1
No me llames en la noche
callada de tu olvido,
no me dejes soñar la luz de la alborada
transitando las estrellas que te esperan
porque en tus entrañas he vivido
la cruz de tu silencio,
la cadena amarrada en los leves esteros
de una vieja soledad,
de una barca sin destino varada en la playa.
2
He hollado la isla entre el polvo y las matas,
he cantado a la noche
como si fuera un sueño
y atracado en los astros de los dioses que penaban
en caminos de piedra que perdieron el nombre.
Ya no puede pensar en ti sin un aullido,
ya no puedo olvidar el aire de tu brisa,
la soledad del mundo que brota en tu mirada
cuando dejas atrás la huella del amor
en tu vestido,
y el silencio del búho
suspendido en el aire, en el leve latido
de la marea herida que se recoge en el alba.
3
Vives en otro mundo que para mí
fue el más querido de los últimos rayos
que cubría las acacias. No he dejado de amarte
a pesar de la hondura del valle
que nos encierra y nos separa.
Volveré a los huecos para gritar tu noche,
a los caminos oscuros para encontrar tu eco.
4
No me llames en la noche
callada de tu olvido,
no me dejes soñar la luz de la alborada
transitando las estrellas que te esperan
porque en tus entrañas he vivido
la cruz de tu silencio,
la cadena amarrada en los leves esteros
de una vieja soledad,
de una barca sin destino varada en la playa.
2
He hollado la isla entre el polvo y las matas,
he cantado a la noche
como si fuera un sueño
y atracado en los astros de los dioses que penaban
en caminos de piedra que perdieron el nombre.
Ya no puede pensar en ti sin un aullido,
ya no puedo olvidar el aire de tu brisa,
la soledad del mundo que brota en tu mirada
cuando dejas atrás la huella del amor
en tu vestido,
y el silencio del búho
suspendido en el aire, en el leve latido
de la marea herida que se recoge en el alba.
3
Vives en otro mundo que para mí
fue el más querido de los últimos rayos
que cubría las acacias. No he dejado de amarte
a pesar de la hondura del valle
que nos encierra y nos separa.
Volveré a los huecos para gritar tu noche,
a los caminos oscuros para encontrar tu eco.
4
En la marea baja se adentra la golondrina
como su fuera un sueño, he pensado en tu amor
y el aire que me llega se concentra en mis labios
y hay un dulce gemido que suena en cada soplo,
en cada grito tierno de la espuma.
He cerrado los ojos para verte en ese sueño,
para saber que vives en un mundo transitivo,
lucho por alcanzarte y es tan difícil ahora
expresar un pensamiento
cuando la mente se atasca y las manos se detienen.
He querido mostrarte a ese hombre que no habla,
no camina, y todavía así insiste con su silencio
en llegar al lugar donde la luna te espera.
5
Quizás vuelva la noche profunda de las calas
y camine en tu rostro
la luz por los estrados y muestres el deseo
de vivir en la tierra
que anidara tus pasos cuando te perseguía
que anidara tus pasos cuando te perseguía
y te entregué los aires queridos de tu voz.
Llevas en la mirada el soplo del Poniente,
en los labios la herida del pájaro que tiembla,
los soplos que iluminan
en la huerta que muere y vuelve en el recuerdo
para hablar en los bancos de la luz de la farola.
6
No he podido dejar tu pensamiento, Georgia,
en el anochecer que cubre la llama de tus labios,
entregarte en el camino del Llano de las Damas,
la higuera que talaron,
las canciones olvidadas que aún escuchas.
Porque vuelvo al portal de los besos perseguidos,
Porque tomo tu mano y sonríes, porque llegas con el Poniente
que cruza el abrazo de las muñecas desprotegidas
y me llevas hacia el mar para dejar la huella en las arenas,
para cantar en la nube que emerge en un rayo de luna.
7
Me dijiste palabras una mañana fría
que aún duelen en mi alma,
ya no me querías y yo como un silencio
que no podía hablarte
asistí al funeral de los días azules,
no me olvido de ti, aún no te he perdonado.
No fue seco el silencio ni murió en la soledad,
ahora vago en los postes de los pájaros
que callan el corazón de un te quiero en la mañana.
8
He amado la sombra inquieta de tu vestido,
la nube de tu canto,
la hiedra de tus muros,
he escrito un poema en el atracadero,
viste su melodía
la farola en la piedra de un quejío pasado
en la taberna lúgubre de las canciones vencidas,
en los juegos perseguidos
que llegaban a tu boca y encendían los deseos,
en los mástiles perdidos
en la noche de la niebla.
Solo puedo buscarte como un sueño extraviado
que escucha en la mañana la voz de tu silencio
que aún dice que me amas.
9
He abierto la puerta que encerraba tu olvido
y tu nombre he escrito en un gozne de campana,
ya no llega el amor a los pies de una herida,
ya no hablan tus labios
como una enredadera que sube por tus muros,
te busco en los nocturnos serenos de los mares,
en el amor que corre por tus ojos y los míos
que se adentran en el claro de la luna que pasa
y vuelven al amor en un beso enclavado.
10
He abierto en un claro la punta de un abismo,
era como quererte con un verso asustado,
como brotar del aire una palabra inquieta
que llegó a otro sueño y se puso tu vestido,
me acerco a tu mirada
en las barcas dormidas y en los remos destrozados,
vibro con tu recuerdo como si fueras vida
que penetra en el agua y canta en los pájaros.
11
He prendido una herida que recuerda tu nombre en la playa,
he bajado a las arenas y oigo el rumor del muro
en la rendija donde anidan los vencejos
y el clamor de tu paso salpica en el agua que golpea en las rocas
y penetra en el muelle que solo conserva el nombre.
Vuelvo a un poema de amor que llega de otro tiempo,
al campanario que no volvió a volar, al Vía Crucis
que numera cada caída
y te recuerda cuando vivir era un pecado,
una herida aferrada a la ceniza de tu frente.
12
La noche se sumerge en las luces que gritan en el agua,
apenas una palabra me acerca al amor
que me diste
entre el miedo y las cenizas,
quiero volver al mundo de tus manos temblorosas,
a escribir versos sentidos en la soledad de la niebla.
Era todo más humano con la sombra de tus alas,
más abierta la vida en el corazón de la calle,
que llenaste de caricias
mientras las gaviotas graznaban
y las farolas luchaban con su grito de luz adormecida.
13
En la pequeña iglesia no había luz y el silencio se escondía
bajo una tersa cortina roja,
tú pisabas en el pórtico y avanzabas
en el ruido de las olas y el aire cálido
que nos llegaba del sur y hablaba a tu oído.
Eres la melodía que resiste a morir de tristeza
cuando dobla la campana
en la lejanía que brota en el cementerio.
Todos los muertos son tuyos,
toda tu soledad vuelve a un sueño extraviado
cuando emerges del recuerdo
de un instante indefinido entre el dolor y el gozo,
de una fragancia quieta que derrama una lágrima
de los párpados cerrados que caminan en los olivos.
14
Como un sueño que se arrastra en un amor dormido,
como un aliento que no encuentra salida,
como una amante en el lamento de los sauces,
así mi corazón busca el silencio,
así rompo las huellas temblorosas
y escribo sin moverme la danza de Plutón.
15
Amo la estrella que se cruza con el viento
y se enamora del Sur
en la noche callada, porque su canto ilumina
la mirada humilde que vive en el corazón de los pobres,
porque en su luz se desliza la paz del peregrino.
Amo el tiempo que refleja
el monumento sin frontera de un claro de luna,
tu corazón me llega en el sueño
de una sonata intensa
que suena para siempre en el alma de mis ojos.
16
Hay una cama que mece la soledad de un hombre
que en todo ha tropezado
y suspira en el silencio
y camina en el olvido. Nadie sabrá cuánto te quiso,
cuánto esperó tu vuelta,
cuántas barcas buscaron las soledades de su isla,
cuántas veces pensó que vivía para encontrarte.
17
La ciudad se abalanza
sobre las viejas casas,
he acertado a pensar en un tiempo pasado,
en mares esparcidos
entre puentes que cuelgan.
Sigo pensando en ti, entre todos los barcos,
allanando las flores, derrotando el olvido.
18
Estoy entre alfeizares y arranco este camino,
te recuerdo en la lila y el geranio.
Eres, Georgia,
esa palabra que sigue moviéndome el alma,
eres esa escalera que no pude ascender,
te llamo en la calle que no tiene salida,
pero ya no me escuchas,
eres una golondrina que no sabe el camino,
que cruza los adoquines
y viste la elegancia,
que se adentra en el mar de la tristeza
cuando sueña el amor el mar de los perdidos.
19
Entre las flores blancas y el patio encalado
te conocí, Georgia, en los días azules eras un sueño
y abrías mis ojos al roce de tu falda.
Estaré en la espiga, brotaré en el camino,
Estaré en la espiga, brotaré en el camino,
diré tu nombre.
Comprendí que el amor y la vida llevan tu huella,
Comprendí que el amor y la vida llevan tu huella,
que ya no puedo despertar del sueño de tu rostro,
que volveré a la playa cada tarde para escribir una caricia.
20
Las farolas se rodean de la niebla del silencio
y se adentran en tu retrato
como si fuera luz la sonrisa que despierta,
como si fuera mar el mar de los recuerdos
y dejara el olvido en su rincón vacío.
Mientras el amor se vierte en el callejón de los besos,
la libertad del mar, los juegos, el crepúsculo
y en la farola que lucha con la neblina.
21
Los espigones contuvieron la arena
y crearon un camino,
era una cruz de amor y un sendero de besos,
era un sueño que hablaba,
unos verdes matojos que brotaban entre las piedras,
eran tu cuerpo y el mío dibujando los sudores
adentrándose en el mar
y la llama de tu nombre se prodigaba en tus labios,
y el fuego de mis manos acariciaban tu piel.
22
Ya te dije que he roto con el silencio,
nada me oprime como antes, busco un sueño
para poder decir que te amo
por encima de las flores
y las estrellas,
para entregarte el vuelo de una alondra
y el árbol que envejece sin ruido.
Ya nada puede detenerme, soy ese árbol
que pierde sus hojas ante la nube
y acoge verdecido cualquier rayo de sol.
23
Perseguiré la llama de tus ojos en la ensenada,
caminaré en la torre de tu espejo,
me adentraré en el mar para tenerte,
como esa sirena que me entregó la huella de tus besos,
como esa doncella que busca el manantial.
24
Vuelves al olvido como una mariposa
que arrancas los deseos marcados por sus alas,
pero te quiero así y no puedo evitarlo,
vives en mi memoria, en los escaparates,
eres en el silencio un sueño que no acaba.
25
Vives en mi memoria y no puedo apartar
una brizna de olvido
que me arrastra a la tristeza,
las muñecas se perdieron,
los poemas fueron al fin una nota en tu diario,
un destello
entre la muerte y la esperanza
que se mantiene firme entre los barcos
que guían el corazón en los faros de la noche.
26
La mañana esperaba
otro deseo,
otro sueño de luz
la despedida
y no puedo creer
en lo que creo
ni partir con las flores
de una herida.
Vuelve mi corazón a sus despojos,
hiere un arco de luz
en tu mirada
y no encuentra el mirar
que me hacía sentir tu alma en la mía.
27
No sé si volveré desde esta tristeza,
si volveré a mirar sin miedo los lugares que frecuentabas,
si podré escribir lo que llevo dentro
sin dejar que la vergüenza le cierre el paso.
No sé si volveré a mirar sin miedo
los lugares que frecuentabas,
si podré escribir sobre tu huella
ahora que no te conozco ,
pensar en ti y que el dolor no se apodere de mi rostro,
estoy perdido en una nube que no sueña
como un espejo sin luna,
como unos ojos que no pueden ver la aurora,
un candelabro sin luz en un pasillo sin ventanas.
Pero la ciudad se ha ido alejando de la que conocimos,
las calles ya no tienen el mismo olor,
apenas quedan ventanas,
caminamos entre las cenizas del recuerdo,
entre árboles extraños que no conocen sus raíces,
entre las sombras de los geranios del pasado
y unos escaparates que rumian el antiguo resplandor
del sueño de los poetas.
de tu huella sobre los adoquines,
unos versos caídos en la noche
que me recuerdan la soledad del mundo cuando no estás,
la tristeza de una sonrisa que no encuentra tus labios.
*** *** ***
1
Cuando muere el crepúsculo y llegas a nuestra calle
se despierta el deseo de un beso primigenio.
Me abres cada herida,
vuelas en cada recuerdo como la alondra
y cantas
entre el arbusto vencido que entrega las espinas
y te quiero en esa hora que aparece tu luz,
que despejas la tristeza en los ojos de la luna.
2
Como la fuente que fluye
en el recuerdo de tu nombre, como los rosales
que arrancan un canto intenso
y conocen tus encantos,
y conocen tus encantos,
como las mariposas que gritan Georgia en los arbustos,
como un hombre de amor vuelvo a tu recuerdo
y proyecto la luz de tu sonrisa amplia en el rescoldo
de tus reminiscencias,
de la eterna memoria de tu candor y tu elegancia.
3
Se desmiembran las voces
de un aire primitivo y me acerco a tu falda
como un amante intenso
que busca tus canciones en la calle vacía
y alienta en el recuerdo la llama de tu espera.
Como un lobo perdido
voy vagando en tu noche y busco tu mirada
y el alma se me alumbra cuando miro tus ojos
cuando siento tu pecho en la fuente de piedra
y sigo en tu camino como un lecho de flores
que se forma en la nube
que transita en mi memoria.
Vivo para tenerte en los ríeles sin rumbo,
en estaciones que mueren entre la soledad
seca de los arbustos y los bancos sin salida
que no tienen un viajero.
4
Caminemos por la acera de los muros,
de los cielos que eleven otra cita
y dejemos que la dicha nos invada-
Tiempo hay para el amor en un instante,
la libertad anida en los costados
y recibe los sueños deseosos.
5
Quizás vuelva la noche profunda de las calas
y camine en tu rostro
la luz por los estrados y muestres el deseo
de vivir en la tierra que anidara tus pasos
y te entregue los aires queridos de tu voz.
Llevas en la mirada el soplo del Poniente,
en los labios la herida del pájaro que tiembla,
los soplos que iluminan
en la huerta que muere y vuelve en el recuerdo
para hablar en los bancos de una canción de amor
6
No he podido dejar tu pensamiento, Georgia,
en el anochecer que cubre la llama de tus labios,
entregarte en el camino del Llano las Damas,
la higuera que talaron,
las canciones olvidadas que aún cantas.
Porque vuelvo al portal de los besos perseguidos,
Porque tomo tu mano y sonríes, porque llegas con el Poniente
que cruza el abrazo de las muñecas desprotegidas
y me llevas hacia el mar para dejar la huella en las arenas,
para cantar en la nube que emerge en un rayo de luna.
7
Me dijiste palabras una mañana fría
que aún duelen en mi alma,
ya no me querías y yo como un silencio
que no podía hablarte
asistí al funeral de los días azules,
no me olvido de ti, aún no te he perdonado.
No fue seco el silencio ni murió en la soledad,
ahora vago en los postes de los pájaros
que callan el corazón de un te quiero en la mañana.
8
He amado la sombra inquieta de tu vestido,
la nube de tu canto,
la hiedra de tus muros,
he escrito un poema en el atracadero,
viste su melodía
la farola en la piedra de un poema,
en la taberna lúgubre de las canciones vencidas,
en los juegos perseguidos
que llegaban a tu boca y encendían los deseos,
en los mástiles perdidos
en la noche de la niebla.
Solo puedo buscarte como un sueño extraviado
que escucha en la mañana la voz de tu silencio
que aún dice que me ama.
9
He abierto la puerta que encerraba tu olvido
y tu nombre he escrito en un gozne de campana,
ya no llega el amor a los pies de una herida,
ya no hablan tus labios
como una enredadera que sube por tus muros,
te busco en los nocturnos serenos de los mares,
en el amor que pasa por tus ojos y los míos
que se adentran en el claro de la luna que pasa
y vuelven al amor en un beso enclavado.
10
He abierto en un claro la punta de un abismo,
era como quererte con un verso asustado,
como brotar del aire una palabra inquieta
que llegó a otro sueño y se puso tu vestido,
me acerco a tu mirada
en las barcas dormidas y en los remos destrozados,
vibro con tu recuerdo como si fueras vida
que penetra en el agua y canta en los pájaros.
11
He prendido una herida que recuerda tu nombre en la playa,
he bajado a las arenas y oigo el rumor del muro
en la rendija donde anidan los vencejos
y el clamor de tu paso alborota el agua que golpea en las rocas
y penetra en el muelle que solo conserva su derrumbe.
Vuelvo a un poema de amor que llega de otro tiempo,
al campanario que no volvió a volar, al Vía Crucis
que numera cada caída
y te recuerda cuando vivir era un pecado,
una herida aferrada a la ceniza de tu frente.
12
La noche se sumerge en las luces que gritan en el agua,
apenas una palabra me acerca al amor
que me diste
entre el miedo y las cenizas,
quiero volver al mundo de tus manos temblorosas,
a escribir versos sentidos en la soledad de la niebla.
Era todo más humano con la sombra de tus alas,
más abierta la vida en el corazón de la calle,
que llenaste de caricias
mientras las gaviotas graznaban
y las farolas luchaban con su grito de luz adormecida.
13
En la pequeña iglesia no había luz y el silencio se escondía
bajo una tersa cortina roja,
tú pisabas en el pórtico y avanzabas
en el ruido de las olas y el aire cálido
que nos llegaba del sur y hablaba a tu oído.
Eres la melodía que resiste a morir de tristeza
cuando dobla la campana
en la lejanía que brota en el cementerio.
Todos los muertos son tuyos,
toda tu soledad vuelve a un sueño extraviado
cuando emerges del recuerdo
de un instante indefinido entre el dolor y el gozo,
de una fragancia quieta que derrama una lágrima
de los párpados cerrados que caminan en los olivos.
14
Como un sueño que se arrastra en un amor dormido,
como un aliento que no encuentra salida,
como una amante en el lamento de los sauces,
así mi corazón busca el silencio,
así rompo las huellas temblorosas
y escribo sin moverme la danza de Plutón.
15
Amo la estrella que se cruza con la luna
y se enamora del Sur
en la noche callada, porque su canto ilumina
la mirada humilde que vive en el corazón de los pobres,
porque en su luz se desliza la paz del peregrino.
Amo el tiempo que refleja
el plácido momento de un claro de luna,
tu corazón me llega en el sueño
de una sonata
que suena para siempre en mis ojos.
16
Hay una cama que mece la soledad de un hombre
que en todo ha tropezado
y suspira en el silencio
y camina en el olvido. Nadie sabrá cuánto te quiso,
cuánto esperó tu vuelta,
cuántas barcas buscaron las soledades de su isla,
cuántas veces pensó que vivía para encontrarte.
17
La ciudad se abalanza
sobre las viejas casas,
he acertado a pensar en un tiempo pasado,
en mares esparcidos
entre puentes que cuelgan.
Sigo pensando en ti, entre todos los barcos,
allanando las flores, derrotando el olvido.
18
Estoy entre alfeizares y arranco este camino,
te recuerdo en la lila y el geranio.
Eres, Georgia,
esa palabra que sigue moviéndome el alma,
eres esa escalera que no pude ascender,
te llamo en la calle que no tiene salida,
pero ya no me escuchas,
eres una golondrina que no sabe el camino,
que cruza los adoquines
y viste la elegancia,
que se adentra en el mar de la tristeza
cuando sueña el amor el mar de los perdidos.
19
Entre las flores blancas y el patio encalado
te conozco, Georgia, en los días azules eras un sueño
y abrías mis ojos en tu falda, estaré en la espiga, brotaré
en el camino, diré tu nombre. Comprendí que tú eras Georgia,
que el amor y la vida llevan tu huella,
que ya no puedo despertar del sueño de tu rostro,
que volveré a la playa donde escribí una caricia.
20
Las farolas se rodean de la niebla del silencio
y se adentran en tu retrato
como si fuera luz la sonrisa que despierta,
como si fuera mar el mar de los recuerdos
y dejara el olvido en su rincón vacío.
Mientras el amor se vierte en el callejón de los besos,
la libertad del mar, los juegos, el crepúsculo
y en la farola que lucha con la neblina.
21
Los espigones contuvieron la arena
y crearon un camino,
era una cruz de amor y un sendero de besos,
era un sueño que hablaba,
unos verdes matojos que brotaban entre las piedras,
eran tu cuerpo y el mío dibujando los sudores
adentrándose en el mar
y la llama de tu nombre se prodigaba en tus labios,
y el fuego de mis manos acariciaban tu piel.
22
Ya te dije que he roto con el silencio,
nada me oprime como antes, busco un sueño
para poder decir que te amo
por encima de las flores
y las estrellas,
para entregarte el vuelo de una alondra
y el árbol que anochece sin ruido.
Ya nada puede detenerme, soy ese árbol
que pierde sus hojas ante la nube
y acoge verdecido cualquier rayo de sol.
23
Perseguiré la llama de tus ojos en la ensenada,
caminaré en la torre de tu espejo,
me adentraré en el mar para tenerte,
como esa sirena que me entregó la huella de tus besos,
como esa doncella que busca el manantial.
24
Vuelves pronto al olvido como una mariposa
que arrancas los deseos marcados por sus alas,
pero te quiero así y no puedo evitarlo,
vives en mi memoria, en los escaparates,
eres en el silencio un sueño que no acaba.
25
Vives en mi memoria y no puedo apartar
una brizna de olvido
que me arrastra a la tristeza,
las muñecas se perdieron,
los poemas fueron al fin una nota en tu diario,
un destello
entre la muerte y la esperanza
que se mantiene firme entre los barcos
que guían el corazón en los faros de la noche.
26
La mañana esperaba
otro deseo,
otro sueño de luz
la despedida
y no puedo creer
en lo que creo
ni partir con las flores
de una herida.
Vuelve mi corazón a sus despojos,
hiere un arco de luz
en tu mirada
y no encuentra el mirar
que me hacía sentir tu alma en la mía.
27
Es cierto que no vuelve lo que nunca pasó
y siempre se hace tarde cuando el alma se agrieta
y se va la esperanza
como una mariposa que atraviesa las nubes
y empapa la tristeza de su vientre
en la mirada oscura que guarda los rescoldos
de un deseo ferviente que resiste en la sangre.
No volverás, lo sé, pero te espero al alba
con la flor en los labios
en la mirada eterna de una estrella fugaz
que caerá en tu olvido cuando llegue la muerte.
28
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.