Brassens, pero me olvidé de David Bowie y su Ziggy Stardust.

       Ya ves, Beatriz, he puesto "Wish you were here" mientras te escribo y no solo por Roberto sino también por Syd Barrett que fue quien inspiró esta canción por su deriva mental y emocional. Leía durante aquellos días, en el prólogo que Antonio Tabucchi escribió para "Fragmentos" de Marilyn Monroe, acerca del problema que arrastran las personas sensibles e inteligentes para situarse en un mundo que no es el suyo. Creo que en esto último situaría el paso de una noticia que me afecta más conforme avanza el tiempo. Pretendí que todo lo que se decía en el poema fuera cierto. Al final, nos queda la música.

21-12-2012

       Me llama la atención, M., que hayas definido el poema como "Elegía" y efectivamente lo es, la razón es que lo publiqué hace unas tres semanas en un Foro, en el que hay una calidad inusual para este tipo de asociaciones, y mi sorpresa fue que, en las pocas y muy buenas críticas que tuvo, (pasó casi desapercibido) nadie mencionó esa palabra. En algunos casos no me queda la menor duda de que sabían que lo es y no era necesario mencionar lo obvio, pero en otros no estoy tan seguro, eso me hizo leer varias veces el poema para ver hasta que punto podía no explicar con claridad el asunto. Me alegro de que lo hayas visto tan claro.


21-12-2012

       Gracias, J., siempre llena de satisfacción que alguien a quien no conoces se acerque a tus poemas y deje constancia de ello. Es un poema para el que se me hace difícil encontrar las palabras para mostrar el agradecimiento que, sin duda, merecéis. En este caso, me hubiera perdonado a mí mismo que no saliera bien; sé que habrá quien lo vea así, pero nunca que no hubiera puesto todo de mi parte para que así fuera.



A Roberto Alonso

What have we found? 
The same old fears 
Wish you were here1

(Roger Waters – David Gilmour)

¿Qué hemos hallado?
Los mismos miedos de siempre.
¡Ojalá estuvieses aquí!



Adiós, esta música celta se ahoga 
sin latido, sin gaita que despierte 
en los recovecos que ha dejado tu figura, 
tan olvidada de ti mismo que recurre 
al ensayo de un adagio enrevesado 
que se pierde en el aire, su vereda, 
para no tocar las manos que lo arrancan. 

No quisiste ver el mar antes de la alborada, 
este mar que saluda desde ventanas grises sin pañuelos, 
desde la melodía sin ritmo de las olas 
que hacen que te recuerde la guitarra sin cuerdas 
que tocaste cuando llevabas el pelo largo, 
creías que te llamabas David Gilmour 
y cantabas con voz de terciopelo emocionada 
“Ojalá estuvieras aquí”. 

Has de mantener alta la frente cuando cruces 
el bulevar sin gloria que erosiona con sus garras el olvido, 
cuando apures el vaso que te lleve hacia las sombras, 
cuando habites en el lugar tenebroso 
donde Hades domina 
al fondo de la escalera sin barandas 
donde acaban el dolor y los recuerdos. 

Adiós, tenaz compañero que apenas los nombrabas 
cuando en tus entrañas se desangraba tu suerte 
por haber errado el rumbo 
en la ciudad de los milagros, 
cuando Beethoven gemía sintiendo un claro de luna 
y tus ojos se empañaban de la melancolía 
que nunca encontró tus labios, ni acarició tus manos, 
y todo se desterraba hacia dentro 
cuando un fallo del sistema te absorbía la mañana. 

Adiós, quizás las penumbras no sean tan oscuras, 
quizás se calme el viento, triunfe la Primavera, 
y un ruiseñor de luz se adueñe de tu noche 
para seguir cantando donde reina el silencio. 

Si la música suena en el país de los tristes 
adonde fue expulsada  para enjugar una lágrima, 
donde otra muerte asombre con sus curvas de ninfa 
y su túnica abra con un sarcasmo hiriente, 
entonces, quizá entonces 
reclames el aliento, las ganas, la sonrisa 
que tomar no quisiste 
cuando estabas a tiempo 
de comprar un billete para el viaje a Viena 
donde suena la flauta mágica y ensoñadora 
de un Mozart prodigioso que en su delirio te saluda.


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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.