Así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños
siempre buscando a Dios entre la niebla.
(Antonio Machado)
lunes, 2 de enero de 2023
Brel, el poeta apasionado (2)
I
Orly
Nunca había sido Brel tan interminablemente triste, repite sin cesar que
la vida no regala nada, haciendo sentir que el final de un gran amor se
precipita y tiene sensaciones que lo equipara en su tragedia con la
muerte, esa que ya jugaba con él hasta helarle la sonrisa.
Puede que Orly sea la canción más conocida del mítico álbum “Les
Marquises”, un gran hito para el público francófono por ser el último
que grabara un retirado y misterioso Brel, por el número anticipado de
copias vendidas, por la calidad que se le reconoció una vez salió al
mercado. Siendo Orly una gran canción hemos de admitir que le salieron
rivales colosales en el mismo disco.
El aeropuerto parisino es el marco que eligió para demostrarnos el
momento en que una pareja, mientras pasan hombres y mujeres ocupados en
sus propios pensamientos, salta en pedazos, quizás por celos, por
desamor o por hastío, son tan delgados que no pueden ser deshonestos,
llega a decir, narrando en primera persona, centrándolos en el objetivo
de sus ojos entre más de dos mil personas que van a prender el vuelo o a
despedirse de él.
Brel sabía que Bécaud también era profundo cuando se terciaba. Pero se
hace duro pensar que un artista puede ser partidario de De Gaulle.
Hay quien afirma que esta canción es una réplica acerba y paródica a la
vitalista y despreocupada “Un domingo en Orly” de Gilbert Bécaud, de
hecho hay un verso que hace referencia a ello y nombra a su colega desde
la amargura que transita por su pecho que no desde el sarcasmo. Porque
creo que Brel buscaba algo sustancialmente más profundo en el momento
que empezaba a bajar los brazos y a componer canciones con una morosidad
en absoluto acorde con su carácter impulsivo, se acabaron los tiempos
en que se reía de su propio final aunque reconociera el miedo cuando
presentía el instante único, en que decía que la vida solo tiene dos
fechas, en que dormir es morir un poco si no se sueña.
II
El último almuerzo
Con el olor de las flores
que pronto se apagará
yo sé que tendré miedo
una última vez.
Ya había dicho Brel en el moribundo que quería que se riera, que se
cantara cuando se le metiera en el hoyo. Quizás porque la muerte se
sentía lejos o porque no tenía vocación de ir a su encuentro prevalecía
la ironía y un enternecimiento inconformista destinado a la derrota en
un tema luctuoso, solo al final de la canción se permite ser consciente
de la importancia de lo que habla; nunca volverá a estar rodeado por sus
vestales, ni podrá festejar la alegría de vivir con sus vecinos y con
cualquiera que apareciera por allí. Como si no pudiera contener lo que
piensa nos deja guiños rotundos de su anticlericalismo y su búsqueda
agónica de un Dios distinto al que le mostraron de niño, negando a ese
que descansa en las butacas de quienes no quieren que nunca cambie nada.
Los rezos infantiles se habían convertido en piedras.
No podía olvidar mandarle un recordatorio mordaz a la clase
social a la que pertenecía cuando Dios le miraba y él le sonreía. No
necesitó que el tiempo rompiera las caretas del mes en que las flores
son más hermosas para enviarles caramelos a aquellos muchachos
desairados.
Defendemos alegremente el vuelo y dejamos que los pájaros mueran de tristeza.
III
Jacques Brel - Los burgueses.
Ya somos todo aquello
contra lo que luchábamos a los veinte años.
(José Emilio Pacheco)
Nos enseñan a amar cómo se debe y no a cómo se ama, a decir lo que está
escrito y no lo que se siente. Brel aún no había aprendido estas
consignas en 1962, no lo hizo nunca, y mostraba la debacle resultante de
intentar conciliar la vida con el sueño, pero insistía, con una agonía
vital que se movía entre la pasión, el miedo y la desesperanza, en que
la tristeza de la muerte no puede arrebatarnos la alegría de vivir. Pero
el tiempo nos dice, de crisantemo en crisantemo, que no podemos
volverle la cabeza a la Parca ya que está al final de todo.
Brel cantó al candor de la infancia y a la fuerza irrefrenable de la
juventud, pero hay demasiados niños que crecen y no juegan nunca más,
demasiados jóvenes airados que acaban haciendo suyas las mismas posturas
conservadoras de sus padres cuando se hacen mayores y nada les importa
más que gestionar los cimientos en los que se apoyan las miserias de su
comodidad. Brel nunca creyó en el sueño de aquellos muchachos burgueses
que pedían lo imposible y trataban a sus mayores con un sarcasmo
iconoclasta porque pensaba, con buen criterio, que no se referían a que
dejaran de ser como eran ellos mismos, no veía un ansia verdadera de
justicia sino un conflicto generacional de esos que se curan con el
tiempo.
Brel, revolucionario casi siempre y a veces reaccionario; para lo bueno y
lo malo estaría marcado por su educación católica hasta la muerte, se
posicionó claramente en la década de los 50 en contra de que se
utilizara la violencia para lograr los cambios en los que creía y que
ansiaba. En esta soberbia canción nos da su punto de vista sobre la
situación; "de jóvenes teníamos unos gustos muy originales, creíamos que
podíamos cambiar el mundo y nos reíamos de los burgueses mientras les
mostrábamos el culo y le cantábamos una coplilla que decía, supongo que
sin ningún fundamento científico, que los burgueses son como los cerdos,
cuanto más viejos más tontos. El tiempo pasa, nos hemos hecho mayores y
no hemos cambiado el mundo, y somos distintos aunque nos identifiquemos
con los mismos ídolos. Pero ahora los jóvenes nos hacen burla y nos
cantan la coplilla mientras piensan que ellos lograrán acabar con la
injusticia y la desigualdad, que acabarán con nuestra estirpe.
IV
La Fanette - La Fani para los amigos, a ella se lo dedico.
Creo, Juan Carlos, que seguimos viviendo en el mismo tiempo y en las
mismas contradicciones que Brel y tantos otros, estamos simplemente en
otra etapa de la misma sociedad, en el culto de las apariencias. Vivimos
la misma confusión y nos consagramos a una comunicación que vuelve a
mostrarse impotente de esquivar la vulgaridad. No miramos atrás y ahí
podríamos encontrar el origen de nuestro desencanto, la incapacidad para
enfrentarnos a los problemas cuya solución puede encontrarse en un
pasado que no queremos mirar animados a ello por nuestra estúpida
prepotencia.
Brel, como Antonio Machado, Pasolini o Dylan, eran profetas, digo bien;
Dylan dejó de serlo hace mucho tiempo, además de ser magníficos poetas,
supieron detectar con acierto los males de su tiempo mirando al pasado, y
predecir lo que vendría.
Brel era único; ecléctico, apasionado, irónico cuando no sarcástico,
irreverente, tierno, trabajador (tan agónico y perseverante que hacía
temblar a sus músicos en los ensayos), descuidado con sus comentarios,
perfeccionista en la puesta de escena donde, al parecer, controlaba
hasta el último gemido.
Ya lo dije alguna vez; Ne me quitte pas es una canción maravillosa, pero
Brel no es Brel. Habría que ir a "La canción de los viejos amante", "El
amor que vendrá" o "La Fanette", para encontrar una visión más acorde
con su temperamento, con su actitud combativa ante la tierna guerra.
Pienso que hubo un momento, sin transición siquiera, en que se sustituyó
el francés por el inglés y, por lo tanto, una forma de ver la vida más
allá de nuestra tierra. Hasta entonces se solía escuchar a Adamo o
Aznavour, eso sí cantando en español sus mejores éxitos. Brel no quiso
nunca cantar en otro idioma que no fuera el francés aunque hizo una
pequeña concesión al flamenco, quizás haciendo un guiño a la mitad de la
población de su país a la que castigaba con sus críticas por su
conservadurismo y, sobre todo, el alineamiento con los nazis de los
principales partidos y asociaciones flamencos durante la guerra. Brel
siempre fue un desconocido en España, entonces la repercusión de sus
mensajes se reducía a ambientes universitarios.
Agradezco sinceramente tus palabras, es siempre un placer hablar de un
monstruo que sólo dos veces, en toda una vida, estuvo asustado.
La Fanette es una canción que tiene su propia leyenda enrevesada a pesar
de su aparente sencillez. Este triángulo adolescente parece ser que
tuvo un final trágico de los dos amantes que huyeron, no se sabe si fue
en la tierra o en el mar, si todo fue una metáfora de la muerte que
suele haber en cualquier ruptura, de la pérdida, tantas veces
irreparable, de la confianza.
Escrita en 1962, antes de grabarla Brel lo hizo la cantante Isabelle
Aubret que se lo había pedido, esta poco después tuvo un terrible
accidente de tráfico. Brel consternado, se encontraba de gira con ella,
le cedió los derechos de la canción. Se conservan dos vídeos en directo
de la Fanette, en uno de ellos el cantante no puede evitar que se le
salten las lágrimas, no se sabe si es acordándose de una experiencia
propia o del estado en que se encontraba su colega a consecuencia del
accidente.
(Febrero 2018)
V
¿Por qué los hombres tienen que aburrirse?
Ya no lloramos por un pájaro muerto, ya no soñamos con un gran amor, el
tiempo nos ha quitado las maletas de la mano y la identidad del bolsillo
de la camisa.
Brel fue alguien que no cesó nunca de tirar piedras contra su propio
tejado y siempre fue capaz de recomponer los destrozos. Por amor nos
castigamos y nos redimimos. No todos los flamencos lo han perdonado.
Encadenar cigarrillos y copas no debe ser una mala forma de arreglar el
mundo cuando tantas personas lo hacen, es tan eficaz al menos como
gritar nunca más mientras no se cambia de costumbres; practicamos la
guerra en otros territorios y hablamos de conflictos como si la guerra
no lo fuera.
Estar alegre o borracho depende más de la extracción social que del alcohol que se haya ingerido.
Su enorme talento y su sensibilidad sin límites le hacen vulnerable ante
una sociedad que no quiere entrar en la hondura de una declaración de
amor, el lamento miserable por un romance que muere, ni en denunciar la
perversión aceptada de las buenas costumbres. La inconsistencia
ideológica de los hombres que, demasiadas veces, está más relacionada
con su situación económica que con la belleza de su pensamiento, y la
muerte que siempre espera con una paciencia infinita.
VI
La canción de Jacky
Brel no escribió muchas ni pocas canciones, unas doscientas, otras
doscientas acabaron en la papelera. Pero supo radiografiar en ellas como
nadie las manchas negras de las miserias de su triunfo incontestable.
En esta canción nos deja una muestra de su decadencia asumida y de la
que pudo haber sido en el fracaso. No creo que al bello Serge, el feo
más atractivo que ha existido, le importara en absoluto que lo cite en
un verso que podría parecer poco edificante en el intento de ridiculizar
a quien, en realidad admiraba por su valentía creativa, ni que el pobre
Jacky quedara reducido por un precio módico a satisfacer a mujeres
encopetadas de cierta edad. Había que romper el manto que estaba lleno
de costuras desde el mismo momento que decidió entregarse al mundo del
espectáculo, es decir, ser guapo y gilipollas a la vez aunque fuera
durante un instante. El retiro no estaba lejos, pero unos pocos años en
un alma tan inmensa como la de Brel dan para mucho y en ellos cabe
vestirse de argentino para cantar un tango con convicción o creerse Dios
porque se deja la barba.
(23 de junio de 2021)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.