A Elda y su sonrisa taumatúrgica.
Por la Carretera Nueva
va Robert Bruce cantando,
el verde en la mirada,
luciérnaga de amaranto.
La boca se le nublaba
no le salía otro canto
que no tuviera en la noche
herida su negro manto,
pues llegando al Tarajal,
la paloma agonizando;
¡por el alcalde del pueblo
los pobres están llorando!
Perdido, sin saber que te duele y se asoma,
en esta alma errante que te acunó en sus
manos,
en estos días que pierden su nombre y su
racimo,
en esta enredadera oscura que crepita
en tu noche de amor que no encuentra
consuelo.
Y siguen los anuncios, las poses, los
estilos
en la ciudad que fue y extiende su cabello
para ocultar la rabia de los niños oscuros
que nunca encontraron el vientre de un
suspiro
en los escaparates que compran voluntades.
!Ay, Robert Bruce Banner,
los muertos siguen quietos y siguen su
camino;
listas en los periódicos
que nunca se publican
para que sean leídas por almas que se mueven
lentas como la tarde, miran, no reflexionan,
admiran a quien gana, desprecian al vencido!
Los ángeles rebeldes buscan otro destino
para cuando regresen la verdad y el acanto,
no hay arrepentimiento, dolor simple en
grisalla
y un grito de esperanza cubre cada caída.
Ya no sabes leer, escribir o pensar
¿En qué bando luchaste, tú que amabas la
risa,
qué rey quiso alistarte
siendo republicano?
Ya no buscas la playa batida por las olas,
ni el monte de la infancia vencido y
amputado
no queda una palabra que te hable de amor,
sólo viejas canciones rotas que te
persiguen.
Una sonrisa loca en los brazos de otro
te dice que tu barrio se adentró en la
tormenta
y este viento de marzo arrancó tus malvones
para invocar la lluvia que golpea tus
sienes.
¡Oh, tú que fuiste bravo y ungiste al
vencido,
no puedes ir al frente sin saber por quien
luchas.
¿ Quién disfruta en la guerra?
¿Quién es el enemigo?
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.