martes, 26 de mayo de 2020

Sombras de la Bahía 1 y 2


Es triste que no vuelvas a mover los vestigios
de apasionada luz que muere entre los álamos
camino de la Huerta cada día
y el cálido reflejo de unas manos abiertas
con tu camisa blanca entre los pensamientos
que arrastra la corriente del arroyo
aventando las ramas oscuras del azul,
la palabra que sufre los labios de los vientos,
la humildad perturbable de la higuera,
a dejarnos la imagen sentada y fugitiva de la muchacha gris
que gime la soledad del exiliado que nunca tuvo alas
y abre la crónica
nocturna del amor cada mañana en los desiertos
de almas que sonríen su amargura
al Poniente que la acecha cuando la tarde se apaga,
entristece y no llega a las orillas del templo
cuando muge en el Hacho la sirena
en la bruma de agosto que apareció en diciembre
donde una niña pena la copla del naufragio.



*** *** ***

Pienso que llevará la sábana de un mártir
que no supo morir entre los muertos
y vuelve a su tormento en sus pupilas.
          el grito de una hoguera que rompe los vestigios
de la luz de los presos destrozados
que aparecen llorando en los montes de Venus,
del drama de los atunes que tiemblan en la bodega,
tienen el mismo nombre y perdida en la emboscada la misma dirección
que grita Europa,
y la marea áspera se adentra en la arena vencida,
en la Laja inundada
por la nube y el idilio de un poeta innortado
que encumbró la memoria de la lluvia en el agua
en la arena desierta de un verso postergado
y el almacén de redes que aprendió otros rezos
que arden y no iluminan,
y la sonrisa íntima que añora su verdad en la fuente que calla
de un barrio moribundo
mientras las barcas buscan del monte la bandera
que no tiene color y agita en los periódicos los látigos del mundo,
un cementerio blanco por la rabia azotado,
por las lilas, la cal y la injusticia
que calman su quejío en los rostros perdidos de la Fragua
del dios de los gitanos que llora en las llagas de la noche la agonía,
la angustia del viajero que no halla los lazos
que puedan amarrar las soledades
de los signos borrados por las rutas del mar,
y la tollina gime las dagas del destierro
y el aullido de los puertos que mueren y acorralan
la evocación sentida de los nichos sin fecha,  
de los santos de piedra que pasaron entre flores y lágrimas.
*
ç

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.