He
visto caer
muchos
frutos, dulces, sobre una tierra que conozco,
como
un golpe. Así te estremeces tú también
al
sobresalto de la sangre. Tú mueves la cabeza
como
si en torno hubiese un prodigio de aire
y
el prodigio eres tú. Hay un sabor igual
en
tus ojos y en el recuerdo cálido.
(Cesare
Pavese – Verano)
(Traducción
– José Agustín Goytisolo)
Reconozco que no he estado muy afortunado al elegir la fotografía, es de la primavera de 1950 y Cesare está en ella con la que fue su último intento de encontrar el amor, Constance Dowling. Ese tú que estremece en "Verano" es Fernanda Pivano, y lo había escrito unos años antes. Durante muchos años pensé que Battistina Pizzardo fue la inspiración de este poema ya que fue la gran pasión de su vida, quien determinaría un acusado desapego por la existencia.
Vendrá
la muerte y tendrá tus ojos...
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.
Versión de Carles José i Solsora
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.
Versión de Carles José i Solsora
Admiro
con verdadera devoción a Pavese, no tanto al novelista sincero que supo
reflejar el alma de las mujeres a las que no conocía pero las vivía entre la niebla, de ahí que la misoginia que reflejó en su famoso diario solo transmitiera su impotencia para establecer relaciones sentimentales, y el recuerdo de la educación inflexible que recibió de la amargura de su madre, al traductor esplendoroso
que le entregó a los italianos, con fidelidad y con arte, el cachalote albino que sigue el impulso de su
naturaleza o al poeta que creó un tipo de poesía, realista y tierna, que oponer
al triunfalismo vacuo de aquellos que se plegaron a los delirios de gloria del
Duce, como al hombre que era consciente de que la felicidad no puede lograrse,
pero sí la paz, sí el amor que el mundo le negó hasta en su última primavera.
Lo único que puedo reprocharle, y esto lo dice
alguien que tiene una frase del sombrío Philip Larkin entre las que le han provocado
una sonrisa, es su falta de sentido del humor, pero hasta en eso fue sincero,
fiel y honesto a lo que no supo explicarse a sí mismo; las personas con apetencia
de muerte se toman demasiado en serio la vida, no es extraño que aparezcan un
día vestidos sobre la cama de un hotel esperando que les cierren los ojos para
no verse más y dejen, en una mesa, un libro abierto que nunca podrá cerrarse.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.