sábado, 21 de junio de 2014

La calle

Oscuro callejón perdido en el tormento,
divagar sin salida
donde tropiezo y vago como una mariposa
empapada en el polvo que no tiene camino,
en el rostro sin alma de una esperanza muerta.

Este taró y el viento sin fuerza que persiste,
estas reminiscencias de muerte entre las alas  
son como los recuerdos que nunca se marcharon,
que nunca se escribieron y sufren en el alma.


Como un sueño abortado de agosto en las escenas
de Fellini que busca la muerte en el pasado,
en bambalinas rotas, en guirnaldas sin flores
y en el toldo mojado de un carrusel fingido

¡Ay, no te acuerdas , Laura, de la risa del Mato!,
No sabe estar callado este pobre poeta
y Zampanó se enfada y ejecuta a la risa,
y no quiere escuchar
aquella melodía tierna de Gelsomina,
esa triste condena que navega en el aire.

¿Ya no te acuerdas, Laura? Esa tarde de Agosto,
ese calor intenso, la pasión que rimabas,
nuestra ventana abierta recogiendo la brisa,
el sudor en tu espalda, tus piernas enlazadas.


El viento de levante detenido en  el aire
ahonda en el clamor de una sonrisa amarga;
reivindico la risa cuando todo se pierde,
reivindico el amor ciego de Gelsomina
hacia lo que se mueve, respira o acompaña
este extraño vagar por la herida que muere
en la vida sin rumbo de los volatineros,
en las almas errantes que no tienen camino.

El salitre que llega desde los espigones
acaricia la piel que refugio no encuentra,
insiste en el dolor que no tiene consuelo,
en la muerte que viene a expandir su dominio
en la playa tendida donde lloran los pobres.

Esta paz que se muestra sin arte y sin desvelo
hace que piense en ti, en tu amor militante,
en tu lucha sin tregua por alcanzar la luna,
en las olas que tiemblan ante tu voz serena.

Abrazo la esperanza tierna que me quitaste,
me enamoro del mar que se moja en tus ojos
y hace que me emocione  siempre con tu misterio
y llore la canción triste que me cantabas.

lunes, 9 de junio de 2014

En un límpido embate de vodka destilado


I died a hundred times, 
You go back to her
And I go back to black.
(Amy Winehouse)




He muerto cien veces,
tú vuelves con ella
y yo a las tinieblas.


En un límpido embate  de vodka destilado
me sumerjo en la tarde que muere en la bahía,
sufro porque no puedo desear unos ojos
y no tiembla mi cuerpo como una estrella errante.


Se me ha ido el amor, y ya no sé llamarlo
¿en qué calle estará
el ansia desmedida de besos de tus noches?
¿a qué puerta sin llave caminará tu olvido,
tu larga ausencia herida por no seguir tu paso,
tu ineludible imagen de muñeca asustada?

Tu colchón de verdades roto por el silencio
alienta la tristeza de un pasaje rendido
al mundo de los otros que no sabe acunarte
ni escuchar la palabra que presagia tu muerte
en la orilla sangrante del laurel del vencido
que agoniza en el miedo a la vida que vibra.

Tu canción de cristal  en los escaparates
busca una nueva luz que abrace lo perdido,
tu palabra en la alcoba de la sentencia mustia
vuelve a las amarguras de los días sin huella

 y a las flores que gritan en el rimmel corrido.

Se me ha perdido el arte y no encuentro la senda
para volver atrás, atrás cuando pensaba
que había sentido en ti  una verdad profunda,
profunda y transparente que ignoraban los otros,
que latía en tus élitros proclives al abismo,
que rompía el contorno de las horas marchitas
que querías matar y mi pecho anhelaba.

Que era suficiente pensar en tu destello
para cruzar los puentes  rotos y desolados
que cada día hablaban del mundo y los azares,
del mar de la derrota que batía en mi rostro,
de la leyenda herida, del amor que dejaste
atravesando calles y no encuentra el recuerdo
de la ninfa frustrada en un sueño que duele, 

de la voz que gemía
en un soul encubierto, marchito, amortajado.

lunes, 2 de junio de 2014

¿Recuerdas que querías ser John Lennon?



         A Alfonso Sibajas, después de escuchar una vez más In my life. Sabía que tarde o temprano tendría que volver a encontrarme con él. También con el muchacho a quien le hablaba de Nietzsche.


       Los hombres que no tuvimos madre,  o  sentimos con un dolor desgarrado que así es, con la fragilidad de una sonrisa estúpida que no se sabe de qué abismo de la tristeza sale, hacemos pensar  a menudo que amamos a todas las mujeres, alguna de entre todas ellas nos ama aunque piense que estamos locos, a pesar de todo, y, en contra del desprecio sin límites que sentimos hacia nosotros mismos, en ella encontramos a la madre y a la amante que nunca tuvimos. 

(Publicado el 2 de Junio de 2014)