Mi polvo no está en el aire
ni en la palabra hueca
que amargamente
extraña
se enamoró de tu boca.
¿Cómo
era mi soledad antes de que estuvieras
navegando
en mi errática
pronunciación
del
letargo?
La
vi sobre mis hombros
en
mis manos,
en
el sudario
que
esperaba la sombra del dolor,
aquella
sombra
que
se enamoró de mí,
que
nunca me dejaba...
Mi
soledad vestida en un suspiro
cautivo,
interminable.
Mi
soledad masacrada por discrepancias antiguas
que
a comprender no alcanzo,
que
no hablan, que no gritan, que no entienden.
¿Cómo
era mi soledad
antes
del día que fueras
al
río sin retorno de la ropa desterrada
en
el armario sin fondo que escondía tus anhelos,
a
la madrugada de los ojos sin máscara y sin dueño
que
lloran y aún te buscan
en
las ruinas imborrables de tu adiós a las muñecas?
Mi
polvo no está en el aire,
no
está en tus pensamientos
ni
está en las escaleras abiertas de tu casa,
que
está en los candelabros donde murió el olvido
que abrió los entresijos sin rumbo de tu risa.
que abrió los entresijos sin rumbo de tu risa.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.