Me
cuesta trabajo hablar de Brel. Sé que no era correcto, que arremetía
contra todo lo que se moviera en una dirección equivocada o se quedara quieto para que nada cambiara, que se parodiaba a sí mismo sin concesiones, ahí está Les bonbons 67 y su acento bruselense. Ni belgas, ni
franceses decidieron colgarlo, atemperados como estaban después de tanta
guerra. No, ya no eran los tiempos en que François Villon, el mejor poeta francés según Brassens, escribía su
testamento.
La canción que os muestro quizás no sea la canción de amor
más hermosa que existe (yo creo que solo se le resiste Óleo de mujer con sombrero) pero sí puede que sea la más sincera en su arrebatadora ficción emotiva y lírica. Lo primero
que me llamó la atención de ella fue su estribillo, me recordaba
a una jarcha, alguien me diría más tarde que a un haiku, pero yo no sabía
entonces lo que era un haiku, después de leer algunos sigo sin saberlo.
Mais mon amour,
Mon doux, mon tendre, mon merveilleux amour,
De l´aube claire jusqu´à la fin du jour
Je t´aime encore, tu sais, je t´aime.
Mon doux, mon tendre, mon merveilleux amour,
De l´aube claire jusqu´à la fin du jour
Je t´aime encore, tu sais, je t´aime.
Una de las virtudes más reseñables de Brel como cantante era la representación única e impagable que de cada canción hacía en directo, era donde
conseguía lo mejor de sí mismo, la fórmula era muy sencilla; ensayaba siempre con los mismos músicos hasta que a alguno de ellos le dolieran las manos o su garganta no pudiera más. Curiosamente, de esta Chanson des vieux
amants, he preferido proponer la de estudio. No me ha parecido demasiado
brillante (muy, muy lenta) cuando la cantó donde termina el Infierno del norte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.