martes, 26 de mayo de 2020

La modernidad retrógrada

Reconozco, Laura, que demasiadas veces me siento perdido. No estoy tan falto de tiempo cómo he estado muchas veces y, casi como si fuera un imperativo categórico, me digo debes escribir algo y con frecuencia caigo en la inacción abrumado por una densa y dolorosa red que he ido urdiendo respecto a temas que se me han ido haciendo habituales aunque deba reconocer que cuanto más ahondo en ellos  más confusos se me hacen muchas veces. Tengo claro que no soy una de esas personas, a las que admiro sinceramente, que escribiría por escribir, creo que no me siento motivado para cantar si soy consciente de que nadie me escucha. Hablo con conocidos con los que mantengo una relación cordial, con familiares, con políticos... y experimento una desazón melancólica cuando compruebo que el lenguaje metafórico lejos de crear vínculos reconocibles a la hora de identificar los problemas y poder llegar a poner de acuerdo sobre sus síntomas y encontrar una posible solución ha creado una sensación inane e ilusoria alrededor del poeta. Lo de la modernidad retrógrada no es nada nuevo, ni es algo que haya ayudado nunca a mejorar la convivencia ni a sentir verdaderamente la sed de justicia; el hombre medio busca una posición ventajosa en el reparto, rara vez la equidad. El hombre de hoy en España es verdaderamente de nunca que diría Antonio Machado; escucha a los poetas sin ningún interés en saber lo que dicen, y lo peor, creo que lo peor, es que intuye que el poeta lleva razón pero piensa con firmeza que de ninguna manera hay que dársela. La sociedad laica no ha buscado al hombre sino a unos nuevos dioses, más bien perversos e interesados, por lo general.

Parece que han pasado siglos desde la muerte de Marilyn Monroe y no hemos sabido deconstruir la desaparición constante con la que el mundo actual devora la fragilidad de los poetas. Hablamos de la soledad de una mujer que, me temo de que nunca podamos convencer a nadie de ello, poseía una extraña y atractiva sensibilidad ante la poesía y la muerte.  

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.