Cuando
llegue el corazón perdido de la noche
te
preguntaré
si
queda un beso para que te recuerde,
para
saber cómo llamarte
cuando
la escena haya concluido
en
la oscuridad profunda que se anuda
a
los árboles torcidos de las aceras
mientras
tiembla en los pasajes el alma de los pájaros
que
perdieron las notas, la caricia, el vuelo
y
las sombras del ayer.
Te
abrazaré en el silencio de las calles ruinosas
para
llevarte el amor de una ciudad torpe y abandonada
y
abrir una cortina que deje tu mensaje
en
una enredadera
que
lleve una caricia sobre el muro derruido de un canto angustiado
que
se arrastre en el suelo desierto de una hoja caída.
He arrancado palabras en las esquinas del silencio para buscarte,
he
clavado un lamento sobre un recuerdo derruido para tenerte,
una rosa en la
ventana donde la luz se quiebra ante los clavos,
ante la soledad de las alas
ante la soledad de las alas
que no encontraron en los labios la quietud de la
brisa.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.