¿Soy o no soy de ese lugar donde habita la musa de los necios?
¿Soy o no soy poeta?
Pregunté a Yorick con su cráneo entre las manos que ya no eran mías y
recogí el silencio que me inculpa y me atormenta con su inaudible
chasquido de verso mal escrito. El poeta y el loco participan sin freno
ni caída del mismo delirio de grandeza; uno muere cuando enloquece de
celos al descubrir que hay quien escribe bien aparte de ellos, el otro
de cordura, cuando comprende en su dolor que no volverá el Quijote y
Dulcinea tiene la vulgaridad forjada por el hambre de una mujer de
fortuna que frecuenta las tabernas.
El poeta baila por su propia vanidad y endiosamiento, el loco
por divertir a quien quisiere. Pero ambos van marcados por desigual
fortuna, el poeta se ahoga cuando recibe halagos y cree disfrutar de la
compañía de Rimbaud y hablarle como si fuera un colega de la trasgresión
venidera que no acaba de asomar. El loco vence al mundo cuando le hace
reírse de la fortuna de los ciegos que no ven las caras de quienes nos
hablan e intentan corrompernos, y el mudo, Mariano lo atestigua, dice lo
que no siente por no dar pistas de su desgracia, ni destapar
contabilidades...
No me preguntéis con cual de los dos me quedaría. Puestos a elegir, el amor es una bendita locura de la que no quiero despertar ni siquiera por escribir el más bello poema. Prefiero un instante de vida que un torrente de poesía. El rey Lear no le cogía ni una al bufón que fingía mentir sonriendo y sufrió la traición de dos de sus tres poetas, aquellos que recitaban los versos laudatorios llenos de pasión, empapados de cordura y planes enmarañados. Al final se nos van los años y las ilusiones pero queda el poder redentor de una sonrisa, el valor de afrontar la vida como lo más hermoso cuando se hace de veras a pesar de las dificultades.
(Enrique Cohen, le encrespa que le cuenten las metáforas) Alter ego de François Truffaut cuando lucha por encontrar el mar que nos inundará a todos.
No me preguntéis con cual de los dos me quedaría. Puestos a elegir, el amor es una bendita locura de la que no quiero despertar ni siquiera por escribir el más bello poema. Prefiero un instante de vida que un torrente de poesía. El rey Lear no le cogía ni una al bufón que fingía mentir sonriendo y sufrió la traición de dos de sus tres poetas, aquellos que recitaban los versos laudatorios llenos de pasión, empapados de cordura y planes enmarañados. Al final se nos van los años y las ilusiones pero queda el poder redentor de una sonrisa, el valor de afrontar la vida como lo más hermoso cuando se hace de veras a pesar de las dificultades.
(Enrique Cohen, le encrespa que le cuenten las metáforas) Alter ego de François Truffaut cuando lucha por encontrar el mar que nos inundará a todos.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.