martes, 26 de mayo de 2020

Nadie 30 de julio

1

Sigues en mis  anhelos 
con tu vuelo en mis brazos, el candor en la bahía
y enciendes en mi  mirada  
la sombra cineraria de los héroes marchitos
que no encontraron el canto en mi corazón de viajero.

Sigues en mis  anhelos cruzando la nostalgia
y en el dolor enciendes
un poema en tu aliento con la ternura perdida 
de la sombra de los pájaros 
que inundaron la marea alterable de las piedras 
y no pudieron enterrar 
tu mirada en el lecho de las algas verdosas,
tu palabra en el silencio del olvido, 
tus velas en las cenizas de un poeta adolescente.

Sigues en mi memoria moviendo los instantes
y el sorbo doloroso
de los primeros versos que buscaban tu esperanza 
y tu prístina libreta de los lunes, 
sufro ese momento como si fuera mío todavía
 y me detengo en tu imagen
cada vez que vuelvo a escribirlos en tus labios,
cada vez que me acerco a tus ojos en la nube que tejiste.


2

Sigues en mi interior persiguiendo el destello
que buscaba tu ojos en la luna, 
viajaba en tu camisa, en tu sangre latía
y brotaba en mis hojas sin poder arrimarlo a tus caderas
edificando notas esparcidas 
en los retratos amarillos y demacrados 
que no encontraron abrigo en la memoria de la calle. 


Sigues en mi esperanza viviendo los instantes
que  temblando tejieron el fular de la sonrisa,
el despertar obstinado de las caricias ciegas,
y el primer canto de amor
 que te buscaba 
y por el que sufro cada vez que te retengo 
en la mirada constante y sensitiva,
cada vez que lo escribo en los labios del recuerdo.

3


Pasa el tiempo  y vuelve tu sonrisa a los espejos
de los troncos caídos
 en la añorada acera de la primera cita
y destroza llorando las alas
de la cometa azul que se enreda con el manto de la noche
y refleja  la elegancia de tu rostro 
en la bruma de los puentes que perdieron el camino.

Nadie podrá decirte que no preguntaste
ansiosa por lo perdido
con el  corazón que latía en los labios del intento,
en el balcón donde colgaba el flujo de los geranios,
en la alcoba del náufrago que nunca encontró tu isla. 

Nadie podrá negar que cruzaste las nubes solitarias
con tu blusa anudada en la  cintura,
que abrazaste el culto 
de una mirada penetrante en el silencio, 
que inundaste con arrojo la lágrima 
de la rosa perdida
en el interior de los vientos de una derrota inconsolable.


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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.