1
Cuando
muere el crepúsculo y llegas a nuestra calle
se
despierta el deseo de un beso primigenio.
Me abres
cada herida,
vuelas
en cada recuerdo como la alondra
y cantas
entre el
arbusto vencido que entrega las espinas
y te
quiero en esa hora que aparece tu luz,
que
despejas la tristeza en los ojos de la luna.
2
Como la
fuente que fluye
en el
recuerdo de tu nombre, como los rosales
que
arrancan un canto intenso y conocen tus encantos,
como las
mariposas que gritan Georgia en los arbustos,
como un
hombre de amor vuelvo a tu recuerdo
y
proyecto la luz de tu sonrisa amplia en el rescoldo
de tus
reminiscencias,
de la eterna
memoria de tu candor y tu elegancia.
3
Se
desmiembran las voces
de un
aire primitivo y me acerco a tu falda
como un
amante intenso
que
busca tus canciones en la calle vacía
y
alienta en el recuerdo la llama de tu espera.
Como un
lobo perdido
voy
vagando en tu noche y busco tu mirada
y el
alma se me alumbra cuando miro tus ojos
cuando
siento tu pecho en la fuente de piedra
y sigo
en tu camino como un lecho de flores
que se
forma en la nube
que
transita en mi memoria.
Vivo
para tenerte en los ríeles sin rumbo,
en
estaciones que mueren entre la soledad
seca de
los arbustos y los bancos sin salida
que no
tienen un viajero.
4
Caminemos
por la acera de los muros,
de los cielos
que eleven otra cita
y
dejemos que la dicha nos invada-
Tiempo
hay para el amor en un instante,
la
libertad anida en los costados
y recibe
los sueños deseosos.
5
Quizás
vuelva la noche profunda de las calas
y camine
en tu rostro
la luz por
los estrados y muestres el deseo
de vivir
en la tierra que anidara tus pasos
y te entregue
los aires queridos de tu voz.
Llevas
en la mirada el soplo del Poniente,
en los labios
la herida del pájaro que tiembla,
los
soplos que iluminan
en la
huerta que muere y vuelve en el recuerdo
para
hablar en los bancos de una canción de amor
6
No he
podido dejar tu pensamiento, Georgia,
en el
anochecer que cubre la llama de tus labios,
entregarte
en el camino del Llano las Damas,
la
higuera que talaron,
las
canciones olvidadas que aún cantas.
Porque
vuelvo al portal de los besos perseguidos,
porque
tomo tu mano y sonríes, porque llegas con el Poniente
que
cruza el abrazo de las muñecas desprotegidas
y me
llevas hacia el mar para dejar la huella en las arenas,
para
cantar en la nube que emerge en un rayo de luna.
7
Me
dijiste palabras una mañana fría
que aún
duelen en mi alma,
ya no me
querías y yo como un silencio
que no
podía hablarte
asistí
al funeral de los días azules,
no me
olvido de ti, aún no te he perdonado.
No fue seco
el silencio ni murió en la soledad,
ahora
vago en los postes de los pájaros
que
callan el corazón de un te quiero en la mañana.
8
He amado
la sombra inquieta de tu vestido,
la nube
de tu canto,
la
hiedra de tus muros,
he
escrito un poema en el atracadero,
viste su
melodía
la
farola en la piedra de un poema,
en la
taberna lúgubre de las canciones vencidas,
en los
juegos perseguidos
que
llegaban a tu boca y encendían los deseos,
en los
mástiles perdidos
en la noche de la niebla.
Solo
puedo buscarte como un sueño extraviado
que
escucha en la mañana la voz de tu silencio
que aún
dice que me ama.
9
He
abierto la puerta que encerraba tu olvido
y tu
nombre he escrito en un gozne de campana,
ya no
llega el amor a los pies de una herida,
ya no hablan
tus labios
como una
enredadera que sube por tus muros,
te busco
en los nocturnos serenos de los mares,
en el
amor que pasa por tus ojos y los míos
que se
adentran en el claro de la luna que pasa
y
vuelven al amor en un beso enclavado.
10
He abierto
en un claro la punta de un abismo,
era como
quererte con un verso asustado,
como
brotar del aire una palabra inquieta
que
llegó a otro sueño y se puso tu vestido,
me
acerco a tu mirada
en las
barcas dormidas y en los remos destrozados,
vibro
con tu recuerdo como si fueras vida
que
penetra en el agua y canta en los pájaros.
11
He
prendido una herida que recuerda tu nombre en la playa,
he
bajado a las arenas y oigo el rumor del muro
en la
rendija donde anidan los vencejos
y el
clamor de tu paso alborota el agua que golpea en las rocas
y
penetra en el muelle que solo conserva el nombre.
Vuelvo a
un poema de amor que llega de otro tiempo,
al
campanario que no volvió a volar, al Vía Crucis
que
numera cada caída
y te
recuerda cuando vivir era un pecado,
una
herida aferrada a la ceniza de tu frente.
12
La noche
se sumerge en las luces que gritan en el agua,
apenas
una palabra me acerca al amor
que me
diste
entre el
miedo y las cenizas,
quiero
volver al mundo de tus manos temblorosas,
a
escribir versos sentidos en la soledad de la niebla.
Era todo
más humano con la sombra de tus alas,
más
abierta la vida en el corazón de la calle,
que
llenaste de caricias
mientras
las gaviotas graznaban
y las
farolas luchaban con su grito de luz adormecida.
13
En la
pequeña iglesia no había luz y el silencio se escondía
bajo una
tersa cortina roja,
tú
pisabas en el pórtico y avanzabas
en el
ruido de las olas y el aire cálido
que nos
llegaba del sur y hablaba a tu oído.
Eres la
melodía que resiste a morir de tristeza
cuando
dobla la campana
en la
lejanía que brota en el cementerio.
Todos
los muertos son tuyos,
toda tu
soledad vuelve a un sueño extraviado
cuando
emerges del recuerdo
de un
instante indefinido entre el dolor y el gozo,
de una
fragancia quieta que derrama una lágrima
de los
párpados cerrados que caminan en los olivos.
14
Como un
sueño que se arrastra en un amor dormido,
como un
aliento que no encuentra salida,
como una
amante en el lamento de los sauces,
así mi
corazón busca el silencio,
así
rompo las huellas temblorosas
y
escribo sin moverme la danza de Plutón.
15
Amo la
estrella que se cruza con la luna
y se
enamora del Sur
en la
noche callada, porque su canto ilumina
la
mirada humilde que vive en el corazón de los pobres,
porque
en su luz se desliza la paz del peregrino.
Amo el
tiempo que refleja
el
plácido momento de un claro de luna,
tu
corazón me llega en el sueño
de una
sonata
que
suena para siempre en mis ojos.
16
Hay una
cama que mece la soledad de un hombre
que en
todo ha tropezado
y suspira en el silencio
y camina
en el olvido. Nadie sabrá cuánto te quiso,
cuánto
esperó tu vuelta,
cuántas
barcas buscaron las soledades de su isla,
cuántas
veces pensó que vivía para encontrarte.
17
La
ciudad se abalanza
sobre
las viejas casas,
he
acertado a pensar en un tiempo pasado,
en mares
esparcidos
entre
puentes que cuelgan.
Sigo
pensando en ti, entre todos los barcos,
allanando
las flores, derrotando el olvido.
18
Estoy
entre alfeizares y arranco este camino,
te
recuerdo en la lila y el geranio.
Eres,
Georgia,
esa
palabra que sigue moviéndome el alma,
eres esa
escalera que no pude ascender,
te llamo
en la calle que no tiene salida,
pero ya
no me escuchas,
eres una
golondrina que no sabe el camino,
que
cruza los adoquines
y viste
la elegancia,
que se
adentra en el mar de la tristeza
cuando
sueña el amor el mar de los perdidos.
19
Entre
las flores blancas y el patio encalado
te
conozco, Georgia, en los días azules eras un sueño
y abrías
mis ojos en tu falda, estaré en la espiga, brotaré
en el
camino, diré tu nombre. Comprendí que tú eras Georgia,
que el
amor y la vida llevan tu huella,
que ya
no puedo despertar del sueño de tu rostro,
que volveré
a la playa donde escribí una caricia.
20
Las
farolas se rodean de la niebla del silencio
y se
adentran en tu retrato
como si
fuera luz la sonrisa que despierta,
como si
fuera mar el mar de los recuerdos
y dejara
el olvido en su rincón vacío.
Mientras
el amor se vierte en el callejón de los besos,
la
libertad del mar, los juegos, el crepúsculo
y en la
farola que lucha con la neblina.
21
Los
espigones contuvieron la arena
y
crearon un camino,
era una
cruz de amor y un sendero de besos,
era un
sueño que hablaba,
unos
verdes matojos que brotaban entre las piedras,
eran tu
cuerpo y el mío dibujando los sudores
adentrándose
en el mar
y la
llama de tu nombre se prodigaba en tus labios,
y el
fuego de mis manos acariciaban tu piel.
22
Ya te
dije que he roto con el silencio,
nada me
oprime como antes, busco un sueño
para
poder decir que te amo
por
encima de las flores
y las
estrellas,
para
entregarte el vuelo de una alondra
y el
árbol que envejece sin ruido.
Ya nada
puede detenerme, soy ese árbol
que
pierde sus hojas ante la nube
y acoge
verdecido cualquier rayo de sol.
23
Perseguiré
la llama de tus ojos en la ensenada,
caminaré
en la torre de tu espejo,
me
adentraré en el mar para tenerte,
como esa
sirena que me entregó la huella de tus besos,
como esa
doncella que busca el manantial.
24
Vuelves
al olvido como una mariposa
que
arrancas los deseos marcados por sus alas,
pero te
quiero así y no puedo evitarlo,
vives en
mi memoria, en los escaparates,
eres en
el silencio un sueño que no acaba.
25
Vives en
mi memoria y no puedo apartar
una
brizna de olvido
que me
arrastra a la tristeza,
las
muñecas se perdieron,
los
poemas fueron al fin una nota en tu diario,
un
destello
entre la muerte y la esperanza
que se
mantiene firme entre los barcos
que
guían el corazón en los faros de la noche.
26
La
mañana esperaba
otro
deseo,
otro
sueño de luz
la
despedida
y no
puedo creer
en lo
que creo
ni
partir con las flores
de una herida.
Vuelve
mi corazón a sus despojos,
hiere un
arco de luz
en tu
mirada
y no
encuentra el mirar
que me
hacía sentir tu alma en la mía.
27
Hay un
ancla que muere en el agua,
una rosa
que
sigue en el desierto
y mi
corazón busca una herida,
una
estrella que cae en el Oeste.
Busca mi
mano un marco
en tu
deseo,
una
huella de sal en tu camino
para
dejar el viento de tu nombre,
para
cruzar
la línea
de un te quiero .
28
Mi mente
se abraza al último pensamiento que me llevó a tu herida. Nadie pudo quererte
cómo yo, nadie le dijo a las flores que se esparcieran en el viento. Eras
Georgia una luz que latía en mi recuerdo, un alud de sentimientos que me
empujaba a tus brazos, solo podía quererte como un náufrago que encuentra su
destino.
29
En el canto de los tilos vuela la mariposa,
en los soles apagados,
en la espada misteriosa que corta
el aire y se estira,
así me mortifico porque no puedo verte,
voy de la fuente a los labios,
de tus ojos a una herida
que brota en un verso tenso
aletargado de muerte,
que se pierde en tu camino
cuando la noche se esconde en los arbustos
y se abraza a tu memoria.
30
Noche de mi soledad
por el camino del agua
te entrego versos perdidos
que cayeron en el mar
los buscos en los matorrales,
de los cantos que no sueñan
y te quisieran soñar.
31
Los cines se apagaron en el rincón del agua,
mientras aún te siento en la entrada,
en los barcos y en los libros,
mi corazón aún tiembla ante tu blusa y tu pelo
y esparce en los derroteros el camino de la brisa
que vuelve a tu esperanza
de una cita en los sollozos por una amante que sueña
un camino enamorado que se pierde en los desvelos .
32
He dejado atrás esta forma de escribir
y ahora sueño
con un alto reclamo que no puede con mi brisa,
ya no quiero seguir los problemas en el viento
ni el largo camino
de una ciudad perdida,
mi corazón se abraza a una bufanda de flores,
mi palabra está rota
pero lleva un
discurso bello
y arrastra por las aceras el sonido del pasado,
nada podrá romperme esta actitud de enamorarme de la
vida,
nadie podrá negar que sigo acariciando
los hilos cambiantes de un poema en los portales.
Y me acerco a tu mirada como si fuera siempre
la voluntad de hablarte a través de mis pupilas.
33
Me he acercado a tu orilla y abierto tu horizonte,
eres hija del mar que me arrastra en la tarde,
todo brota de ti
como un sueño que abraza
una hoja caída que
vuelve al mismo árbol,
ya no puedo dejar que la esperanza muera,
no descargues los vuelos de una ola que tiemble
cuando aspires el olor de la dama de noche.
Sigues entre los surcos en el mar y en la tierra;
un camino en la alborada, una semilla en el aire.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.