DE ÁRBOL A ÁRBOL
…de par en par me abriste la puerta de tu infierno.
Yo te amaba.
Yo te amé.
María García Romero
I
En el inmenso cielo busco un fragmento
donde agotar mi corazón de aquellos
días en que cerraba mis infantiles ojos.
Sí, en aquellos días en que el sudor
mojaba la fruncidas sienes de mis dedos
Tú sabes, que no basta una sola ventana
que el viento abrió una noche
sobre un instante puro de consciencia,
cuando el alto olmo crece y seguirá creciendo
en el viaje de un cuerpo por la línea sin tregua,
observando, el primer sentido, en el umbral
de la estancia del frío lleno de mundo oscuro
y sombras de lo efímero, para morir silente
en una incertidumbre.
¿Porqué detenerme?
La noche en la ventana estaba pálida
y dudosa, como una fantasía,
se adentraba en la cueva de toda vanidad.
Tal vez, una vez más, quedé vacío,
el sol había muerto, mi corazón sin fe.
II
Ahora, una vez más, la ventana se abre,
ahora se desnudan los árboles
volando muy despacio, muy despacio,
dejan caer sus hojas barridas por el cierzo
para exponer razones detenidas
y esperar una fecha en tu mirada.
Ahora, una vez más, la ventana se abre,
deja que deposite la carga de la luna,
el crecer doloroso del álamo del jardín
a mi noche que vive en el espejo
y se parece a una vejez nocturna.
La vida es, tal vez, una larga calle
por donde pasas tú todas las mañanas
haciendo caso omiso a la estación del tiempo:
el sol había muerto en la mañana.
Última edición por José Manuel F. Febbles…de par en par me abriste la puerta de tu infierno.
Yo te amaba.
Yo te amé.
María García Romero
I
En el inmenso cielo busco un fragmento
donde agotar mi corazón de aquellos
días en que cerraba mis infantiles ojos.
Sí, en aquellos días en que el sudor
mojaba la fruncidas sienes de mis dedos
Tú sabes, que no basta una sola ventana
que el viento abrió una noche
sobre un instante puro de consciencia,
cuando el alto olmo crece y seguirá creciendo
en el viaje de un cuerpo por la línea sin tregua,
observando, el primer sentido, en el umbral
de la estancia del frío lleno de mundo oscuro
y sombras de lo efímero, para morir silente
en una incertidumbre.
¿Porqué detenerme?
La noche en la ventana estaba pálida
y dudosa, como una fantasía,
se adentraba en la cueva de toda vanidad.
Tal vez, una vez más, quedé vacío,
el sol había muerto, mi corazón sin fe.
II
Ahora, una vez más, la ventana se abre,
ahora se desnudan los árboles
volando muy despacio, muy despacio,
dejan caer sus hojas barridas por el cierzo
para exponer razones detenidas
y esperar una fecha en tu mirada.
Ahora, una vez más, la ventana se abre,
deja que deposite la carga de la luna,
el crecer doloroso del álamo del jardín
a mi noche que vive en el espejo
y se parece a una vejez nocturna.
La vida es, tal vez, una larga calle
por donde pasas tú todas las mañanas
haciendo caso omiso a la estación del tiempo:
el sol había muerto en la mañana.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.