martes, 28 de junio de 2022

La balada de Bruce Banner

 

La balada de Bruce Banner

Desgajado de amor,
ebrio de sangre,
¿Hacia dónde camino
ora que he madrugado,
para escuchar al pájaro
enjaulado de muerte,
para desvanecerme
de mí que no me hallo,
y quedarme sin ti,
que mentías sonriendo?
 
Imagen
1

Bruce Banner siempre lo estropea todo,
intenta solucionarlo pero no puede.
sentado en el monte, ensimismado,
con una lágrima que brota
en sus ojos asustados.

No tiene inteligencia
y quisiera morir,
como un monstruo de feria
atormentado.

Una vez más, ha perdido el control;
hiere a quienes ama
sin saber lo que ha dicho,
sin medir lo que ha hecho,
y quisiera morir,
no escuchar sus pensamientos.

Cuando necesité que fueras
grande y poderoso
y me apartaras de esta gente y sus risas,
un frío intenso barrió
el simulacro portuario
donde los borrachos nostálgicos lloraban
el alcohol en la sangre derramado.

2

Pregunté a Bruce Banner
y al monstruo de Frankenstein
por qué tenía que odiarme a mí mismo,
por qué tiraba en una sola noche
lo que mi corazón había guardado con esmero.

Pregunté a Bruce Banner
y al monstruo de Frankenstein
por qué veía sus caras en el fondo de mi espejo
cuando me miraba
después de cada fiesta.

Yo que apenas puedo hablar de mi ansiedad,
sé que está aquí,
que no sabe esconderse cuando me reclama
con lazos verdes y oscuros
en el aire flotando,
abriendo las heridas
como una madrugada que no puede llegar,
donde sangra el recuerdo de la errática noche.
Yo sé que está aquí para quedarse.

Tras la fiesta no hay rabia
sino melancolía
y el más profundo
desconocimiento de mi ser.

Ambos siguen en silencio en el fondo
del espejo que rompí para no verme,
en los trozos adheridos a mi lejana
adolescencia
cuando leía con frenesí aquellos comics,
historias de monstruos que no sabían reír,
sueños de poeta que retaban a la muerte,
fiestas sin freno orilla un lago frío
donde el monstruo inventaba al hombre
y el hombre era miembros desgajados.


3

Enganchado a una sonrisa de amor
que encontré en el olvido y ahora no recuerdo.
Apartando el pensamiento de mi esterilidad,
consolándome en lo que ha entrado en duda
y antes era cierto,
estrechando el cerco sobre lo que creía que era mi vida entera
y ahora se derrumba sin saber adónde va
o cómo se presenta en el bar de los intentos.

Tengo por cierto que algo ha cambiado, que los profetas
nos hablaban de esta amarga recaída buscada con empeño,
y reímos, reímos.

Ha llegado el instante de empezar a llorar,
a llorar por los hombres, el mundo y los momentos.

4

Respirando 
 
Respirando en la calle que mira a los barrancos
y ha cambiado de esquinas que no te reconocen,
sosteniendo la sombra del paso del cometa
y arañando el recuerdo de los niños sin rostro
vuelves a la tristeza de tus ojos perdidos.

Teñida la verdad por el verde ambulante
del oscuro fundido en la hiedra del muro,
te acercas al rincón donde tiemblan los besos
y la noche se mueve como una calma inquieta.

Se acabaron las farsas
cuando el fin se aproxima
y vivir es fingir el sueño de la muerte,
te precipita el tiempo a golpe de navaja
sin opción a que el pecho
quiera ser traspasado.

Se pierde el maquillaje cuando Betty te llama
como si fuera otra la misma que ha venido.
Luchas contra los vientos donde el mar palidece
y ella sigue rimando el llanto de las olas.

Ya nadie reconoce que pasaba el amor;
era su pelo largo, extraño era su acento,
respiraba su boca como una estrella ausente.

Se pierde el maquillaje y en un arbusto queda
un jirón de tu aurora enredado en espinas
y tu alma se pierde en espejos sin luna
como una alondra herida que no aprendió a volar
y agoniza en los cables
o una romanza antigua que sepultó el silencio.
 
5

Canción deslavazada de amor y guerra de David Bruce Banner.

Perdido, sin saber que te duele y se asoma,
en esta alma errante que te acunó en sus manos.
En los días que pierden su nombre y su racimo,
en esta enredadera oscura que crepita
en tu noche de amor que no encuentra consuelo.

Y siguen los anuncios, las poses, los estilos
en la ciudad que fue y extiende su cabello
para esconder la ira de los niños oscuros
que nunca conocieron el vientre de una patria.

!Ay, David Bruce Banner,
los muertos siguen quietos
hurgando en el camino,
listas en los periódicos que nunca se publican
para que sean rotas por almas que se mueven
lentas como la tarde,
miran, no reflexionan.

Los ángeles rebeldes buscan otro destino
para cuando regresen la verdad y el acanto,
no hay arrepentimiento, dolor simple en grisalla.

Ya no sabes leer, escribir o pensar
¿En qué bando luchaste, tú que amabas la risa,
qué rey quiso alistarte
siendo republicano?

Ya no buscas la playa batida por las olas,
ni el monte de la infancia vencido y amputado
no queda una palabra que te hable de amor,
sólo viejas canciones rotas que te persiguen.

Una sonrisa loca en los brazos de otro
te dice que tu barrio se adentró en la tormenta
y este viento de marzo arrancó tus malvones
para escribir la lluvia que chorrea en tus sienes.

¡Oh, tú que fuiste bravo y ungiste al vencido,
no puedes ir al frente sin saber por quién luchas,
quién disfruta en las guerras,
quién es el enemigo¡

6

Cuando lleguen los días de una nueva derrota
y lleguen los harapos
a las piernas que vagan, edificios derruidos,
cuando lleguen los ojos
que doblen las esquinas y el ruido taciturno
que daña la memoria,
aniquila lo bello y rompe los oídos.

Cuando llegue la noche que no sea una tregua
y se instale en el árbol sin hojas de la ruta,
cuando no quede estrella para pedir deseos
y el verso se deshaga en el cielo de tu boca.

Cuando lleguen los días de una nueva debacle
y vuelvas a llevar aquel vestido nuevo
te esperaré en la esquina de la última cita,
con flores en la mano, un monstruo en la mirada,
un suspiro en los labios, 
brillantina en el pelo


7

Último canto de Bruce Banner

Pasará el turbio pájaro de la noche en silencio
entre los edificios, los cables, las antenas,
porque será en lo oscuro
de un temor primigenio para que se vislumbre
el ascenso al abismo de una estrella que tiemble.

Arderán los deseos
de remover la huella del pasado sonriente,
de prolongar los besos y romper lo pactado,
perseguir tu recuerdo,
reclamar lo perdido.

Me alcanzará la muerte en una callejuela
de una sola salida que no pueda encontrarme
cuando se ahogue el último resplandor en mi huerto
y acabe la agonía de haber sido distinto.

Ya no abriré los párpados
lentos aunque lo intente
y luche con las sombras que firmen mi sentencia
como el toro orgulloso que no mira las tablas
y reta a los tendidos que celebran su muerte


    No hubo un tebeo que me gustará más durante la adolescencia, hablaba de aquel que detestaba la violencia y acababa usándola para defenderse; un drama con tintes trágicos que atrapaba a un científico brillante, reputado y amado por la mujer de sus sueños en la piel de un gigante de color verde con el corazón y la inteligencia de un niño de cinco años y una fuerza descomunal. Es acosado continuamente por su apariencia y acaba perdiendo a su chica en el camino que las circunstancias le ha marcado; una sonrisa loca en los brazos de otro...
 
 
 

    Creo que es un homenaje a los héroes de Stan Lee, todos llevan una lucha agónica contra la vida real, en todos empieza sus nombres y apellidos por la misma letra y todos tienen amores condenados al fracaso, cuando no a la muerte, así acaba la Gwendolyne de Spiderman, o viven en otro planeta como la Shalla-Bal de Estela plateada o Mary Jane.

 
    La Masa, así era conocida en mi tiempo y hazañas, debe lidiar agónicamente con el hecho de ser diferente, solo utiliza la violencia cuando es acosado ¡y lo es tantas veces! Su cerebro es el de un niño de cinco años, su fuerza aumenta cuanto más se enfurece, tiene que ver a una amada que turbiamente reconoce en los brazos de otro y esos besos le atormentan, sin poder discernir a quién pertenece ese rostro, qué significa en su vida, ahora que no le pertenece. No puede dejar de luchar contra sí mismo, de ejercer la agresividad que detesta, quizás morir sea la única salida. La indecencia de ser diferente que denunciaba Ortega ha pasado a ser un crimen y el monstruo se resiste a darse por enterado. Me impresionó, en su mejor época, que derrochara amor por un vagabundo, o cuando lleva a un niño al hombro sin saber que es apuntado por un cañón, recordaba la escena del film "El doctor Frankenstein" en la que el monstruo llega a sentir una ternura infinita por la niña ciega de un instante; la niña es una flor, y las flores flotan en el río.

Stan Lee es impagable en la educación de los adolescentes de los setenta, nunca estuvo más inspirado que en esos años. 
 
 

    Pienso, Israel, que todavía eres joven, lo deduzco así por tus poemas, y, por lo tanto, la imagen de estos antihéroes te habrá llegado suavizada en sus aristas más amargas. En los 70 florecía el cine político y social, el realismo sucio que nos dejó vestigios deslumbrantes en su oscuridad como "Taxi driver" y "El cazador de ciervos" y los antihéroes, como bien dices, se volvieron jodidamente complicados para el público al que estaban destinados. Ahí estaba Stan Lee en su esplendor para llenarnos de una poesía profunda y depurada, para arrebatarle sin miramientos a sus personajes el derecho a ser distintos. Nuestros ídolos no eran actores guapos, ni altos, nada que ver con Brad Pitt o Tom Cruise (curiosamente es bajo), defendían, a veces, posturas marginales y poco gratificantes para el hombre común que comprendía que en esa madriguera podrían haber acabado sus huesos si la suerte no les hubiera acompañado, y nuestros personajes de cómic estaban arrebatados por el mismo tormento que Al Pacino, Dustin Hoffman o Robert de Niro, por el mismo pensamiento depresivo de no llegar a parecerse a aquel que buscaban en su interior y que las circunstancias implacables de la calle les había arrebatado el idealismo arrastrado al corazón del abismo. El sumo campeón del dolor era Hulk, que en el fondo tenía poco de increíble, solo era un niño de dos metros y medio de altura y con un aspecto fiero que invitaba al intento de agresión , no le iba a la zaga Spiderman con su justificado sentimiento de culpa que le separaba de sus relaciones sentimentales. En el cine nuestras referencias eran "Tarde de perros", "Perros de paja" y la inmortal "Taxi driver". Si ellos eran perdedores nosotros queríamos imitarlos.
 
  
 
 


    Nunca me sentí, Peter Pan, Julio. Stan Lee y su honda y comprometida literatura me hizo pensar que, simplemente, era un niño perdido anónimo, y he aquí que sigo siéndolo y no me duelen prendas reconocer que este autor me habló al oído de la pesadilla del sueño americano y me invitó a evitarlo, pocas cosas son más patéticas que alguien crecido en el Desarrollisno español que tenga semejantes ínfulas. Su mejor guion es, sin duda, cuando el tebeo había pasado ya a formato de revista, cuando el monstruo recorre la América profunda junto a un vagabundo sabio y negro. Esta relación extraña y forzada por las circunstancias se convierte en el luminoso canto a la amistad entre dos marginados que todo lo han perdido.
 
 
Una sonrisa loca en los brazos de otro
te dice que tu herida se adentró en la tormenta.

    No puedo opinar, Francisco, ya que ignoro cuál es el poema con que los que comparar. Soy consciente de la fragilidad de los dos primeros poemas, a veces parece que no sé escribir o que no tengo imaginación, será cuestión de reformarlos. Para mí el mejor es el último de la serie, junto a dos poemas que los tengo en un disco duro en espera de poder hacerlo funcionar. Te dejo un par de versos que recuerdo de uno de esos dos poemas.
 
 
    Stan Lee, Pilar nos venía a decir, desde su rincón de humilde guionista de historietas, que estaba en contra de todos los totalitarismos, que la mayor democracia del mundo toma posturas autoritarias y crueles, sea invadir otro país para dar a sus habitantes libertad a la fuerza, quieran o no, como decían Los Stones, o permitir que una empresa suya corone a un dictador sanguinario que acorrala y mata a un presidente decidido y solidario. Aquí intenta aniquilar a un monstruo porque no lo comprende y eso hace que le quieran arrebatar la paz a toda costa, y, en fin, que la mejor persona del mundo, arrastrada por los vientos contrarios, ha podido ser mala alguna vez. Los políticos, las empresas, los deportistas, el hombre medio americanos flirtean a menudo con las trampas más atroces por intentar ser los mejores.

sábado, 25 de junio de 2022

Palabras para Sylvia



 



No sigo por carácter,
la determinación no me arrastra,
mi única hazaña es seguir en pie
a pesar de tu mirada.

 1

Ya te lo he dicho antes;
no sé pactar una derrota,
la vida no me ha permitido

sostener una bandera blanca

en la mano,
  una toalla rota esperando en la esquina
donde cae la huella de un beso sepultado,
 un acuerdo sin sangre con la muerte y el olvido.


Aún veo emerger la tristeza en la sombra de tu rostro,
vago por los pasillos del tren que nunca llega
y no se detiene en tu mirada,
ya no encuentro el corazón de la ciudad,
ni las columnas de acanto
donde nos conocimos entre reproches,
no serás para mí la América que destroza las fronteras,
que no mira al pasado mientras recibe

 ataúdes con medallas y sollozos.

Soñé que escribía tu nombre en el agua

que no vuelve a la mar,

que escrutabas el olor de una metáfora vacía,
que brotabas en el infierno de una nube

fugaz y lastimera,
que sonreías con ternura cuando ya habías muerto.

 


 2

 Contra las cuerdas

Nunca te has preguntado si tengo miedo
cuando aparezco en la escena desafiante,
me pediste que te amara en la sonrisa
y en los reproches,
pero no pude
desterrar de mi mente a la muchacha
díscola y perdida
que se puso un vestido y un maquillaje prestados.

Estoy confundido por la voz de la memoria,
donde hundes cada deseo de liberarme
con una mirada espesa,
nunca te asomarás a mi dolor,
soy ese alguien que sufre contra las cuerdas,
que no puede librarse
de los golpes enmascarados
y se levanta de frente en el castigo,
ese alguien que no tiene una toalla
para arrojarla al centro de la muerte
y pregunta a las farolas
por la persistencia en su rostro
de los moratones profundos
que lloran en el recuerdo.

 

 

viernes, 24 de junio de 2022

En el dolor de la avenida

 



1

Avenida de África en silencio

 

Silencio, ni azucena
de un dios que me consuele.
Vivo para el recuerdo de lo que no he tenido;
he visitado cárceles,
hospitales, cuarteles,
he hablado con los locos, calmado a los perdidos,
pasado por los barrios donde habita la muerte
y entregado mi risa
al coro que no habla, al corazón vencido.

Y tú, que me dejaste el ritmo en la zozobra
y el alma desbocada,
con las dudas me abrigas,
amarras el silencio y el dolor aprisionas
para representarlos como una alondra herida
que canta cuando muere y en el llanto se ahoga.

Y tú que me arrancaste la luz de las farolas
me dejas con las sombras turbias de la Avenida.

2

Quizás prosiga triste por haber olvidado
su sonrisa de invierno despejando la aurora,
sus rosas derramadas en el viento de junio,
sus manos que tuvieron la emoción de las horas.

Quizás prosiga hablando de lugares perdidos,
de sombras que perduran en un temblor sin alba,
de rostros que pasaron bajo la luna errante,
de amor que no fue amor pero me hiela el alma.

3

No puedo detener el llanto de mi alma.
Mi pensamiento lucha por mantenerme erguido,
pero me hunde el cielo, el aire, las palabras.

Ya no puedo cambiar las ruedas que pasaron;
si te quise y no supe sentir cómo me amabas;
me quisiste sin fe,
me llevaste sin gracia.

Ya no puedo enterrar los sueños que murieron.
La muerte me contempla como una sombra ajada,
abrazado a la rosa que ha quedado en tu pecho,
los tordos ya no pasan por las nubes moradas
del invierno que tiembla por nuestro amor dormido
y te sigo queriendo como si me llamaras.

4

Yo quería cantar al amor,
desbordar tu tristeza con brotes de alegría,
acordes luminosos teñidos de pasión
que llenaran tu rostro de luz y de armonía.

Yo quería cantar al amor,
antes de conocerte, sin saber que existías.
Dolor por lo que fue, y lo que no pasó,
voy llorando en la noche la oscuridad del día.

5

¡Cuántas veces te sueño! Desde otra colina
he visto a aquel muchacho que se enamora y vuelve.
Y no pude entender; tu corazón lejano
me arrebató palabras que golpean mi frente.

Pues cómo yo te quise, cómo yo te he vivido
se ha fundido en mi sangre y fluye lentamente
cuando el Poeta arranca del aire los latidos
y el alma que es tu hombre se eleva irreverente.

Pues ya no veo tus costas, ni escucho tu lamento
en esta oscura tierra sin luz que la despierte.
He querido arrastrar la rosa hacia tus vientos
y entregarme a tu aurora que reverbera siempre.

Yo, ateniense,
en las duras mesetas de Esparta
para siempre.

6

He vagado en la noche de tu ardiente tristeza
para poder vestirte de azul como querías.
He llorado sin rumbo tu amor en la mañana
como un loco sin dios, profeta sin desierto.

Pero tú no me dabas ni por piedad la muerte;
me quitabas los ojos; la voz y las palabras
trocabas en espinas henchidas de pasado.
No quedaba un lugar para seguir muriendo.

Los vecinos, las casas que tanto despreciaste
abrieron tu lamento para cerrar mi orgullo.

7

No hablaré de poesía cuando el sol de la tarde
me deje en el instante de los rayos que mueren,
ni hablaré del calor perdido en los balcones,
ni de la longitud de tus manos abiertas.

No podré ni llorar por lo que no comprendo
ni ofrecerte la llama que hierve por tu nombre,
sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.

Me abraso en tu mirada de sueño adolescente
y guardo en la memoria rincones sensitivos,
no me puedo llevar de aquella soledad
para volver a amarte como si hubieras muerto.

Esta ciudad, que fue cuna de mi agonía,
hoy me lleva hasta el mar profundo de la queja;
se me nublan los ojos cuando escucho tu voz
que inunda el vaporoso gemido de los puertos.

 8

Tarde de lluvia en la Avenida.





I

Mi corazón dormido sobre una primavera
que no tiene balcones para colgar tu risa.
Mi luz amortajada por siglos de silencio
agitando pañuelos a un adiós que agoniza.

Llueve en el cielo claro que dibuja tu rostro,
en la tarde de mayo, en el bosque de piedra.
Me ha dolido tu amor y no puedo negarlo,
me duele hasta esta lluvia que no cae y se aleja.

Llueve en las soledades quietas de la avenida
sobre los institutos que guardaron tu huella.
Me duele el pensamiento que no encuentra consuelo
en este divagar que llora ante tu queja.

II

Puedo ser en la lluvia un gitano que vuelve
cantando a los caminos su pena y sus caricias,
que sufre entre las flores silvestres del misterio
y agita entre los vientos la luz de su camisa.

Puedo ser en la lluvia un trovador que sufre
y abraza las canciones tristes que me cantabas
persiguiendo las rosas turbias de tus estanques,
sufriendo entre tus muros que no tienen ventanas.

III

Tus celos apagaron los versos de Neruda
y la mueca de Brel que gritaba en mi alma.
Tu rabia me ha dejado el corazón sin arte,
te busco en el recuerdo y no avivo su llama.

Llueve sobre los muros quietos de la avenida,
sobre el parque mojado que ha perdido su luna.
Llueve sobre los charcos que acogen el destierro
de aquella soledad que no me deja nunca.
 
9
 
Cuesta del Gallo

Tus ojos y tus manos
por la cuesta subían,
por la cuesta del alba
de mi loco recuerdo.

Ya no serás querida
como en los callejones
que cruzan por mi mente
cuando pienso en tus medias.

¡Ay, corazón de seda
que desgarré y sufría!
¡Ay, tormenta de besos
que atravesé sin cura!

Dame tu despedida
para seguir llorando,
mariposa de luz
de un tiempo que moría.

Dame tu olvido entero
para romper mi lira
si no puedo tocar
las cuerdas de tu aliento.
 
10
 
Somos dos almas sueltas por distintos caminos
que han olvidado encontrarse,
que ya no se conocen.
(Peter Pan - julio de 1974)
 
Cartas para rezar, rogar y enternecernos
con la palabra humilde
perdida en una estrella,
¡oh libertad sin luz, de amor tibio y ausente
que reposa en el cuarto del niño que velamos!

No vino la verdad. El coraje, la fuerza
recorren los delirios
de amor que no vivimos,
los versos que abrigamos con una hoja inerte.

Somos almas sin fecha danzando en los estanques
que no quieren dejar huella de nuestro signo,
ni levantar sospecha de nuestras esperanzas
en espejos que hieren los surcos de una herida,
en cristales fingidos que traspasan las venas
de voces que no hablan,
y seguimos jugando sin decir quiénes somos,
sin querer arriesgar a extraviar lo perdido
en la larga partida sin mano con la muerte.  

10
 
Martes de carnaval en el recuerdo
 
Oscura y mórbida
es la llama de tus ojos
cuando llora,
de ti cuando me cantas.
 
***   ***   ***
 
Si yo rezara sobre tu amor inerte
como una tumba abierta
sobre tu voz quebrada,
como una primavera con el cielo apagado
que buscara tu olvido,
tu amor y tus palabras,
para verte en la calle como si fueras otra,
sería un libro ciego que busca una plegaria
para hundir en tu cuerpo
extraño la mirada
y no saber reír, llorar, ni aparecerme
en el hombre de siempre que siempre te abrazaba.

Si yo rezara sobre tu amor inerte
la sombra de tu noche se llevaría mi alma
para desenterrarla
en el último verso
que me hablara de ti, que tu rostro llevara.

Arlequín volvería a entregarte mi risa
junto a la Plaza Vieja
con flores y guirnaldas
para darle el aliento que le arrancó tu olvido
en la esquina del mar en donde te esperaba.

¡Oh, eterno Pierrot del anhelo encallado
que sufre en los rincones
y por la luna vaga,
no vengas esta noche a llevarte mi pluma,
la música no arranques del pecho que la llama!

¿Por qué mi amor es triste?
¿Por qué lloro en silencio?
¿Por qué llevas la muerte prendida en la mirada?

¡Ay, triste carnaval de sueños y pasiones
que muere cuando reza y llora cuando canta!
 
11
 
 Vieja estación

Ahora sufro en los lugares donde solía jugar.
(Leonard Cohen - Variación F. E. León)

Vientos de soledad en la mañana
y en el andén espera
la sombra del amor que acaso fuiste,
se me escapó tu huella en el espejo
y no te reconozco
y no sé cómo hablarte.

Como si fueras otra me recuerdas
al silencio que canta
en los versos que pierden la cadencia
cuando emergen desprendidos del alma
por un tibio calor que ya no sienten.

En la vieja estación rota y vacía
que no tiene cuadrantes de destinos
he pasado la tarde
con los bancos gastados
y un reloj sin agujas que se duerme
en el rumor del tren que nunca pasa
por los besos errantes
que perdieron el norte en el camino
y forjaron la nube de tu ausencia.

Aranjuez está lejos,
los trigales se visten de verano
y los ecos torcidos se derraman
en un torpe cuaderno
que no arrastra mi nombre por tus venas,
que no arrebata un lazo en tus esquinas.

En el rincón de sombras impregnado
por la grave caricia de tu rostro,
por la larga madeja sin memoria
de los recuerdos quietos que se mueven
está mi corazón llorando triste,
pensando en los senderos perseguidos
que arrastrarán los nombres
de los bellos amantes desolados
que algún día tuvieron
la sonrisa despierta de la aurora,
la mirada de luz que yo he perdido.
 
12
 
Las cartas
 
 Como un poema mal escrito
somos versos sin rima,
estrofas sin ritmo
en un compás entrecortado.
(Paul Simon – Conversación en el aire – Traductor desconocido)


Quizás no se abra paso el paseo nocturno
en nuestra vieja calle cubierta de geranios
ni entre los farallones de la playa de Azuara
y los montes sombríos de tu primer misterio
que me hablan y me acusan
de haber dejado
que tus cartas buscaran el Leteo
y, lentas, se perdieran
entre los autobuses de una cita nostálgica
sin huella en el camino,
y sin embargo
deseé hasta la muerte las palabras
que llevaran mi nombre y nunca me escribiste.

Las busqué en el recuerdo de la aurora,
en el invierno gris del templo oscuro
cuando hilan las lóbregas pavanas
el manto de las nubes,
asalté los peldaños de los tragos amargos,
pregunté por las sendas, me hice amigo del aire
intentando escuchar en sus entrañas
lo que nunca pasó, lo que no me dijiste.

Ahora de tu voz busco las sombras,
la calma del vencido que arroja la toalla
en el viento del Este que azota las quimeras
de nuestro amor dormido,
en la cometa azul que se enredó en tu blusa,
en las manos de marzo
que movían tu pelo en las tardes dichosas
de un Cádiz que lloraba en el barrio La Viña
la alegría de Carlos viva en La Habana Vieja.

Y no sentí tu aliento de novia apasionada
que portara la herida de un pétalo en la frente,
ni impedí, por mi orgullo,
que acabara en la orilla la palabra precisa
que nervioso esperaba,
quedó entre tu boca y mis caricias
como un papel mojado que no encontró tu aliento,
como la barca hundida en la arena olvidada
o el viejo pescador que abraza la derrota
de los vientos perdidos
y no vuelve a la mar.
 

13
 
Ya no sé qué decirte,
he ahondado en mi duda y me veo como siempre,
como un novio amputado del tumulto y las flores
que no encuentra calor
en sus miembros perdidos,
como un tonto exiliado del amor y el deseo
que añora la fragancia de un verso temerario.

Ya no sé qué decir de tu perfil sin sombra;
esta lengua de fuego ha de esperar dormida.
He surcado tu herida con palabras que eran
confesiones que nunca
quise haber pronunciado.

Amparado en la noche,
creyendo que sus manos cubrían mi mirada,
te explicaba las causas de mi huida al vacío
mientras esos milagros que quería invocarte
volvían al sepulcro del que nunca salieron.

Mi lecho, situado detrás de la frontera
aguardaba el dolor de mi cuerpo angustiado,
cuando el corto camino se hacía interminable.

Intuía que la vida debía ser de otra forma
que nunca conocí la calma del vencido.
Mientras nubes y rosas yacían en tu ocaso
no supe qué decir por despertar tu orgullo.
 
14
 
Sonrisa en la lluvia de verano
 
 Vives ahora en mí aunque no estés te siento
como luz en mis sombras, un sueño en mis quimeras.


Aquella soledad no se me habrá olvidado,
volverá cada vez
que mi alma se pierda y llueva la canción
en la sombra que hierve
con el aroma intenso de algas y de levante,
del hombre perseguido por tu tierna figura,
por el clamor de barcas
que se ahogan en el muelle afligido
y la playa que sigue esperando tu huella
en el cielo de nubes empapado.

No dirás con los ojos
que soy hombre de luz como dijiste un día,
no habrás desenterrado un pensamiento mórbido
que me enamore siempre
y lleve mi caricia para que te sostenga
entre los edificios oscuros de tu herida.

Estos días de lluvia de verano
que llegan a la alcoba
de una esperanza ausente,
este lento vagar por tu barrio y el mío,
por la escuela que sueña en su letargo
con los pupitres rotos,
los cristales vencidos,
siempre vuelven a mí con tu mirada errante
y el rumor de tu cuerpo que temblaba
con su gentil cuidado
en la cruz del recuerdo que me dio tu sonrisa.
 
15
 
Las adelfas
 
 Llegas a mí ahora sin haberte buscado
sobre la vista cruel de una avenida
donde muere en la noche un árbol solitario
y las adelfas vierten su tristeza
y su veneno
en ilustres borrachos sin futuro
mientras cantan El rey bajo el latido tenue
de luz de una farola oscurecida.

Dejé la rabia
de amor que me mordía
el cuerpo traspasado por la rosa de los mártires,
por una juventud
rasgada por un pacto no firmado,
lastrada por los vientos que me hacían penar
cuando lloraba la calle y vivían
los cementerios
sepultados entre flores
y los viejos morían mirando su ventana.

Decían que era débil, que remar no podría
contra el levante
en un mar caprichoso que yo amaba
al recordar la brisa del verano
y los nombres que ya no volverían,
la soledad de un padre huérfano y obsesivo
que necesita
ser querido mas ya no sabe hablar;
escapa de las aulas cada día,
y afronta por la noche la tormenta,
su orgullo desterrado,
su presencia en las sombras, su destino en la mar.
 
16
 
Quizás nunca supiste
 
 
 Quizás nunca supiste si lloraste mi amor,
si el alba de dolor en sombras derramada
engullía la noche de los embarcaderos,
perseguía al héroe o aclamaba a los monstruos.

Mas déjame pensar en ti como no eras
para que pueda amarte en este desvarío,
y sentir esta herida que recorre tu pecho
¡Qué primavera cruel para mis labios!
¡Qué amargo sentimiento
de palabra acosada
ahora que te veo y ya no puedo hablarte,
ahora que te tengo en mis brazos de dudas
y la muerte acaricia mi silencio de espera
por no haber despertado del último suspiro!

Llorabas por aquel que vivía con mi ropa,
que bajaba a la playa desde otro horizonte
y no encontraba el mar azul para mecerte.

El amor y el silencio eran la misma rima,
sombras de corazón en la almohada
donde yace la niña sin recuerdo que fuiste.