I could have loved you once
and even said it
But you went away,
When you came back it was too late
And love was a forgotten word.
Remember?
(Marilyn Monroe)
Pude haberte amado alguna vez
e incluso te lo dije
pero te fuiste,
cuando regresaste era demasiado tarde
y el amor una palabra olvidada.
¿Recuerdas?
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Marilyn Monroe nunca supo construir un hogar,
quizás porque nunca lo tuvo. Sentía fascinación por los puentes como una
metáfora de los lazos que unen, o deberían unir, las relaciones humanas. Siempre
nos rendimos a aquello que nos falta, la última imagen de ella que nos llega
nos la presenta como una poeta callejera que esparce su melancolía por las
esquinas sin que nadie le preste oído excepto cuando se levanta del suelo y
emergen sus caderas, más cerca de la sentimental sin rumbo de Vidas rebeldes
que diseccionan John Huston como poeta impulsivo y Arthur Miller (por entonces
su marido) con sus magistrales diálogos arrebatados del conocimiento que tenía
de sus temores con una precisión rayana a la crueldad; enamoradiza y frágil
porque ama todo lo que respira y no asimila que su galán de turno, un cansado
Clark Gable, más atractivo que nunca en la profundidad con que miraba a la
muerte, piense que para vivir, a veces, hay que matar, que de esa otra que pierde la
cabeza embriagada por las cumbres y el poder porque piensa que es algo más que
una conquista pasajera para John Kennedy; es difícil entender su cumpleaños
feliz, produce escalofríos de reprobación en su interpretación más prosaica del
sueño americano, pero puede propiciar una mirada redentora de nuestra parte
saber que de niña nunca fue una princesa y, lo peor, no podía creerlo, era
consciente de ello.
(27 de septiembre de 2015)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.