In the clearing stands
a boxer
And a fighter by his trade
And he carries the remainders
Of every glove that laid him down
And cut him till he cried out
In his anger and his shame
“I am leaving, I am leaving”
But the fighter still remains
And a fighter by his trade
And he carries the remainders
Of every glove that laid him down
And cut him till he cried out
In his anger and his shame
“I am leaving, I am leaving”
But the fighter still remains
En el fondo queda un
boxeador,
un guerrero que va por libre
un guerrero que va por libre
y que arrastra los
vestigios
que lo noqueó o le
cortó en cada golpe
hasta que gritó de
rabia y de vergüenza;
me voy, me voy
pero el luchador sigue en pie.
pero el luchador sigue en pie.
Estoy en el ring, en una esquina, voy perdiendo
ampliamente a los puntos, tengo los ojos tan hinchados que, casi, no puedo ver,
el rostro tan castigado que no siente, pero lo tiro todo en busca de un golpe
definitivo que me salve. Si no llega quiero, al menos, acabar el combate.
Ese podría ser el tema sobre el que gira el boxeador, pero no, una de las
canciones más complejas que se conocen; es casi imposible reproducirla
fielmente en directo y necesitó más de noventa tomas, y una encrucijada de
mezclas, para darla por terminada, habla un americano que se traslada a Nueva
York para cumplir su sueño y todas las causas se vuelven en su contra.
Con Puentes sobre aguas
turbulentas[1] Paul
Simon y su enemigo íntimo Art Garfunkel daban por finalizada su tortuosa
relación con un disco que aún se cuenta entre los más vendidos de la historia,
heterogéneo y con canciones comerciales[2] que funcionaron muy bien
como singles, pienso que dista mucho de ser el mejor trabajo[3] del
dúo neoyorquino, pero tiene obras maestras entre las que destaca, precisamente,
esta canción. Quizás la letra no tenga el lirismo de Paul Simon en otros
momentos, pero entra de lleno en sus mensajes descarnados, y la música es
maravillosa, el li lie li contagioso, el tono con el que
cantan de un pesimismo que nos lleva al respeto, cuando no a la piedad.
El mensaje es claro y devastador; la Gran manzana ya no quiere a nadie y un
pobre muchacho malgasta las ilusiones que tenía cuando llegó allí, sin trabajo
y sin dirección, solo los vagabundos le dan un poco de calor pero tienen que
pensar en ellos mismos y las prostitutas le hacen un guiño pero tiene que pasar
por caja. Solo encuentra cobijo en la estación del tren, el invierno está donde
se olvidan los sentimientos y no debe ser muy agradable estar ahí cuando llega; Me
voy, me voy, pero el luchador sigue en pie.
Sin duda alguna, a alguien a quien quisiéramos le suplicaríamos que arrojara la
toalla. Pero hay gladiadores que luchan hasta la muerte porque no saben hacer otra cosa.
[1] Tuve entre mis favoritas a la
canción que da título al álbum en su momento, hoy día la veo pesada y edulcorada
salvando en ella su excelente letra, es una reconciliación con la amistad que se sitúa muy lejos de Soy una roca, por ejemplo.
[2] Las mejores canciones,
exceptuando a la mejor de todas, ésta, son las menos comerciales; El único chico que vive en Nueva
York y la despedida al arquitecto que supo crear una armonía refrescante entre
la naturaleza y la gran ciudad; The only living boy in New York y So long Frank
Lloyd Wright.
[3] Un hecho insólito; la crítica
especializada y yo coincidimos plenamente en que la cumbre del dúo es “Parsley,
Sage, Rosemary and Thyme. no hay una sola canción de relleno y tiene una
asombrosa homogeneidad temática en canciones muy diversas. El tercer disco del dúo supera a casi todos los de de
los trabajos de Los Beatles y eso es mucho decir.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.