sábado, 7 de enero de 2023

A Hélène

 

Medios de incomunicación.


He estado al alcance de todos los bolsillos
porque no cuesta nada mirarse para adentro.
(Silvio Rodríguez)
 


     No voy a decirte que cualquier tiempo pasado fue mejor, ya que no sería cierto, Hélène, ahí está la historia para recordárnoslo. Pero es cierto que este mundo nuestro, creo que empieza en los 60, tiene sus propios problemas específicos y los tópicos, quizás vigentes desde Horacio, ya no pueden ayudar a identificar los males para intentar erradicarlos si no es a través de buscarles una vuelta de tuerca que los adapte a los tiempos que vivimos. La Red no ha creado la inversión de valores pero es el instrumento que más ha ayudado a su expansión; todos podemos comprobar que una persona que parece culta es más querida que otra que realmente lo es, que un misántropo puede tener más de treinta amigos en una red social y una persona de buen trato en su vida cotidiana no será admitida de buen grado en la misma cuando suele conducirse con sinceridad. Es posible que la virtud esté mal vista.

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    Critico la sociedad que me ha tocado vivir con una visión panorámica, reconozco que puedo pecar de caer en la grandilocuencia como tantos otros salvadores del mundo que juegan en sus ratos libres a ejercer de Jeremías en la barra de un bar cuando la música se apaga. No soy un franciscano, sé que pertenezco a la misma sociedad que critico, y que participo de los vicios más característicos de mi tiempo. Carezco de una conciencia selectiva que me acerque a los problemas de puerta en puerta, que me permita empatizar con las preocupaciones de todos los días como las que tú me cuentas, no quiero decir con ello que sea escapista, simplemente dirijo el objetivo de mi cámara hacia aquello en lo que pienso que tengo algo que decir, yo no podría ser Ken Loach pero es posible que pueda situarme en la huella de Igmar Bergman, uno no suele elegir lo que quiere ser muchas veces, son las circunstancias las que lo eligen a él.
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    En una sociedad desquiciada como la nuestra, en la que cualquier hijo de vecino tiene delirios de grandeza sin que quiera refrendar sus cualidades por el esfuerzo, la moderación, curioso, como en los tiempos de Montaigne, es un símbolo de valentía cuando debería serlo de equidad. Quizás nuestro problema actual no sea la evolución ¿hacia dónde? sino recuperar valores. Hoy día un profesor universitario puede ser una persona básicamente inculta, puede parecer que sea algo anecdótico, pero tiene su importancia; es la primera vez en nuestra historia contemporánea que los padres aman más la cultura que los hijos.

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    Es cierto, Hélène , que es necesario que nos quede una canción cuando algo importante se ha perdido. El lenguaje no llega a alcanzar del todo el lugar en donde habitan los sentimientos, es frecuente que cuando a través de la palabra queremos arreglar algo lo estropeemos, que usemos los recursos estilísticos no para buscar la verdad sino para intentar orientar con habilidad un discurso hacia donde nos interesa, pero hay algo que difícilmente engaña cuando escuchamos una canción, la que nos enseñaron nuestro padres, la que representaba a nuestro barrio, la que cantaba aquella a la que amábamos. Siempre recordaremos el tiempo de las cerezas, no tanto por lo que dice sino por lo que significa y lo que te hace sentir.

(16 de junio de 2018)

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.