domingo, 29 de mayo de 2011

Poema


Yo no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.
(F. G. Lorca - Cielo vivo)



Yo no podré quejarme 
por no haber buscado tus ojos
en el fondo del parque
al que iban los gitanos.

Por no haberme derramado
en lo lírico de tu rostro.

Por haber dejado
escapar las primaveras
sin un fruto.

Por no horadar tus recuerdos,
por no escribirte canciones.

Porque entonces vendrías,
quizás de entre los muertos,
y me regresarías
aquella locura de los besos
que excitaban las líneas
azules de la noche.

¡Oh, vestigios de muerte
que tus brazos anunciaron!

Porque tú ya no estás, y no estás,
para siempre
serás de otra distinta
presagiando esa muerte.

Así mi pequeño corazón
podrá, sin un latido,
descansar
en  el cementerio construido
por las ilusiones.

martes, 24 de mayo de 2011

Poema de 1998

No deseé tu voz ni tu misterio.
No arranqué esa flor
triste que me ofreciste.

Ya no puedo dejar
la sombra en el camino,
me arrastra tu silencio
como si fuera muerte,
como si fuera voz
en el aire exilado,
de soledad perdida,
huérfana de esperanza.

Solos tú y yo, cantando,
solos y desmembrados
en la noche de amor
como un cuerpo insensato.

viernes, 6 de mayo de 2011

Poemas de "Miércoles de Ceniza"


II

He vagado en la noche de tu ardiente tristeza
para poder vestirte, azul, como querías.
He llorado sin rumbo tu amor en la mañana
como un loco sin dios, profeta sin desierto.
Pero tú no me dabas ni por piedad la muerte;
me quitabas los ojos; la voz y las palabras
trocabas en espinas henchidas de pasado.
No quedaba un lugar para seguir muriendo.
Los vecinos, las casas que tanto despreciaste
abrieron tu lamento para cerrar mi orgullo.


III

Apenas pude ver
el fondo de algún sueño
que hubiera en tu cabeza,
que tu forma tuviera.

A veces el azar
que no tu buen deseo
me llevó hacia tu risa
de normas estancadas.

Tuve que abrir los ojos
en la noche desnuda,
tuve que abrir mis ojos
para no ver los tuyos.

Velar por mi niñez
que siempre aparecía
teñida de dolor
por tu amor inconstante.

Puedes atravesar 
mis campos con tu acero,
marchitar los poemas 
que florecen en mi alma,
apagar los destellos
 de ilusiones fugaces.

Velo por mi niñez,
rendida a la sonrisa,
esa vereda oculta
adonde no llegaste.


IV

Mi niñez en una urna
donde no puedas tocarla,
donde se recluya el aire
que no rozaran tus labios.

Jueves de corredor
contra las cuerdas,
fajador que bascula
 en la ceguera,
cumbre de soledad
en la cintura,
golpe que no penetra
 en un rostro dormido.

No toques mi niñez,
no abras el misterio,
déjame naufragar
sin tu dios, sin tus mares.
Que me acoja el dolor
humano de los vivos,
que me lleve la suave
 tristeza de los muertos.
                                              
                                                    (Marzo o Abril de 1998)