Inspirado
por tu huella
en
una fotografía,
por
la imagen de ti misma
que forjaste en mi locura,
por
el patio arrinconado
que arrastraba mis deseos,
los espejos, las alfombras
y la apetencia de vida,
palidece
el canto errante
que
me entregara tu luna,
naufragaba
en mi recuerdo
cuando tu voz se rompía.
Allí
fue donde lloraban
las flores de los misterios,
donde
gastadas antenas
apenas
se conectaban,
con
el rumor de Borrás,
los
gatos y los cordeles,
con
el humo de la fábrica,
con
el aliento del mar
y
las cuerdas de tu voz
en
tu amor que florecía.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.