lunes, 23 de enero de 2023

A una cantante callejera

    Pudo ser una cajera en un supermercado, una operaria cuyo novio la esperara con un ramo de lilas en la mano en la puerta de atrás de una fábrica.


Ella creía que los poetas se dejaban
el alma en cada verso
cuando cantaban en la calle porque no había salida,
que la verdad vivía y brillaba entre todas las sombras
que no se dejan arrastrar por el olvido
de las horas perdidas en una agenda extraña
que no se puede abrir, ni cerrar,
que no había un solo puente que no fuera hermoso,
a pesar de la muerte y el salto a los fracasos,
y tendía sus brazos de opalina
en la soledad que se instala en el murmullo de las calles.

Ella no sabía mentir,
no podía decir no cuando le miraban las caderas
y el movimiento sin ritmo de sus pechos
en la incomunicación apasionada
de los espacios abiertos que oprimen con el aire
y no perdonan
a los corazones sensibles, a las almas generosas.
 

    No soy un poeta importante, Marilyn no es un mito que importe realmente; mi grito se encuentra con una montaña sin eco, creo que casi todo el mundo se encuentra cómodo enumerando los cuatro o cinco rasgos que sustentan su leyenda, aun así, insisto en ella como si fuera una muchacha desconocida que sale de una fábrica y se enfrenta a la calle, a la pesada carga de sus aspiraciones. Ahí he dirigido mi objetivo y he acumulado unos pocos artículos y poemas. Solo volví a verla realmente interesante en su última película terminada porque transpiraba en cada gesto la profunda y errática tristeza de los inadaptados.

    Por otra parte creo que es un privilegio ser un desconocido, poder sentir y pensar al mismo tiempo sin tener que arrodillarse ante las servidumbres de la fama que, normalmente no te dejan ser tú mismo, ahí estriba la grandeza de Pasolini y de Brel, por ejemplo, supieron surfear en la cresta de la ola, evitaron los acantilados, pudieron coser los hilos del ojo del huracán con Buñuel al fondo. Marilyn no supo ni pudo darle aliento a Norma, ni siquiera cuando sacaba a la cantante callejera de sus adentros, ahí radica su destino trágico.
 

    Supongo que te refieres al hecho de que Marilyn tuviera el alma de una cantante callejera, convencionalmente no tenía la cabeza bien amueblada, hizo que otros ganaran dinero a manos llenas a su costa sin que le cuadraran las cuentas. Igual que un ave busca un sitio para hacer su nido compró aquella casa en el bosque de Brent para preparar un lugar que acogiera su muerte. Era una cantante, ni siquiera la gran Ella Fitzgerald (desgraciadamente perfecta) supo extraer la melancolía de un latido cuando se termina el amor.
 
 

    Siempre es importante hablar contigo, Juan Carlos, porque sueles partir desde un lugar al que no todas las personas llegan. Algo parecido me dijeron de algunos grandes poetas, refiriéndose a Lorca, Dylan o Pasolini. Conozco la cultura de Estados Unidos en los 50 por el cine, y Marilyn aparece con cierto tipo de marcas que la hacen representativa de una clase olvidada y apenas representativa en el país de los milagros; blanca y pobre, ella pudo ser la cajera de un supermercado o una modistilla, pudo tener un novio que la esperara en la salida de una fábrica con violetas en la mano o pudo ser una soledad que se debatiera entre el oropel de los salones y su alma de poeta. Creo que no se le ha hecho justicia como cantante, es posible que ahí radique la inmortalidad de su recuerdo. Ella vuelve a la calle cada vez que suena su voz, sea porque navegaba en un río sin retorno o porque se acabó el amor.. 
 
Última edición por F. Enrique el Mié, 12 Oct 2022 9:20, editado 7 veces en total.

 

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.