Conocí a Paco Damas hace cuatro años, vino a actuar en el salón de actos del Ayuntamiento de mi ciudad para promocionar su excelente disco "Tristes Guerras", dedicado por entero a Miguel Hernández. Me pareció un hombre entrañable, amable hasta en los gestos y decidido, tenía el propósito firme de conseguir llevar la poesía a la gente, empezando por los muchachos de los institutos, ya que la gente no va a la poesía. Charlamos, mi mujer y yo, charlamos con él amigablemente durante siete minutos, hasta que nos lo arrebataron, con cierto disgusto por parte de Paco que deseaba al igual que nosotros, seguir cambiando impresiones sobre sobre los poemarios del gran poeta. Otras personas que, como nosotros, habían comprado sus discos y querían que Paco se los firmara. Mi Joan Manuel por esos días había publicado un nuevo álbum dedicado con la entrega de siempre pero sin la magia (no lo he escuchado suficientemente, puedo cambiar de opinión en cuanto lo haga) sin la comunión de aquel que grabó hace unos cuarenta años. Sinceramente, y me duele mucho decirlo, el Tristes Guerras de Paco es mucho más interesante y con mejores poemas seleccionados que el Hijo de la luz y de las sombras de Joan Manuel.
Yo no supe llorar cuando llorabas,
ni supe iluminar tu sombra hundida
ni sentir la verdad ni la medida
en el ruego de amor que me dejabas.
Yo no supe escucharte cuando hablabas,
ni horadé en la hondura de tu herida
que tocaba el infierno en su caída
apartando el cuidado que guardabas.
Solo y perdido siento este lamento
que no halla consuelo ni clausura
y no puede olvidarse de aquel día.
Si no supe vivir en tu tormento
me merezco el dolor y la locura
de morir por tus ojos todavía.
ni supe iluminar tu sombra hundida
ni sentir la verdad ni la medida
en el ruego de amor que me dejabas.
Yo no supe escucharte cuando hablabas,
ni horadé en la hondura de tu herida
que tocaba el infierno en su caída
apartando el cuidado que guardabas.
Solo y perdido siento este lamento
que no halla consuelo ni clausura
y no puede olvidarse de aquel día.
Si no supe vivir en tu tormento
me merezco el dolor y la locura
de morir por tus ojos todavía.
Con Paco mantuve una correspondencia cordial durante unos meses y, aunque me lo mutiló, haciéndome daño, puso un comentario mío hacia su obra en el primer lugar de su portal de comentarios. Es una de las tres cosillas que me han molestado un poxco de él. La segunda, la comprendo perfectamente, fue que tomé un impulso renovado escuchando sus canciones y se me presentó una noche un deseo pueril de dar a conocer a través de él mi poesía, la de mi aislamiento proveniente de un istmo donde fluía un arroyo y se debatían las olas en el temido Levante. Pensé en el paroxismo de los anhelos locos que uno de mis sonetos estaba hecho para que lo cantara él y se lo envié con ese propósito y sin ningún rodeo, así se lo pedí. Por supuesto que no lo hizo, no le puso música, ni lo cantó. Hasta ahí bien, pero no comprendí que no me enviara unas letras tibias y con sabor a excusas justificadas, esas que nunca me faltaron cuando hablaba de su obra. La tercera y última se me ha ido de la mente, sería tan intranscente como las otras dos que acabo de mencionar.
Hubiera querido El mar, tema raro en el poeta oriolano y que Paco convierte en una canción fascinante, embriagadora de sal de olas cansinas mueren en la orilla del levante y la queja e imprescindible.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.