Fue en la excelente película de Jaime Chávarri "Sus
ojos se cerraron y el mundo sigue andando" donde me di cuenta de la enorme importancia de Carlos
Gardel, y donde vi como nunca antes lo había hecho que pertenecía a la estirpe
de los heterodoxos geniales, como Camarón, Billie Holiday, Amàlia Rodrigues o
Carmen Amaya. Tenía un dignísimo regis tro de tenor con el que no triunfaba y le aconsejaron, co un resultado espectacular, que bajara al de barítono. Encontró al charrúa Alfredo que sería una suerte de alter ego a la hora de reflejar en las canciones su sentimiento. Por encima de todo, como Chaplin, Carlitos sería un sentimental. Nunca me reí con el genial cineasta total inglé, quizás se salve de esta circunstancia y, no mucho con el Chico. Me he hartado de llorar con gardel, también con Charlot.
Nadie unió tanto a la gente de un lado y otro del océano, nadie nos recordó el poder taumatúrgico de una canción que encierra la grandeza que puede florecer en el más mísero arrabal. A mi abuela, que no tuvo
suerte en la vida, era lo que le quedaba, su "Caminito", su
"Yira", su "Volver".
Pienso que aquel desastre
aéreo que se llevó a Carlos, junto a su inseparable Alfredo, entre muchos
otros, en 1935, tiene el mismo significado para nuestra cultura que aquel otro
que en 1959 le costó la vida a Buddy Holly y otros compañeros, para la cultura
anglosajona.
¡Qué nos hieran las canciones y no los toques de queda! Hay
tantas cosas que nos unen a todas las personas que disfrutamos con Carlos
Gardel, a pesar del sonido chirriante que tienen muchas de sus grabaciones.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.