jueves, 25 de julio de 2019

Recuerdos de Lady Day


Te diré que te quiero;
nunca llegó el olvido
al corazón que aguarda y no tiene esperanza.
(Conversaciones con Laura - 17 de mayo



I

Cuando alcances el instante de aquella fotografía
que jugaba en las arterias de las sombras
llegarás a la soledad de un pensamiento 
que se aleja en el mar, de una mirada
que se cierra entre los edificios con amargura
y encontrarás la huella del rimmel encarnado
de una cantante que derrama su melancolía entre los escaños
abruptos que perdieron los laureles
y vuelven a la sangre
de una mariposa que se embriaga en silencio
con el último verso de un poema perdido
que podría ser él mismo que recitaste 
mientras yo te miraba
y que sigue cayendo
en tu alma cada vez que te llamo
con la desesperación de una estrella que canta su tristeza,
con la agonía de las farolas que se refugian en el olvido de las brumas. 

II

Solo puedo acercarme a ti para volver al silencio
y decirte
que eres el itinerario que perdieron las flores de la esperanza,
que tus velas se despliegan indefensas ante cualquier sonrisa,
que no quieres volver
a la frialdad de un requiebro innortado
hundido en la humedad de una almohada, 
que tu maleta encalló en el armario de los rieles del olvido,
y tu carmín se deshace en las fuentes ahogadas
de otra mustia melodía 
cuando fluyen la penumbra y el pesar de los escombros.

Ahora eres un poema cubierto por las hojas,
una resistencia amortajada 
que vaga en los andenes de los pasajes oscuros
con un llanto desesperado 
porque has perdido la llama oscura de los puertos
donde aún tiemblan las llagas escondidas
cuando cae tu voz en los dominios
descontrolados y perversos de la nieve de la noche.

Aún sostengo tu acento brotando en la cadencia
profunda y transparente 
del fraseo que hierve en cada quiebro afligido, 
aún espero que vuelvas desde ningún lugar.

He buscado tus zapatos en el techo de los parques,
en el rincón de los rastrojos
que juntos recorrimos con el alma estremecida,
con el vestido que aún vibra en la escena que muere
tierna entre tus labios, el bolso y la linterna.


martes, 23 de julio de 2019

He amado la sombra inquieta - 11 de junio de 2019

He amado la sombra inquieta
de tu vestido
en la nube profunda de tu canto,
la hiedra levantada inundando de palabras los muros
y la huella sentida que aún tiembla en mi garganta
cuando despierta la aurora de tu rostro.

He llegado a los tablones desiguales
de los atracaderos
esperando la llama oscura de tus manos,
en la farola de piedra
y su quejido de sombras cuando penetraba el humo
en la lúgubre taberna de los poetas vencidos
que nunca encontraron la ruta de un poema ,
en los juegos desarbolados
que llegaban a tu boca y encendían los deseos
en los mástiles desprendidos
 en la noche más oscura empapada por la niebla.

Solo puedo buscarte como una isla remota
que escucha en la mañana
la voz de los misterios
que levanta la huella de una palabra en la frente
que aún dice que me amas
y te entrego la higuera donde saltaban los pájaros,
el lienzo abandonado 
donde florecían los lirios y las ramas,
el cuaderno de espigas donde aún aparece tu nombre,
y te entrego 
la melodía de caricias 
que sonaba entre los arbustos en los recovecos de mi pasado,
entre la belleza peregrina de tu sonrisa en la almadraba, 
de los requiebros de amor que resplandecen en un poema mal escrito.

***

1


He amado la sombra inquieta
de tu vestido
en la nube profunda de tu canto,
la hiedra levantada inundando de palabras los muros
y la huella sentida que aún tiembla en mi garganta
cuando despierta la aurora de tu rostro.

2

He llegado a los tablones desiguales
de los atracaderos
esperando la llama oscura de tus manos
en la farola de piedra
y su quejido de sombras cuando penetraba el humo
en la lúgubre taberna de los poetas vencidos
que nunca encontraron la ruta de los versos ,
en los juegos desarbolados
que llegaban a tu boca y encendían los deseos
en los mástiles desprendidos
 en la noche más oscura empapada en la neblina.

3

Solo puedo buscarte como una isla remota
que escucha en la mañana
la voz de los misterios
que levanta la huella de una palabra en la frente
que aún dice que me amas
y te entrego la higuera donde saltaban los pájaros,
el lienzo abandonado 
donde florecían los lirios y las ramas,
el cuaderno de espigas donde aún aparece tu nombre,
y te entrego 
la melodía de las viejas canciones provenzales
que sonaban entre los arbustos y los recovecos del pasado,
entre la belleza peregrina de tu sonrisa 
inundando las barcas de la almadraba, 
de los requiebros de amor que resplandecen en un poema mal escrito.


***

1

He amado la sombra inquieta y tierna
de tu vestido azul
en la nube profunda de tu canto,
en la hiedra levantada inundando de palabras los muros
y en la huella sentida que aún tiembla en mi garganta
cuando despierta la aurora de tu rostro.

2

He llegado a los tablones desiguales
de los atracaderos
esperando la llama oscura de tus manos,
en la farola de piedra
y su quejido de sombras cuando penetraba el humo
en la lúgubre taberna de los poetas vencidos
que nunca encontraron la ruta de los versos,
en los juegos desarbolados
que llegaban a tu boca y encendían los deseos
en los mástiles desprendidos
 en la noche más oscura empapada en la neblina.

3

Solo puedo buscarte como a una isla ausente
que escucha en la mañana
la voz de los misterios,
que levanta la huella de una palabra en la frente
que aún dice que me amas
y te entrego la higuera donde saltaban los pájaros,
el lienzo abandonado 
donde florecían los lirios y las ramas,
el cuaderno de espigas donde aún aparece tu nombre,
y te entrego 
la melodía de las viejas canciones provenzales
que sonaban entre los arbustos y los recovecos del pasado,
entre la belleza peregrina de tu sonrisa 
inundando las barcas de la almadraba, 
de los requiebros de amor que resplandecen en un poema mal escrito.



***

1

He amado la sombra inquieta y tierna
de tu vestido azul
en la nube profunda de tu canto,
en la hiedra levantada inundando de palabras los muros
y en la huella sentida que aún tiembla en mi garganta
cuando despierta la aurora de tu rostro.

2

He llegado a los tablones desiguales
de los atracaderos
esperando la llama oscura de tus manos,
en la farola de piedra
y su quejido de sombras cuando penetraba el humo
en la lúgubre taberna de los poetas vencidos
que nunca encontraron la ruta de los versos,
en los juegos desarbolados
que llegaban a tu boca y encendían los deseos
en los mástiles desprendidos
 en la noche más oscura empapada en la neblina.

3

Solo puedo buscarte como a una isla ausente
que escucha en la mañana
la voz de los misterios,
que levanta la huella de una palabra en la frente
que aún dice que me amas
y te entrego la higuera donde saltaban los pájaros,
el lienzo abandonado 
donde florecían los lirios y las ramas,
el cuaderno de espigas donde aún aparece tu nombre,
y te entrego 
la melodía de las viejas canciones provenzales
que sonaban entre los arbustos y los recovecos del pasado,
entre la belleza peregrina de tu sonrisa 
inundando las barcas de la almadraba, 
de los requiebros de amor que resplandecen en un poema mal escrito.

jueves, 18 de julio de 2019

Pétalos sentidos

... en mis brazos estás cuando duermes,
en el deseo de amarte por encima de las parras
 del muro encalado y de la muerte,
cuando respiras en mis labios,
en mi sombrero, en el olvido de mi camisa.
(Fotografía)




La noche se sumerge en las luces que se ahogan en el agua,
apenas una palabra me acerca al amor
profundo que me diste
 y que camina entre el miedo y los rescoldos
que marcan la travesía imponente de la Piedra del Pineo.

Quiero volver al mundo de tus manos temblorosas
y escribir sobre tu falda
pétalos sentidos en la densidad del humo
que se hunde en la techumbre de caña de los bares
y rodea los candiles de los huecos
que se apagan en la orilla donde florece la espuma.

Era todo más cálido bajo la sombra de tus alas,
más abierta la vida en el corazón de la calle
que llenaste de caricias, miradas y canciones
mientras las gaviotas graznaban su rabia entre las olas
y el muelle nos acogía encadenados
a una farola que luchaba con su grito de luz adormecida
contra el llanto de la luna que viajaba entre la niebla.

martes, 16 de julio de 2019

Elegía urbana 2

Permite que me duerma sobre el césped
lejano del jardín ya clausurado
que yo llamé alegría...
(Arturo Maccanti)

No sé si volveré desde otra tristeza
a mirar los lugares que en la tarde frecuentabas, 
si podré escribir sobre la imagen de tu vuelo
ahora que no lo reconozco
en las mismas mareas que remontamos,
que estoy perdido en una nube que no sueña
como un espejo roto y sin luna,
como una mirada que no puede ver la aurora por el llanto,
un candelabro sin luz en un pasillo sin ventanas.

Porque la ciudad se ha ido alejando de nuestros pasos
las calles ya no tienen la misma dirección
que tuviera la alegría
y el viento parece soplar siempre del Este
con el ritmo espeso y anodino de los poemas mutilados
en la sombra entrecortada
 de una carta de amor que no encuentra sentimiento
con su ruido de cristal entre los cortes de la tierra,
caminamos por aceras 
que ya no levantan la voz de una memoria
entre los pétalos de los claveles consumidos en las rejas del pasado,]
entre veleros que buscan la sangre
renovada y esparcida por otros atracaderos.

Unos versos caídos en el alma de la noche
me recuerdan la soledad del mundo cuando no estás,
la tristeza de una sonrisa que no encuentra tus labios.