Supongo, Óscar, que algo debe estar pasando en mi vida cuando he acabado reflejándome en los espejos convexos que aplanaron los otros, solo me siento libre cuando pienso en lo que diría yo en otros labios, quizás no sea una galería abierta a menores ni una forma de rebelarme contra la uniformidad diversa y estética de estos tiempos que rompieron unas cuerdas para forjar muchas cadenas. Ya no sé qué sentir por escribir algunas cosas que nunca anoté en mi agenda, por haber atravesado los callejones donde los gatos juegan con el recuerdo de la muerte y los adolescentes vuelven a besarse con miedo como si no hubiéramos sido visitados por la destrucción y la sombra demacrada de los ángeles negros, para recordárnoslo. Ahora el objetivo es seguir escribiendo, a pesar de todo, aunque sienta náuseas ante una realidad que me oprime con sus garras, aunque el olvido me encuentre en donde me dejaron, aunque cante sin saber qué lo estoy haciendo. Así pienso, a veces, que lo hacía Billie Holiday, así de duro pienso que es atravesar una sensibilidad solitaria, querer profanar el templo de una mujer indefensa ante la vida; se dejaba querer por una sonrisa. Sé qué no puedo devolverle su patria a nadie, qué debe ser así; el hombre está solo con su destino, pero me siento triste al pensar en el destino del hombre.
Te diré que te quiero;
nunca llegó el olvido
al corazón que acecha
y no tiene esperanza.
(Conversaciones con Laura - 17 de mayo de 2019)
1
Cuando alcances el instante de aquella fotografía
que jugaba en las arterias de las sombras
llegarás a la soledad de un pensamiento
que se aleja en el mar,
de una mirada
que se cierra entre los muros con tristeza
y encontrarás la huella del rimmel encarnado
de una cantante callejera
que derrama su melancolía en los escaños
abruptos que perdieron los laureles
y vuela con la torpeza en la sangre
de una mariposa que se embriaga en silencio
con el último verso de un poema angustiado
que podría ser él mismo que cantaste
mientras yo te miraba
y que sigue cayendo
en tu alma cada vez que vuelvo a amarte
con la desesperación de una estrella que entona su amargura,
con la agonía de las farolas que se refugian en el olvido
de los muelles torturados por el agua y el viento.
2
Me dejo la fe en cada palabra, en cada equivocación, pero me apuntan con las tijeras.
( Conversaciones con Laura - 31 de mayo de 2019)
Solo puedo acercarme a ti para volver al silencio
y decirte
que eres el itinerario que perdieron las flores de la esperanza,
que tus velas se despliegan indefensas ante cualquier sonrisa,
que no quieres volver
a la frialdad de un requiebro innortado
hundido en la humedad de una almohada,
que tu maleta encalló en el armario de los rieles del olvido,
y tu carmín se deshace en las fuentes ahogadas
de otra mustia melodía
cuando fluyen la penumbra y el pesar de los escombros.
Ahora eres un poema cubierto por las hojas,
una resistencia amortajada
que vaga en los andenes de los pasajes oscuros
con un llanto desesperado
porque has perdido la llama oscura de los puertos
donde aún tiemblan las llagas escondidas
cuando cae tu voz en los dominios
descontrolados y perversos de la nieve de la noche.
Aún sostengo tu acento brotando en la cadencia
profunda y transparente
del fraseo que hierve en cada quiebro afligido,
aún espero que vuelvas desde ningún lugar
con un verso en la boca, la gardenia en el pelo.
He buscado tus zapatos en el techo de los parques,
en el rincón de los rastrojos
que juntos recorrimos con el alma estremecida,
con el vestido que aún vibra en la palabra que muere
tierna entre tus labios, el bolso y la linterna.
3
como un borracho en una ronda nocturna
he intentado ser libre a mi manera.
(Leonard Cohen - Variación F.E.L.)
que jugaba en las arterias de las sombras
llegarás a la soledad de un pensamiento
que se aleja en el mar
de una mirada
que se cierra entre los muros con tristeza
y encontrarás la huella del rimmel encarnado
de una cantante que derrama su melancolía en los escaños
abruptos que perdieron los laureles
y vuelan en la sangre
de una mariposa que se embriaga en silencio
con el último verso de un poema perdido
que podría ser el mismo que recitaste
mientras te amaba
y que sigue cayendo
en tu alma cada vez que vuelvo a amarte
con la desesperación de una estrella que canta su amargura,
con la agonía de las farolas que se refugian
en el olvido de los muelles.
que para mí
era el más querido de los últimos rayos
que bañan las acacias de tu esquina.
me hundo y tengo miedo,
he cantado a los hijos lóbregos de la noche
que muere en la escollera
como si fuera un sueño interrumpido
en el swing de tu mente y tu amargura.
He atracado en los astros de los dioses que penan
en caminos de polvo que perdieron el nombre,
en templos derrumbados cubiertos de ceniza.
Ya no puede pensar en ti sin un aullido,
ya no puedo olvidar la furia de tu brisa
cuando no me comprendes,
la soledad del mundo que brota en tu mirada
cuando dejas atrás la huella de mis labios
en tu vestido rojo,
y el silencio del búho que recorre la playa
de mis caídas bruscas, de la sombra que espera
suspendida en el aire de la muerte,
en el tenue latido
de la marea tibia que al alba se recoge
en la cala doliente que tú amaste,
y no hallo mi alma, perdida en la tristeza.
5
Aún te escucho cantar en esa playa que se acerca
a nuestros pies cuando se retrae la marea,
y te entrega en el alma la fragancia de los muertos.
Aún te espero
en el estrecho camino que hunden los espigones.
He de esperar porque en ti
caen esas hojas que hieren la esperanza, esos pensamientos
que vuelven a la ciudad como un poema esculpido en una esquina
que te sigue buscando
y añade alguna voz extraña a los recuerdos
que profundizan en la noche y en el silencio de tu amor.
Solo soy un hombre solitario que insiste
en la verdad inmutable de tu rostro,
en la palabra que no encuentra el murmullo de los patios,
en el clamor de la rosa que nunca se ha perdido en tu piel.
6
Te busqué con tantas ansias
en el carrusel del mundo
que no siempre supe verte en el aire de una herida,
y susurré Eleanora en tu oído
para llamarte en los estrechos más delicados y trágicos.
Ahora te reclamo entre todas las flores,
siento cada memoria
penetrar en el alma del romance que nos aleja
y vuelvo a tu sonrisa cada vez que te espero
en ningún lugar soñado.
Las calles son más abiertas cuando apareces,
los edificios se vuelven hermosos cuando escribes
sus cristales en la puerta del bar que nos castiga
y el amor
es un milagro cuando te acercas y me llamas.
Te contemplo en las aceras, te hablo en escalones
del árbol solitario que te espera en los recovecos
del dolor que siento por haber perdido
la presencia de tu queja,
te miro desde la orilla donde brotan los arbustos,
eres el prodigio que me arrastra a la vida que resiste.
Meritorio e interesante el artículo el que ha escrito Gonzalo Ugidos sobre Billie Holiday en el 60 aniversario de su muerte. Todavía, Roxane soy un ingenuo, siento nerviosismo desde que me lo dijo mi mujer esta mañana. Sabía el mes y el año, pero ignoraba el día. Pienso que el mundo de la cultura tiene un sitio preferente para la cantante un día como hoy, y no, no es así, apenas queda sitio para los sentimentales, acabamos percibiendo que el mundo de los foros no se diferencia demasiado de ese otro, cada vez más embrutecido de la calle del Bienestar. Frecuentamos lugares intrascendente, acudimos al ruido de la sangre mientras no escuchamos el llanto del agua, dejamos que nombres imprescindibles de nuestro tiempo se pierdan. La reina del fraseo, la intérprete que transmitía hasta el último pétalo del dolor, ha sido desterrada al rincón poco transitado los melómanos verdaderos.
Ahora con estos años y con este silencio
y con este pesar,
no sé como volverme, como entregar las flores
que cuidó mi arrogancia, en este puerto ingrato,
lleno de indiferencia,
su cobardía ha hecho que dos buenas personas
no se quieran hablar,
que pasen, no se miren.
No se escucha el flamenco profundo del quejío
en la noche desierta sin Billie Holiday,
te esperaré en el alba, reina de la tristeza,
en el muro que para el mar, las emociones.
Cuando caigan los grajos y alienten los suspiros,
te esperaré aunque sepa que no regresarás;
como un amor sin pulso vives en las palabras
que no dijiste nunca y, acaso, no recuerdas.
Esta claro, Ramón que fallo en algo en el objetivo de hacer un poema atractivo. Antes me preocupaba, ahora no, ni siquiera escucho a quien me aconseja. Sospecho que los motivos, si los hay, no congenian bien con el corazón.
No sé si volveré a sentir la emoción con una canción como cuando Billie Holiday cantaba, creo que no hay palabras que puedan definir mejor la amargura, se nos perdió en los torbellinos de la vida, pero nos dejó un rincón en el que podemos encontrarla. La esperé aquella noche, pero pasó de largo, ocupada como estaba en satisfacer al hombre que la maltrataba y en entregarse al polvo blanco que acabaría con su vida. (27 de septiembre de 2014)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.