evitando la fría procesión hasta la
tumba,
dejando a los muertos solos en el
coche.
Es Junio y estoy cansada de mi
entereza.
Nos dirigimos al Cabo, y me animo a
mí misma
y el mar se balancea como una
cancela de hierro
y nos emocionamos. Muere la gente en
otros lugares.
El viento, querido, cae como guijarros
de las blancas aguas y cuando nos
turbamos
lo hacemos plenamente. Nadie está
solo.
Los hombres matan por esto o cosas
parecidas.
En cuanto a los muertos... viven
descalzos
en los barcos de piedra
porque ellos son más pétreos que el
mar al detenerse.
No quieren que les bendigan
la garganta, los ojos, los
tendones...
(Variación de Francisco Enrique León)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.