Y tú lees tu Emily Dickinson
y yo mi Robert Frost
y señalamos nuestro sitio en la cinta del libro
para medir lo que hemos perdido.
Cuando los espejos no nos reflejan porque hemos perdido el alma.
Creo haber vivido en un país
de sordos, hace mucho tiempo que las canciones y las olas se debaten y
mueren entre los pies de indolentes que duermen al abrigo del miedo.
Mirar hacia otro lado, huir de los problemas, salir adelante a cualquier
precio, es lo que me enseñaron. Ahora me pregunto si merece la pena que
mi barca siga a flote cuando se hunden las de tantos desconocidos que
sonríen, y la de algunos a los que a pesar de conocer sé que merecen la
pena. Y Robert Bruce Banner sigue solo y pensativo en la resaca nebulosa
de los puertos; el monstruo tiene alma aunque se arrastre, el héroe se
desvanece detrás de los laureles.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.