Muere la gaviota en el destierro
emitiendo el tañido de viejos campanarios.
Suena una nota lánguida que hiere,
que agoniza en la noche, que se va apagando.
Un aullido sin trazos, sin palabras, sin rostro
la luna amarillenta nos muestra en su regazo,
aquí donde penetra el eucalipto
en el aire profundo teñido de incensario.
Aquí donde se estancan las estrellas
que ignoran el camino,
veo pasar los barcos.
(Marzo 1997)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.