Que la vejez resalta
por su impaciencia sólo las miserias
y no podré salir nunca del abismo
de mi muerte
aunque sonría;
que doy vueltas a los barrotes de la tierra
como la bestia enjaulada que persigo en mí;
que de todas las cuerdas que tuve marcadas
en el rostro y en la sangre
solo acabé tirando de la que estaba rota
porque era la más humilde, la más sincera,
la única pura
porque perdió su pan en el reparto de los bienes
y lo que no había ganado todavía.
(Pasolini – Análisis tardío - Variación - F. E. León))
Te vas lejos, lejos de mí
pero te siento cada vez que respiras.
( Cohen - Avalancha - Variación -F.E. León)
(Memoria de Hydra)
por su impaciencia sólo las miserias
y no podré salir nunca del abismo
de mi muerte
aunque sonría;
que doy vueltas a los barrotes de la tierra
como la bestia enjaulada que persigo en mí;
que de todas las cuerdas que tuve marcadas
en el rostro y en la sangre
solo acabé tirando de la que estaba rota
porque era la más humilde, la más sincera,
la única pura
porque perdió su pan en el reparto de los bienes
y lo que no había ganado todavía.
(Pasolini – Análisis tardío - Variación - F. E. León))
Te vas lejos, lejos de mí
pero te siento cada vez que respiras.
( Cohen - Avalancha - Variación -F.E. León)
Fotografía
Estás ahí, en ese trozo de papel borrado
que ya no habla de cambios
y de justicia
en las alcantarillas vestidas de negro,.
en mis brazos estás cuando duermes,
en el deseo de amarte por encima de las parras
y de la muerte
cuando respiras en mis labios,
en mi sombrero, en el olvido en mi camisa
y como la nube de polvo
sin camino que mecía cada mañana
los vestigios de las plegarias perseguidas
que se perdían en la taberna y el vino por la noche,
en el vuelo nervioso de una golondrina
que plegaba las alas y emprendía otro sueño
en un libro cerrado
golpeando en las ramas de una puerta postergada
que aguarda tu presencia... llorosa,
ebria, torpe, ensangrentada y risueña...
que ya no habla de cambios
y de justicia
en las alcantarillas vestidas de negro,.
en mis brazos estás cuando duermes,
en el deseo de amarte por encima de las parras
y de la muerte
cuando respiras en mis labios,
en mi sombrero, en el olvido en mi camisa
y como la nube de polvo
sin camino que mecía cada mañana
los vestigios de las plegarias perseguidas
que se perdían en la taberna y el vino por la noche,
en el vuelo nervioso de una golondrina
que plegaba las alas y emprendía otro sueño
en un libro cerrado
golpeando en las ramas de una puerta postergada
que aguarda tu presencia... llorosa,
ebria, torpe, ensangrentada y risueña...
(Memoria de Hydra)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.