Ya ves, Beatriz, he puesto "Wish you were here" mientras
te escribo y no solo por mi amigo sino también por Syd Barrett que fue quien
inspiró esta canción por su deriva mental y emocional. Leía durante aquellos
días, en el prólogo que Antonio Tabucchi escribió para los fragmentos de
Marilyn Monroe, acerca del problema que arrastran las personas sensibles e
inteligentes para situarse en un mundo que no es el suyo. Creo que en esto
último situaría el paso de una noticia que me afecta más conforme avanza el
tiempo; me duele menos pero se me hace más incomprensible. Pretendí que todo lo que se decía en el poema fuera cierto, pero ya me di cuenta que mentimos incluso cuando pretendemos decir la verdad. Al final, nos
queda la música como decía Aute, cuando todo se ha perdido, añadiría yo, y hemos construido la leyenda de lo que podría haber sido.
La música fue el hilo conductor de casi toda nuestra relación. No
fue un capricho que intentara articular todo el poema sobre ella. No aparecen
compositores españoles de música clásica porque, erróneamente, no los
consideraba importantes exceptuando a Falla. De la otra música, como decía él, hice referencias a Pink Floyd y
a Georges Brassens, pero fue lamentable que me olvidara de Ziggy Stardust y las
arañas marcianas.
No quisiste ver el mar antes de la alborada,
este mar que saluda desde ventanas grises sin pañuelos,
desde la melodía sin ritmo de las olas
que hacen que te recuerde la guitarra sin cuerdas
que tocaste cuando llevabas el pelo largo,
creías que te llamabas David Gilmour
y cantabas con voz de terciopelo emocionada
“Wish you were here”.
desde la melodía sin ritmo de las olas
que hacen que te recuerde la guitarra sin cuerdas
que tocaste cuando llevabas el pelo largo,
creías que te llamabas David Gilmour
y cantabas con voz de terciopelo emocionada
“Wish you were here”.
¿Puede ser tu amigo alguien con quien solo una
vez te tomaste una copa y que, en buena lógica, pertenecería al ámbito de los
compañeros de trabajo o de los conocidos que te caen bien? Hace una semana
hubiera dicho que no, ahora pensando en lo que una persona deja en ti, aunque
ni siquiera lo hubiera pretendido, cambiaría la respuesta. No puede ser sino un
amigo alguien que te enseña a amar a Bach y a Schubert en sus gigantescas
dimensiones, el primero sobre la belleza abstracta, el segundo sobre la
exaltación romántica de los sentimientos.
Un amigo que te deja algo de su erudición y de su
bagaje cultural, de su independencia, a pesar de sus equivocaciones, que,
aunque entre líneas y de una forma difusa, te habla del sufrimiento y de que ha
llegado a odiar “ Pequeña
serenata diurna”, probablemente la canción que más amaba.
Los
dos adorábamos la música, él situaba la clásica varios peldaños por encima de
la popular. Intenté explicarle, en vano, que si Mozart hubiera nacido en
nuestros días se llamaría Paul McCartney y Bob Dylan sería Beethoven. Salvaba
muy poco de estos tiempos modernos, lo bueno fue que coincidíamos en nuestros
gustos sobre la música contemporánea.
Pink Floyd y dos de sus cinco obras maestras[3] los tenía en cuenta como
si se trataran de auténticas sinfonías; The Dark Side of the Moon[4] y Wish you were here[5] eran situadas en su mente
dentro del terreno de lo imprescindible, el viaje al sonido que nos recomendó
cuando éramos muy jóvenes uno de los críticos del rock más importantes que ha
habido en España.
Vamos
a imaginar que somos músicos y que somos muy buenos, tocamos y componemos en
esta banda. Él no podría haber sido otro que Syd Barrett, yo tendría en Roger
Waters el yugo que somete a mi propia creatividad. Él ha decidido dar un
carpetazo involuntario con todas sus fuerzas y me deja un poco solo en la tarea
de sacar la empresa adelante. Tres años duros, muy duros con discos
experimentales y confusos, y otros, además, mediocres. El asunto empieza a
aclararse con la ensoñadora y fascinante Echoes, hay que dar el paso
definitivo, dejamos de tocar en público para concentrarnos en cuerpo y alma a
ese proyecto. De repente, vuelve a aparecer mi amigo, en esa nostalgia, en esos
sueños perdidos. Waters se saca de la manga Brain Damage (Cerebro dañado) y lo
fusiona magistralmente con Eclipse.
El grupo tarda dos años y
medio en publicar un nuevo álbum, en éste, el guiño antológico que hemos
comentado es la espina dorsal desde la que dimanan todas las pretensiones de
ofrecer un homenaje sincero y angustiado.
La sinfonía de nuestros días es Shine on you crazy diamond[7] .
Esta canción, la más trabajada y de más nítido sonido, iba a dar el título al
álbum, afortunadamente lo cambiaron por Wish you were here, Les adieux de todas las horas para los
amantes del genio malogrado del rock.
Quizás la
muerte no sea una paradoja sino una metáfora invertida de la vida, el espejo de
cara a la pared en el que todos acabamos reflejándonos aunque no queramos,
solamente he escuchado dos o tres veces la canción que más nos gustaba en común
en los últimos días, pero he repetido muchas veces en mi mente "Wish you
were here. "
14 de
abril de 2014
[1] A un
amigo que vino del norte y decidió morirse un sábado por la mañana. Quizás fue
porque su hija pequeña se entregó a Cristo en comunión o porque su nueva
familia estaba atrapada por la burguesía de Abyla.
[2] ¿Qué hemos hallado? / Los mismos miedos
de siempre. / ¡Ojalá estuvieses aquí¡
[3] Las otras trs por orden cronológico serían El flautista en las puertas
de la aurora (The piper at the gates of dawn), Meddle (Entrometerse) y The Wall
(El muro).
[4] La cara oculta de la luna.
[5] Ojalá estuvieses aquí: La canción que da título al noveno álbum de Pink Floyd era
la que más nos unía, quizás Star Man o Five Years de Bowie estuvieran ahí,
entre las nuestras. Pero era el talento como compositor de Roger Waters, la voz
de terciopelo de David Gilmour y el recuerdo del genial y malogrado Syd Barrett
los que hicieron posible esta canción que pasa por ser una de las maravillas
imperecederas del pop-rock.
[7] Me atreveré a
traducirlo así; Brilla
sobre ti un diamante loco.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.