sábado, 17 de junio de 2017

El Pequeño Mathew




 


A René Goscinny que nunca dejó de ser niño.

         Mathew es todo un personaje, se parece al padre y a la madre como es lógico; ha sacado los ojos, el pelo y la vitalidad de ella y el color de la piel, la delgadez y la elegancia meláncólica que deberían tener los poetas de  él. Pero hasta los dos años era un calco de mi hijo cuando tenía esa edad hasta el punto de que mi nuera pensó seriamente en hacerse una prueba de maternidad.
A pesar de tener tres años habla un idioma que tan solo él entiende, se pregunta y se contesta sin solución de continuidad y no atiende cuando conversa con ese amigo al que ve todos los días en el espejo y todavía no sabe quién es o en qué universo oscuro habita cuando duerme; los padres están intentando que hable como suelen hacerlo los demás cuando no piensan; cuando lo logren, seguro que echaremos de menos el significado de esas conversaciones consigo mismo.
Mathew siente una pasión descontrolada por los coches, los móviles y, por supuesto, los mandos a distancia, ya que piensa, como Mr Chance, que puede apagar la escena cuando la gente hace algo que no le gusta. Cuando se pierde el mando, dos o tres veces cada día, tenemos que ir a buscar a Mathew y en cualquier habitación lo encontramos desesperado porque no puede encender un televisor con el mando de otro, no se rinde con facilidad y podría estar pulsando el botón con la esperanza de que se hiciera la luz durante siete minutos que se le harían muy largos.
Suele portarse mejor con los abuelos que con los padres a los que tiene un poco hartos desde que nació su hermano a consecuencia de unos celos indisimulados y militantes, que manifiesta al no querer dejarle la que había sido su cuna.

Mathew tiene carácter; es insobornable y no depone su actitud aunque se le ofrezca a cambio el chocolate que tanto le gusta. Tiene un aire al Pato Donald más subversivo: Está más tiempo enfadado que sonriendo pero provoca la risa en vez del espanto, llora cuando se le fotografía porque vende cara su imagen aunque todavía no sepa para que sirve eso ya que no entiende aún que podría cobrar por algo que pertenece a los otros, ya que sin espejo no consigue mirarse a sí mismo, y niega casi todos los besos que se le pide, creo que es por miedo de que se le pidan muchos más. Pero es un niño encantador y cuando besa lo hace como la española.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, Betty, cada niño nos enseña tanto sin querer, nos muestra tanta ternura incluso cuando se enfada. Ya dijo Brel que cualquier niño vale un imperio.

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  2. Mi hijo tiene un año y dos meses.
    Como si lo hubieras descrito a él. Me ha encantado Mathew.
    Hay hombres niño y también niños hombre por tristes circunstancias en su infancia.
    Creo que Harper Lee luchaba por no ser esa señorita de modales sureños impuestos por su tía. Ella quería seguir ensuciándose la cara de barro y sus vestidos cuando jugaba de pequeña con su hermano y otros niños. Nunca dejó de ser Scout (su apodo de infancia)

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    1. Recuerdo la segunda vez que vi "Matar a un ruiseñor". Estaba rodeado por mis tres hijos y dos de mis sobrinos. Recuerdo que nos emocionamos, que tuve sensaciones como si no la hubiera visto antes, que los pobres blancos tenían necesidad de maltratar a los negros para sentirse alguien mientras le seguían el juego a los ricos. La Depresión hizo que se alcanzaran cotas de racismo inimaginables.

      Mathew es como es y deseo que siga siendo así, juega en la playa donde son iguales todos los niños del mundo. Como dijo Brel; el problema se crea cuando dejamos de ser niños.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.