Si
yo fuera Lou Reed, habría cogido al toro por los cuernos, como suele decir una
de mis hermanas cuando airea sus logros en todas las direcciones de los
vientos y oculta sus limitaciones encendiendo las luces en un día a pleno sol,
más o menos como todo pequeño burgués que se precie entre los que me incluyo, tenía que
acallar mi conciencia y, como siempre, tomé la ruta equivocada. Pero como dicen en el genial doblaje argentino de Pinocho:
¿Para qué quieren los artistas tener una conciencia? .
Diría
en estos momentos que la tortura de escribir tiene mucho de placentero que
tenía algo que decir y lo hice, pero él sabía muy bien lo que se decía y adónde
disparaba. Yo soy de Abyla donde desde 1986 hay muy poco que decir por la
mediocridad moral de nuestros políticos que no saben verdaderente lo que significa la palabra racismo.
Pero el huraño poeta urbano me enseñó
a embriagarme cuando en pleno desenfreno me bañaban las luces de neón de la
pequeña Manhattan y me llevó, en el que probablemente sea su mejor disco aunque
casi nadie se haya enterado, a un Berlín decadente y lastimero donde, por
entonces, se levantaba un muro que era el símbolo de la guerra fría y separaba
dos formas equivocadas de interpretar el mismo mundo, eso mismo ocurre en Abyla y nuestros hombres preclaros han preferido no darse cuenta si no afecta a sus privilegios heredados.
Creo que
Berlín es la obra maestra peor tratada en el mundo de la música, como la propia
ciudad en el año en que le amputaron varios miembros a la ciudad europea del
Norte de África que ya no puede andar sin tropezarse, que sin cuerdas vocales ya no puede cantar y se arrastra como los monstruos de Tod
Browning, Silvio Rodríguez dijo con mucha razón que a nadie le interesa lo de otra gente con sus tristezas.
Jim y Caroline
cuentan con todos los pronunciamientos para destruirse ellos mismos sin la ayuda del entorno y no les hace falta la
debacle ruinosa de la ciudad para conseguirlo, ella lo hace, la heroína no puede
soportar el estado lamentable al que le precipita su homónima, también Jim tiene
su larga condena; pasar toda una vida entre los remordimientos y la presencia trágica de la
muerte. El arte no tiene que ser necesariamente bello; puede ser sórdido,
crudo, fatalista.
Hola Francisco! Me gusta venir a leerte porque es como internarse en un libro de filosofía del alma, no esos complicados que escriben los filósofos intentando meternos teorías extravagantes y a merced de sus propias concepciones, sino, en lo que te leo, cada frase parece una experiencia y además, pura vida y por eso, siempre enriquecen mi visión de las cosas.
ResponderEliminarExpresiones sencillas, naturales, como podría ser: "un Berlín decadente y lastimero donde, por entonces, se levantaba un muro que era el símbolo de la guerra fría y separaba dos formas equivocadas de interpretar el mismo mundo".
Tus reflexiones tienen esa sabiduría tan gigante que tiene lo que se ha pensado desde la sencillez.
Aprendo mucho, la verdad.
Un abrazo grande!!
Te agradezco, Simón, el comentario, empecé sin saber lo que quería decir, desde qué perspectiva abordar una obra sin luz y lacerante, quizás lo que buscaba era capturar la atmósfera sombría de la canción, ahondar sin contemplaciones en lo que pasó para imaginar lo que podría haber sido, expresar que nunca un "Cumpleaños feliz" había sonado tan amargo, incluso aterrador y profetizando la venida del infierno de las drogas, de una ciudad corrupta y dividida.
EliminarLou Reed era un gran poeta y podía articular un poema con analogías turbadoras y exigentes, metáforas inquietantes, paradojas doloridas, consciente como era que ya habría otros que exaltaran el lado brillante de la vida y su falta de implicación con la realidad.
Pero, una pequeña concesión a la esperanza, para él Europa no debía ser el edificio en ruinas que había quedado seccionado después de la guerra más terrible, seguía siendo una parte esencial de nuestra forma de ver el mundo. Pero para que tomara consciencia de ello era preciso hurgar en las heridas, identificarlas, digerirlas, para encontrar una posible redención. Una obra devastadora y trágica que, desde los abismos, busca desesperadamente una salida, dejar atrás unos tiempos que nos mostraron el lado más perverso del hombre, que abrazaron los uniformes y la represión y arrinconaron la libertad y la palabra.
Un abrazo, Simón, me gustan la variedad de tus criterios, la seriedad exigente con la que te tomas cualquier comentario y tu estilo. Perdóname si he estado un poco desesperanzado, pensaba en otra caída.