En
la mirada de la noche donde expiran los olivos,
en
el verde de silencio oscuro y cerrado de los campos
donde
alumbra sin brillo
una
estrella que tiembla
con
timidez de niña enamorada,
y
no se lleva el miedo que la luna sombría
acaricia
en las manos de la araña que muerde,
y
no mira a los locos
que
sueñan la maleza del llanto de los grillos
que
no pueden romper la aurora con sus alas,
ni
el delirio infantil que acunan los carteros
sin
palabras de amor
sin
esquelas ni huellas gimiendo en los tejados
donde
sufren los hombres y mueren los poetas.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.