A Juan Carlos González y su inquietud.
Esta niña inmortal
que Horacio despertara
del sueño de la infancia para tenerla siempre,
palidece en la acera como hoja caída,
sufre en la madrugada, perece en el ocaso
como aquella sonrisa que esbozaste en Beliones.
del sueño de la infancia para tenerla siempre,
palidece en la acera como hoja caída,
sufre en la madrugada, perece en el ocaso
como aquella sonrisa que esbozaste en Beliones.
(Crepúsculo en Benzú)
Creo que la última vez que vi a Pasolini ahogarse en una duda[i] fue cuando, en el apogeo
de su fama como cineasta, le preguntaron por su oficio en un trámite
burocrático. No contestó lo que algunos hubiéramos querido ni lo que se habría
pensado por su lengua inquieta arrebatada por la locura de la luz. Quizás por un respeto inconsciente, reverencial hacia
Pavese[ii], dijo escritor en vez de
poeta.
Por razones diferentes, mi madre ya no sentirá miedo de dejarme indefenso
ante el mundo ya que no volveré al Tobogán para deslizarme en una niñez dichosa
a pesar de la muerte que me ronda desde entonces, cuando uno pensaba que nueve
años era un estreno demasiado temprano en lo inevitable para que fuera cierto.
Mi familia clánica ya no me excusará por mis salidas de tono en mi esfuerzo
por romper la monotonía de las conversaciones[iii], ya no insistirá en decirme que siempre he
intentado vivir por encima de mis posibilidades, que solo pasaba hambre cuando
hablaba de justicia o me escapaba de casa como si fuera el James Dean[iv] más reconocible, a pesar de ser un rebelde que me creía con sobrados fundamentos cuando indagaba torpemente en los
orígenes de un traidor genial que se justificaba, magistralmente pero sin éxito en el fondo, con
la ley del silencio[v].
Mis amigos ya no me dirán que los perdí en los recovecos de la vida y de la
desesperanza de un descreimiento sincero, en las callejuelas sin asfalto ni
luces de esa niñez que nunca ha dejado de llamarme, que a algunos de ellos
nunca los poseí, ni siquiera un poco, aunque no pensara así durante mucho
tiempo y me entristezca por mi ingenuidad, que no los perdí puesto que nunca estuvieron en el lugar que yo había elegido adornar con las más humildes siemprevivas.
He comprendido que yo tampoco soy poeta, que no encontrarán en el
bosque una alegoría convincente de mis ramificaciones, una metáfora en el
laberinto de los reflejos de la representación de mí mismo, en la exuberancia de una entrega que nunca llegué a poseer, que todo lo que
hallarían en mis divagaciones sería las cenizas de mi desencuentro con la realidad y el polvo que nunca sería escrito en el viento, como si fuera
un poeta romántico desconocido en el apogeo de las exaltaciones nacionalistas
que cayera en un patético duelo provocado por cualquier insignificancia sin haberle dado al
tiempo la oportunidad de escribir un buen poema con su rostro y su apellido
impronunciable.
No podré ser poeta por mucho que lo intente, por muchos poemas que escriba
guiado por la inspiración más angustiosa, sórdida e irreverente, por muchas
velas encendidas que ponga a los pies del orgullo de una ninfa enamorada que ya
no quiere abrazarme[vi].
Es una pena a la que tendré que acostumbrarme[vii] y que no podría borrar
ni siquiera el reconocimiento tardío de aquellos que me amaron aunque solo fuera un instante.
La iluminación vive en una fosa insondable y oscura adonde no llega el aire
para los mortales que no fuimos tocados por una divinidad romana con nombre de
teatro en la que no creemos por más que los sacerdotes nos ladren cuando
miramos atrás sin ira, hacia adelante sin esperanza[viii].
El reconocimiento no llegará jamás y tendremos que actuar como si fuera
posible el regreso de lo que nunca se fue, de lo que vive con nosotros pero
nunca nos ha dejado tocar ni su carne ni sus huesos, ni su cráneo descarnado
para sentir la amargura de la muerte que nos espera.
Tú transmites paz, conciliación en lo que rimas, tú le cogiste el pulso a
la lira, si no te envidio es porque te aprecio y porque después de haberlo
hecho en la niñez he perdido su verdor de enredadera retorcida y no sé
cómo pintarlo en mis ojos cuando necesito un sufrimiento que me conduzca a una
santidad laica y, sobre todo, porque soy un maldito occidental, como me dicen
algunos conocidos, que no sabe volver la espalda al destino que se le ofrece
aunque lo lleve a una calle de flores por la que nadie pasa, a una contradicción constante y
permanente como un pájaro ciego que ya no quiere chocar con los alambres de su
jaula y quieto canta para no morir de hastío.
Ahora descubro que siento lo que me dijo Gombrich[ix] una noche de verano cuyas
nubes eran truculentas y aquella lluvia entre el calor no duró ni treinta y
tres segundos; no he de buscar la poesía sino a los poetas, el arte no sería
nada si no existieran los artistas. Pero el poeta sin el hombre valdría menos aún
que sus versos cuando los pinta de blanco y la gente no se entera mientras
escucha la mejor canción de los Rollings[x].
La tuya es una de las pocas relaciones que me quedan en este medio y
créeme, con la sinceridad de aquel que habla porque no sabe hacer otra cosa y
apenas piensa lo que dice, hubieras estado siempre entre las preferidas. No
olvido ese tiempo en que nos conocimos y nos regalábamos guirnaldas en la brisa,
palabras para conjurar la muerte de la poesía, para creer en aquella que yace
tendida como una sacerdotisa que ya no conoce los ritos esperando en el
poniente que llegue la hora del último crepúsculo[xi]. para volver a nacer con
los primeros rayos de la alborada, desnuda, triste y desorientada.
Hablemos de los mitos, pues, sabiendo que son hombres y mujeres que
pudieron vivir circunstancias parecidas a las nuestras, aprendamos la mitología
de nuestros ancestros todo lo bien que podamos porque no debemos ignorar
aquello que ha tenido importancia en nuestras vidas o en las de nuestros
antepasados que habitan en el sepulcro, pero debemos saber el momento que nos vemos obligados a apartarla para rendir un homenaje a aquellos héroes que llegaron a
nuestras playas con sus velas y murieron en un naufragio en el viaje de vuelta
habiendo dejado aquí toda su mercancía. Hay dioses que no existen pero son tan
importantes que sacrificamos nuestras vidas por mantener viva la llama de sus
nombres.
Pero nunca debemos situar la mitología por encima del hombre. Quizás la
poesía murió uno de estos días, como si nadie lo hubiera advertido, cegada su
presencia por la trivialidad de nuestras aspiraciones modernas que devoran
hasta las más altas torres construidas por los siglos y convierten el pensamiento en ruinas por mucho que
en él radique lo que se ha logrado y también lo perdido.
La poesía sometida por la indiferencia de un mundo prosaico que mira
otras manifestaciones carentes de profundidad pero con un atractivo
incuestionable para la gente que quiere conseguir el prestigio de la nada, para los
desocupados que encuentran placer en la morbosidad de los que venden una moral,
que quizás, nunca tuvieron, por conseguir una vida más cómoda, una ascendencia
jerárquica sobre cualquier hijo de vecino que no sale en las revistas.
Pero los poetas siguen escribiendo versos aun sabiendo que no vendrán a
cantarlos otras voces[xii], poemizan[xiii] porque su ingenuidad
les hace pensar en el milagro de la presencia de los miembros ya muertos cuando aún despiden
calor y se siente dolor en lo que fue amputado, en la metáfora de la
resurrección que no encuentra reflejo en las paredes del mundo donde se escriben
frases para el olvido y deseos irreconocibles para quienes caímos en los brazos mórbidos de la sensualidad, ni fábulas para salvar lo que va
quedando en nuestra lucha contra una naturaleza a la que deberíamos tratar como una amiga que no quiere abandonarnos y
la golpeamos con la misma rabia que lo hace quien para subrayar su amistad nos
llama hermano la larga noche en que ha decidido no ser nuestro amigo y lo sella con un beso, en la esperanza de que una flor nazca en la arena de las dunas y
una herida de amor en el bolsillo de la camisa de un bróker después de que sus
acciones suban al infierno de los escaparates manchados de sangre de Wall Street, en la medida de lo que no tiene
juventud, en el peso de la ingravidez de lo que llora en el Limbo y aún no tiene
nombre y vaga apesadumbrado como un niño perdido en una isla que no se llama Nunca Jamás.
21 de Febrero de 2016
[i] Pasolini tenía, como
hombre sincero y apasionado, muchas dudas pero solía afrontarlas sin balbucear,
entrando con fuerza en la tortura de las equivocaciones, la indeterminación de un
mensaje que airea como nunca en las hermosas banderas, la locura de su
contradicción; agnóstico esperando la nueva venida de Cristo Hombre,
antiabortista entre unos compañeros de izquierdas que pensaban de una manera
totalmente opuesta y coincidiendo en un punto tan importante con los cristianos
demócratas a quienes detestaba por su hipocresía, a favor de los policías que
intentaban sofocar la réplica romana del Mayo del 68 y fueron agredidos
brutalmente. Decía de ellos que eran muchachos de la Italia pobre que no habían
encontrado otra opción de ganarse la vida y, en cambio, los estudiantes eran
los hijos malcriados de las familias romanas acomodadas.
[ii] Estaba equivocado cuando escribí esto, escuché hace poco en
una entrevista que le hicieron a Pasolini para la televisión italiana que el
controvertido y genial poeta boloñés no tenía al piamontés entre sus
preferencias, quizás no le perdonara que fuera casi coetáneo suyo o que hubiera
llevado una vida sexual casi inexistente no por vocación monástica sino por la
circunstancia de ser un enamorado de todas las mujeres cuyo resplandor le había
llevado a la impotencia.
[iii] De pequeño no solía comer adecuadamente por el ansia de
crear debates en la mesa y embeberme en ellos.
[iv] James Dean tiraba
piedras / a una casa blanca / entonces te besé (Luis Eduardo Aute).
[v] Elia Kazan delató a sus
antiguos camaradas del partido comunista durante la locura persecutoria
provocada por el senador McCarthy.
[vi] Esperanza que naciste / para morir después
(Edgar Allan Poe). Siempre se ha dicho, para bien y para mal, que era un poeta
romántico europeo ubicado en América.
[vii] Hölderlin: Vivo para buscarte
/ dorada luz de amor / yaces entre los muertos, / Diotima querida, pero el
viento te traerá el recuerdo / de lo que fuiste un día / y quedará para
siempre. (Variación – Francisco Enrique León).
[viii] que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y
por lo tanto pura; / que sólo adoro la luz cuando no ofrece esperanza. (Pier
Paolo Pasolini)
[ix] Ernst Gombrich: historiador británico de origen austríaco,
supo sintetizar como nadie la historia y el arte.
[x] Paint it black, se puede
pensar que Ruby Tuesday y también se estaría en lo cierto. Para la gente de mi generación nunca fueron los "Stones".
[xi] Creo que nuestro viento
de levante nos llega del lugar donde crucificaron a Cristo y el de poniente
donde cada día mueren los dioses para resucitar con la siguiente alborada.
[xii] Gente escribiendo
canciones / que ninguna voz compartirá (Paul Simon).
[xiii] Suena igual que la nariz
de Ovidio para Quevedo.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.