Es preciso encontrar, en la maraña de lo que nunca escribiste, las palabras que mejor te representen para encontrar una salida a tus equivocaciones, para decirle a los vientos cuando recorran tu calle que pasabas por allí, que, aunque nadie lo recuerde, alguna vez viviste.
Tantos años cuidando la lira en extremo,
traduciendo en la sombra versos de madrugada,
y ahora se me rompen los hilos de tu encanto
cuando marchas segura al tren que nos separa,
cuando la primavera asoma en los andenes
y cómicos errantes vagan por estaciones,
el alma se me hunde ebria en la soledad
de siglos que corroen, se agolpan, desesperan
en pórticos y estancias, arcadas y recuerdos.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.