Hace dos días asistí a una charla de Luis García Montero, no
suelo tener la oportunidad de conocer a poetas consagrados, que recuerde,
aparte de él, solo lo hice con su admirado Alberti con el que puede hablar en
las alturas.
Cabo Sounion
Al pasar de los años,
¿qué sentiré leyendo estos poemas
de amor que ahora te escribo?
Me lo pregunto porque está desnuda
la historia de mi vida frente a mí,
en este amanecer de intimidad,
cuando la luz es inmediata y roja
y yo soy el que soy
y las palabras
conservan el calor del cuerpo que las dice.
Serán memoria y piel de mi presente
o sólo humillación, herida intacta.
Pero al correr del tiempo,
cuando dolor y dicha se agoten con nosotros,
quisiera que estos versos derrotados
tuviesen la emoción
y la tranquilidad de las ruinas clásicas.
Que la palabra siempre, sumergida en la hierba,
despunte con el cuerpo medio roto,
que el amor, como un friso desgastado,
conserve dignidad contra el azul del cielo
y que en el mármol frío de una pasión antigua
los viajeros románticos afirmen
el homenaje de su nombre,
al comprender la suerte tan frágil de vivir,
los ojos que acertaron a cruzarse
en la infinita soledad del tiempo.
¿qué sentiré leyendo estos poemas
de amor que ahora te escribo?
Me lo pregunto porque está desnuda
la historia de mi vida frente a mí,
en este amanecer de intimidad,
cuando la luz es inmediata y roja
y yo soy el que soy
y las palabras
conservan el calor del cuerpo que las dice.
Serán memoria y piel de mi presente
o sólo humillación, herida intacta.
Pero al correr del tiempo,
cuando dolor y dicha se agoten con nosotros,
quisiera que estos versos derrotados
tuviesen la emoción
y la tranquilidad de las ruinas clásicas.
Que la palabra siempre, sumergida en la hierba,
despunte con el cuerpo medio roto,
que el amor, como un friso desgastado,
conserve dignidad contra el azul del cielo
y que en el mármol frío de una pasión antigua
los viajeros románticos afirmen
el homenaje de su nombre,
al comprender la suerte tan frágil de vivir,
los ojos que acertaron a cruzarse
en la infinita soledad del tiempo.
Tengo que admitir que tenía un
cierto miedo a verme cerca de él y verlo amenazado por el peso de la celebridad
y sentirlo lejano, fuera de órbita para un poeta confuso que se consume en el
aislamiento de su isla. Apenas pude disfrutar de su compañía, pero puedo afirmar
que, en pocos detalles muy significativos para mí; su timidez compatible con el
hombre público, los gestos con los que atendía a los que le demandaban sus
palabras, la sencillez que desprendía... y mis temores se disiparon; me pareció
cercano, comprometido, más preocupado por la deriva de Las Humanidades que ha
convertido a la poesía en una extraña para las nuevas generaciones en el país
que nunca ha tenido buenos políticos pero que siempre ha tenido excelentes poetas
que por el culto a su persona; no puedo evitar entregarme a la tristeza cuando
escucho a tantos decir que no les gusta la poesía como esperando un aplauso o
una felicitación. La experiencia ha sido para mí gratificante y pienso que no
la podré olvidar aunque lo intente; nadie me había mostrado con tanta claridad
el origen de mis limitaciones, dónde están los terrenos que puedo hollar en mi
afán por superarme.
Recitó varios poemas de un
perfil excelso como esos bajorrelieves de Fidias cuyo nombre nos sugiere sin
pronunciarlo en "Cabo Sounion", especialmente emotivos fueron
"Madre" y "A la inmortalidad", ya los he leído varias
veces, ya puedo decir que tengo un espejo, una visión entrañable de la vida, a
pesar de las miserias y del paso del tiempo.
Cabo Sounion es el primer
poema que leí del poeta granadino, han pasado muchos años y nunca ha dejado de
impresionarme, nunca he dejado de leerlo, desde un primer momento me sentí
impelido a lograr ese clímax, esa elegancia, esa profundidad, ese verso libre
al que no le falte ni le sobre nada, esas citas esplendorosas que serán
recordadas y que le confieren en vida a su autor la calidad de clásico,
heredero privilegiado de la tradición poética más importante que ha existido en
castellano, con permiso del Chile de Neruda, Rojas, Huidobro...
No vivimos un buen tiempo para
la poesía; está nuestro sistema educativo y están nuestros políticos, sobre
todo los de derechas, empeñados en lograr que el hombre de la calle no sepa de
su existencia o que la mire con desdén cuando la perciba , a ello se une, y
esto es una peculiar opinión mía que puede no ser compartida, el uso discutible
que se hace de ella en la Red; he llegado a la conclusión de que hay más gente
que escribe que gente que lea, que es importante la relación que se tenga con
el autor de un poema y no lo es la calidad de este último. García Montero habló
con devoción de Garcilaso, de Antonio Machado, de Lorca... esos desconocidos de
quienes casi todos sabemos los nombres y puso un énfasis preciso y pertinente sobre
la necesidad de leer para poder escribir.
Quedé encantado con su presencia
aunque fueran unos segundos en dos pequeñas aproximaciones dubitativas y envalentonado por mi mujer, intimidado por la certeza de que pocas veces he
coincidido tanto con alguien en su discurso diáfano y apasionado, es indudable
que si fuera un poeta de origen anglosajón nadie dudaría de que convivimos con
alguien que enaltece su tiempo y la sociedad que le ha tocado vivir, que su nombre será pronunciado por los niños en
el colegio cuando vuelva la poesía de su letargo oscuro y triste al que le ha condenado nuestros hombres grises enamorados de unas ciencias que no conocen pero les deslumbran, pienso que no
hay nada más hermoso a que un muchacho sueñe con una compañera de clase y lo
exprese con las palabras temblorosas de amor que ha escrito un poeta.
(1 de junio de 2017)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.