martes, 26 de mayo de 2020

Las Carmelitas

Llega un rumor de silencio que se abraza a tu figura
cuando pasa el último tranvía
 y sostengo 
en la memoria el misterio del acebuche en tu rostro,
en un espejo asustado los muelles 
que se alejan entre la bruma de un grito
que se hunde en el asfalto.

Te amo en este rincón de la ciudad que duerme
y aprisiona los sueños perdidos de antaño
que serían distintos sin tu huella en los cristales;
no hablarían de los faros la garganta  
con la huella estridente de su canto en las tejas, 
no hallaríamos las portadas escondidas
en la oquedad cargada por la inercia 
de los lunes cenicientos sin papeles y sin recuerdo, 
te acosaría el alma de una sonrisa 
que no supo esperarte
en la herrumbre que llora la sed de las cancelas
desencajadas en los bosques de ladrillo, 
escritas por la nostalgia de tus manos ardientes.

Te amo en la quietud atormentada
de los muros encalados
que suben la despiadada cuesta de Ribalta 
y en el temblor errante 
de las luces encalladas que rezan en los umbrales
de la última puerta que se abre a la noche, 
vago en ese momento que has llenado de estrellas furtivas
como un pierrot desmaquillado
que se abraza a la cola que tiembla en otra luna
para encontrar tu mirada en la noche del índigo 
que hunde su soledad en un canto oscuro
para llevar tu timidez antigua a un rincón de los lienzos
que esbozan un corazón amortajado
en una cometa inocente y desnortada
que nunca llega a alcanzar el lugar alto en donde sueñas,
 aun así te persigo en las agujas sin brújula
que se pierden en el marco del óleo que tú amabas,
te abrazo en el rumor que desgarra el clamor de tu vestido
entre las sombras de los gatos que resisten en los colchones
de la colonia desnuda del taller desolado.


***

Llega un rumor de silencio que se abraza a tu figura
cuando pasa el último tranvía
 y mantengo 
en la memoria el rumor de tus ojos de olivo,
en el espejo el grito de los muelles que se alejan.

Te amo en este rincón de la ciudad 
que duerme y aprisiona los sueños
que serían distinto sin tu huella en los cristales, 
no hablaría el halo de los faros 
con la huella estridente de su canto en las alas, 
no hallaríamos las portadas escondidas
en la oquedad cargada por la inercia 
de los lunes cenicientos y sin papeles, 
te acosaría el alma de una sonrisa 
que no supo esperarte
en la herrumbre que llora la sed de las cancelas
oxidadas de los bosques de ladrillo 
escritos por el recuerdo de tus manos.

Te amo en la quietud de los pequeños muros 
que suben la despiadada cuesta de Ribalta 
y en el temblor errante 
de las luces encalladas que rezan en los umbrales, 
vago en ese momento que has llenado de estrellas furtivas
como un pierrot sin maquillaje
que se abraza a la cola que tiembla en otra luna
para encontrar tu mirada en la noche del índigo que brilla,
para llevar tu timidez antigua a un rincón del cuadro
que esboza un te quiero 
en una cometa inocente y desnortada
que nunca llega a alcanzar el lugar alto en donde sueñas,
 aun así te persigo en el corazón sin brújula
que se pierde en el óleo sin marco que tú amabas,
te abrazo en el rumor que desgarra el clamor de tu vestido
entre las sombras de los gatos que resisten en la maleza
a colonia desnuda del taller desolado.

***

La nueva dirección de las fuentes es un auto viejo que han comprado, estampas han sido arrojadas desde el cielo y una nueva luciérnaga nos dice que los tiempos de amor se acabaron de repente.
Los cipreses se reúnen alrededor de la siesta de los pájaros que asienten en el nuevo universo como si alentaran la caída de las ramas.

***

Llega un rumor 
de silencio que se abraza a tu figura
cuando pasa el último autobús de la frontera
 y sostengo 
en la memoria el misterio del acebuche en tu mirada,
en un espejo asustado 
los muelles que se alejan entre la bruma de un grito
que se hunde en el asfalto.

Te amo en este rincón de la ciudad que duerme
y aprisiona los sueños perdidos de antaño
que serían distintos sin tu huella en los cristales;
no hablarían de los faros la garganta  
con la huella estridente de su canto en las tejas, 
no hallaríamos las portadas escondidas
en la oquedad cargada por la inercia 
de los lunes cenicientos sin papeles y sin recuerdo, 
te acosaría el alma de una sonrisa 
que no supo esperarte
en la herrumbre que llora la sed de las cancelas
desencajadas en los bosques de ladrillo, 
escritas por la nostalgia 
de tus manos ardientes en el suelo.

Vago en la quietud atormentada
de los muros encalados
que suben la implacable costana de Ribalta 
y en el temblor errante 
de las luces encalladas que rezan en los umbrales
de la última puerta que se abre en el olvido, 
vago en ese momento que has llenado de estrellas furtivas
como un pierrot desmaquillado
que se abraza a la cola que tiembla en otra luna
para encontrar tu mirada en la noche del índigo 
que hunde su soledad en un canto oscuro
para llevar tu timidez antigua a un rincón de los lienzos
que esbozan un corazón amortajado
en una cometa inocente y desnortada
que nunca llega a alcanzar el lugar alto en donde sueñas,
 aun así te persigo en las agujas sin brújula
que se pierden en el marco del óleo que tú amabas,
te abrazo en el rumor que desgarra el clamor de tu vestido
entre las sombras de los gatos que resisten en los colchones
de la colonia desnuda del taller desolado.


***

Llega un rumor de silencio que se abraza a tu figura
cuando pasa el último tranvía
 y mantengo 
en la memoria el rumor de tus ojos de olivo,
en el espejo el grito de los muelles que se alejan.

Te amo en este rincón de la ciudad 
que duerme y aprisiona los sueños
que serían distinto sin tu huella en los cristales, 
no hablaría el halo de los faros 
con la huella estridente de su canto en las alas, 
no hallaríamos las portadas escondidas
en la oquedad cargada por la inercia 
de los lunes cenicientos y sin papeles, 
te acosaría el alma de una sonrisa 
que no supo esperarte
en la herrumbre que llora la sed de las cancelas
oxidadas de los bosques de ladrillo 
escritos por el recuerdo de tus manos.

Te llevo en la quietud de los pequeños muros 
que suben la implacable costana de Ribalta 
y en el temblor errante 
de las luces encalladas que rezan en los umbrales, 
vago en ese momento que has llenado de estrellas furtivas
como un pierrot sin maquillaje
que se abraza a la cola que tiembla en otra luna
para encontrar tu mirada en la noche del índigo que brilla,
para llevar tu timidez antigua a un rincón del cuadro
que esboza un te quiero 
en una cometa inocente y desnortada
que nunca llega a alcanzar el lugar alto en donde sueñas,
 aun así te persigo en el corazón sin brújula
que se pierde en el óleo sin marco que tú amabas,
te abrazo en el rumor que desgarra el clamor de tu vestido
entre las sombras de los gatos que resisten en la maleza
a colonia desnuda del taller desolado.






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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.