Creo
que no conozco a fondo nada, Beatriz, simplemente creí que en la vida, en estos
momentos que se persigue la metáfora y a nadie parece interesar llegar al fondo real de la comparación, había un sitio para la poesía. Sé que
habría que hablar de Robert Frost y de Allen Ginsberg, sé que los amigos deben
seguir siendo de oro por mucho que se enturbien los caminos, que los poetas
dormirán sin sueño en la calle que no tiene nombre ni esquinas y que las
madres tendrán honores funerarios aunque no hayan muerto, pero a mí me seduce
este Bob Dylan que se siente dolido por esa juventud que le ha robado el éxito
y que flirtea con el amor más allá de unas medias y de un perfume, ese tal Lou
Reed que adora la perdición con un hedonismo descontrolado y el poder
taumatúrgico de unos versos ardientes sin alma y Leonard Cohen, ese poeta
embutido en un traje desgastado que miraba al infinito mientras yo lo miraba,
que no cantó ni una sola de las tres canciones que yo le había pedido con los
ojos cerrados y anotado en un blog y no fue porque me tuviera en cuenta, ni fue
porque me mordiera la lengua en un tren para no faltar a aquella cita sin
ninguna estrofa escrita en el libro con su obra y milagros que llevaba abierto
entre las manos.
(Conversaciones con Beatriz)
Lou Reed no había cumplido treinta años y ya había hecho méritos sobrados para
no morir nunca. Aquí le tenemos a la guitarra llevando el ritmo de la canción
más sensual del rock, para que la dicha sea completa la canta Nico la
enigmática artista y modelo alemana con la que se le atribuyó un romance fugaz.
Se dice que la genial cantante perdía el interés por sus amantes una vez
consumaba con ellos el acto sexual.
Esta Femme
fatale de la canción puede
llevar a confusión, no se trata de un amor decadente y desesperado con una
mujer frágil de vida disoluta, habla simplemente de una prostituta cuyos
clientes deben padecer eyaculación precoz a tenor del número tan elevado de
ellos que lleva en una sola tarde.
Se comenta que ni Reed ni el otro líder del grupo, John Cale, vieron bien la imposición que el artista pop por excelencia, Andy Warhol que patrocinaba y promocionaba a los Velvet, hizo para que ella fuera la vocalista de tres piezas magistrales que se incluyeron en el mejor disco debutante que se conoce, aquí en España nos solemos referir a él como el del plátano por la portada diseñada por su mentor. Fuera como fuere volvieron a reunirse varias veces sobre un escenario y no se notaba ninguna tensión, si la hubo, se había perdido por el camino.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.