martes, 26 de mayo de 2020

Ningún lugar II - Septiembre 2018

Sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.
(No hablaré de poesía)

Es cierto 
que siempre se hace tarde cuando el alma se agrieta
y se van los acordes 
de la mirada pensativa, de la alcoba, del recuerdo
y la libertad se cubre sin saber el motivo
con el velo de una lágrima,
 con un himno que destierra las velas de tu vuelo
con banderas olvidadas que devoran el mástil,
los lienzos, el retrato y los acantilados
del pintor miserable 
marcado por los labios que muerden una estrofa,
del poeta que dibuja tu rostro en una sábana
con despertares y sueños que no tuvieron pulso
y un aullido desgarrado que ya no tiene rima
ni conoce la brisa amarga de los puertos
cuando vuelven los barcos que nunca llegarán, 
que surcan el pasado
con el lazo de tu blusa que se tiende en la escollera
de los puentes derruidos, en las caricias y en los parques
donde yace la azucena que alguna vez tuvo tu nombre,
la palabra que llora la herida de las fuentes
la inmensidad del mar que cabe en una lágrima.

***
Sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.
(No hablaré de poesía)

Cuando llega la sombra a tu rostro de muerte
tus manos se retraen torpes en el cuaderno
donde dejaste hundida 
la palabra borrosa de un poema 
que desconcierta el alma de los ramajes huecos
donde van los acordes 
de la mirada oscura y pensativa, 
de la alcoba del bosque
donde tiembla la niña que sufre en tu recuerdo.

La libertad enhebra sin saber el motivo
el velo de una herida en tu mirada
 con un himno que cierra las velas de tu vuelo
con banderas hundidas que devoran el mástil,
los lienzos, el retrato y los acantilados
del pintor miserable 
marcado por los labios que muerden una estrofa,
del bardo que dibuja tu olvido en una sábana
con la risa y el sueño que no tuvieron pulso
y un grito desgarrado que ya no tiene rima
ni conoce la brisa amarga de los puertos
cuando vuelven los barcos que nunca llegarán, 
que surcan el pasado
y el lazo de tu blusa que duerme en la escollera
de los puentes derruidos, 
de la caricia blanca en los parques
donde yacen los lirios que tuvieron tu nombre,
y cubre los carteles
la palabra que llora la herida de las fuentes,
la inmensidad del mar que cabe en una lágrima.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.