Tardará mucho tiempo en nacer, si
es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.
(Federico García Lorca)
Yo acorralado en este
desconcierto de palabra cautiva
que no verá su curso
natural cubierto con requiebros
de amantes en la
ventana y coplas en el aire;
Granada ya no es
Granada,
es una charca de muerte
es una charca de muerte
en esa noche fría de
partituras huecas
que toca la sinfonía
que no escuchan los pájaros burlones
que no temen las balas donde sus ramas duermen.
Y, al fin, llega el
poeta
con su traje de loco que no encontró destino,
su valiente alegría
encogida en los salones
con la cruz en la
mirada y el miedo en las entrañas
con el corazón
quebrado por una pena que brama,
que sangra, que duele, pero no puede nombrar
en los labios que tiemblan, se precipitan y cantan,
y sitúan los huesos que arrastran a un rincón desconocido
entre el polvo y los
espejos de un barranco aletargado.
Por eso canto,
para recordar la emoción del niño
para recordar la emoción del niño
que mira a sus mayores
agradecido y obnubilado,
canto por esta senda perdida que cubre la soledad del mar,
los quejidos del monte
y el dolor de los recuerdos
por este eco profundo
cuyo lamento no escucho pero llora y me despierta
cuyo lamento no escucho pero llora y me despierta
en el rostro de
aquellos inundados por la gracia,
tocados por la elegancia, prendidos por la cintura.
tocados por la elegancia, prendidos por la cintura.
Canto para enmarcar la
brisa pasajera del cómico ambulante,
de los iletrados que llevan en la sangre la poesía
de mi pequeña calle donde sigue mi madre
de los iletrados que llevan en la sangre la poesía
de mi pequeña calle donde sigue mi madre
y siempre encuentran
abrigo en el pecho de la muerte
que viste a Federico frío y amortajado
que viste a Federico frío y amortajado
en la hondura
temeraria que los vientos no se llevan,
en el poema de luz que
se prolonga en los estanques
y suspira entre los mirtos mientras una nube pasa.
y suspira entre los mirtos mientras una nube pasa.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.