jueves, 30 de julio de 2015

No hablaré de poesía




No hablaré de poesía cuando el sol de la tarde
me deje en el instante de los rayos que mueren,
ni hablaré del calor perdido en los balcones
ni de la longitud de tus manos abiertas.

No podré ni llorar por lo que no comprendo
ni ofrecerte la llama que hierve por tu nombre;
sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.

Me abraso en tu mirada de sueño adolescente
y guardo en la memoria rincones sensitivos,
no me puedo cubrir de aquella soledad
para volver a amarte como si hubieras muerto.

Esta ciudad que fue cuna de mi agonía,
hoy me lleva hasta el mar profundo de la queja;
se me nublan los ojos cuando escucho tu voz
que inunda el vaporoso gemido de los puertos.


(Publicado el 29 de Septiembre de 2011)

miércoles, 22 de julio de 2015

Ya escucho aquellos versos




Ya escucho aquellos versos como si fueras otra,
como si hubieras ido
a traspasar las dudas de los mitos de piedra.

Pero yo estoy aquí, en el árbol, la fuente,
en tus ansias de sol, en flores que no hablan,
en estrofas que anidan alma de soledad
sin buscar un poema que destrone los llantos,
sin encontrar el ritmo, sin ver una palabra.

Ya escucho tu sonrisa en el mar que se aleja
y busco en otra playa de tu arena la orilla,
vivo como un olvido flotando entre las aguas
que se alejan de ti, sin poder detenerte.

domingo, 19 de julio de 2015

Carta a Laura desde las sombras

Abdiqué de la luz.

                            Ahora soy viejo
y estoy perdido entre las sombras,
enredado en el tiempo y en la muerte,
como tú...

(Arturo Maccanti)

 Espero tu respuesta,
cae la nieve sobre mi comportamiento
y te enfadas por mi forma de luchar
contra las embestidas que me llegan.

No puedo dejar de ser
ese toro bravo que entra a los castigos,
sin otra razón que por escuchar
el goteo de su sangre,
la llama helada de su corazón

en lengua ardiente.

No hay vanidad
sino ansias
de compartir las emociones
que me embargan.

Vengo de un corredor de casas
cuyos dueños eran judíos,
en las que cantaban hacinados
el flamenco mortal
de la alegría
los andaluces marineros
que reventaron el alba
en el primer destello de mi nombre.

Cerca fluía el arroyo
hacia el que voy y no me importa,
allí encontraré a mis primeros amigos
cuando nos inunde el tiempo
y sean como nosotros
los que nos despreciaron
por nuestra pobreza.

Construyeron edificios
altos
sobre los huesos tibios de la colina
pero yo seguía viéndote en la cúspide
con un pañuelo herido de paz
y una elegancia irreverente y firme
que me mata de celos

quisiera de ti tener
verbos de lo innombrable,
y hasta la norma estricta de tu muerte.

La poesía enfermó de inconsistencia,

formalidad y de hastío
el último septiembre,
¿a qué labios habrá ido
a recobrar la locura? 



¿Qué trovador discreto
y apasionado
se alejó para siempre de sus islas?

La vieron en Nueva york
queriendo arrancar las ausencias
de Strand
en un lienzo de Hopper
serio y desangelado.

Los poetas, Laura, ya no están locos;
se envían flores
envenenadas con olor a naftalina
en espacios abiertos,
pétalos de papel
que desprecian el ritmo y la rima
y que huelen a cieno estancado.

No se nos ha perdido
la primera caricia,
aún no está enterrado
nuestro beso primero
en los huertos hollados
por las sombras y la rutina.

Debo andar por los escombros
en los que se humilla al monte de mi infancia
para volver a hablarle al viento
¡Dios mío, cómo te amaba!

En la pequeña ciudad
que ha perdido la luz
de los escaparates
y arrincona su lengua,
todos los hombres
llevan el mismo traje,
todas las mujeres se parecen,
pero tú, amor mío,
habrías de traspasar la entrega
del cristianismo antiguo
que hierve en tu pecho,
duermes entre las flores,
abres mi corazón
al latido de un verso que siempre se extravía,
en la noche de abril de un beso que aprisiona,
mientras Neruda duerme abierto entre tus manos
en un banco rojizo de un jardín de la Argentina.


(Publicado el 9 de Diciembre de 2014)

sábado, 18 de julio de 2015

Vienes




Vienes de aquella casa que quedó en la colina,
escuchas el lamento del pájaro enjaulado
mientras gimen las nubes y tiembla la esperanza
vienes de aquel deseo que nunca abandonaste.

Aunque tú no lo sepas me hablas del silencio
que bulle en ese espacio que ya no tiene muros,
edificas el sueño de la canción lejana
para que yo te toque sin música en el viento.

viernes, 17 de julio de 2015

En la encrucijada






Me miraste a los ojos  como si fueras vida
y tu aliento guiara la lengua de los astros.
Ya no soy joven, vuelvo
como un fantasma errante
que persigue el acento que tuviste en la aurora
como si fuera fuente que nunca detenido
manara en los deseos de un ansia indescifrable.

Me miraste en el cielo  y los dioses sin nombre
nos dieron una nube para rimar caricias,
cayeron los destellos  en la herida que vuelve
siempre con tu mirada, noche abierta y en calma
que me tiembla en los labios
al pronunciar tu estrella y llamar al destino,
y me duele alejarme
del hombre que te amaba con anhelo y candor
en la ruta y el monte que guardaban las vías,
sin cortinas la tierra nos dejaba su aroma
y el velo de su olvido para cruzar los puentes.  

Fuiste mía en silencio un instante sin pausa,
te miré a los ojos como si conociera
la sed de tu garganta, de tu alma el empuje,
y el valor de tu orgullo doliente que esperaba
la gesta y el milagro vivo de mi sonrisa
acosada en el verde muro de los fracasos.

Fui tuyo ¿no te acuerdas?
¿no arrancas de tu mente que indaga en el pasado
las raíces que huyeron de flores de mi infancia
para sembrar tu orilla que guardaba los versos?

En el patio extraviado, en la calle sin luces
quedó un niño sin habla
que te pide el secreto que entonces le arrancaste
de noche entre las velas para dormir sin sueño.

Fui tuyo, nuestro encuentro
arroparon romeros sin savia ni destino,
vuelos de mariposa cerca de la bodega
te hablaron de mis tardes entre la siempreviva
que dormía en tus manos.
Sin saber que existías reconocí tu rostro,
en los caminos bruscos que teje la fortuna
te amé con la locura de un buscador sin norte.

Fui tuyo, lo que tuve lo tuvieron tus brazos,
y sin pensar te di
más de lo que tenía;
lugares y misterios que nunca imaginaste,
madrugadas que hablaban por ti mientras soñabas
y llenaban tu isla de palabras y flores.

Fuiste mía en el aire
de un instante perdido
que siempre sabe dulce en la voz del recuerdo,
te adentraste en mi alma como estela que sigue
prisionera en la luna de los besos del alba.

Fuiste mía y no pude saberlo ni vivirlo
pues tu rostro tejía la amargura temida
por cualquier erosión  de tu mundo soñado,
y emergía tu dueño
que siempre violentaba  la hora del amor
tierno que navegaba por el mar de las dudas
hacia la encrucijada de tu amargo lamento.

Aún te veo vagar por aquellos caminos,
vuelvo a sentir la huella de la noche en tus ojos.
Lucho por tu sonrisa
en senderos de piedra, en rampas sin descanso
y es tan duro seguir cuando apartas la cara,
cuando hablas de vida
y piensas en la muerte.


(Publicado el  5 de Enero de 2014)